En el Centro Dulce María Loynaz, sala Federico García Lorca, a las 3 de la tarde, Ciro Bianchi tuvo como invitado a René González Barrios, escritor, historiador y director del Centro Fidel Castro Ruz, entre otras cosas, museo de nuevo tipo, sito en el Vedado, calle 11, número 707.
Al preguntarle el anfitrión acerca de cómo puede combinar su tiempo para hacer todas las tareas y escribir, el convidado prefiere realizar un bosquejo por casi toda su vida.
Autor de varias obras, casi todas de carácter histórico-militares, como El ejército español en Cuba, 1868-1878, fue Camilito desde los 12 años, pero antes, a los 10 años, su padre le regaló su primer libro y hoy posee una vasta biblioteca. A los 17 leyó La Revolución de Yara, 1868-1878 y le fue inevitable compararla con la Ilíada de Homero. Desde entonces los héroes de Cuba se le tornaron al mismo nivel y fortaleza que los del épico poema. Aseguró que «las guerras de independencia de Cuba son apasionantes».
A un público joven, de 4to y 11no. grado respectivamente, de la escuela primaria Abel Santamaría y del preuniversitario Saúl Delgado, desde el clásico dibujo animado cubano Elpidio Valdés, comenzó a enseñarles algunas facetas de nuestra historia; también apoyado en el escritor Hugo Crombet, quien estuvo entre el público asistente, el nieto de uno de los mártires de la guerra, del mayor general Francisco Adolfo Crombet Tejera, más conocido por Flor Crombet.
«Siempre he estado fabricando minutos», responde al fin a la pregunta. «Hay que saber dónde vivimos, cuál es nuestra comunidad. Leo en todas partes». Su padre no solo lo exhortó a la lectura, argumentó, sino la figura del Che, quien fuera un voraz lector y un hombre de cualidades quijotescas, comparado con Fidel.
René instó a su público a visitar las bibliotecas, a leer apasionadamente y a preguntarse siempre qué hay detrás de cada cosa.
Cuando habló del centro que administra aclaró que Fidel no quiso que se le hicieran estatuas, ni que su nombre estuviera puesto en ninguna institución porque no admitía el culto a la personalidad; por eso se reunió el parlamento acordándose que no quedara su genio a la deriva, sino que se agrupara todo en una institución. Así surge este centro, interactivo y moderno, que se hace pensando en las nuevas generaciones para que conozcan de él, su obra y su pensamiento.
Cada iniciativa de los niños alrededor del Centro es tomada en cuenta, pues ellos son los que indirectamente lo crean y lo desarrollan. Siguiendo el lema de la institución que, a su vez, era de Fidel: «Prohibido no soñar», la biblioteca del centro Fidel Castro es un gran ejemplo; pues fue pensada, al principio, muy futurista y después fue cambiada por una parecida a la del famoso libro de novelas fantásticas de Harry Potter, escrito por la autora británica J. K. Rowling. En ella todos los libro tienen un código QR para poderlo escanear y llevárselo a casa en su celular convertido al formato digital.
En el Centro, a través de la tecnología 3D, en su recorrido por la historia de Cuba, se puede simular la travesía del yate Granma, su oleaje, sus vientos. Además, como parte de la experiencia de la institución, se retomó lo que era tradición para los mambises: hacer bustos de los mártires cubanos. Así, se ofrecen pequeños torsos esculpidos por una impresora en 3D a precio módico. «Imagínense poder llevarse a Martí consigo a todas partes», comentó el director. González Barrios hace énfasis en que, a su juicio, no hubo derroche al hacer el Centro, que fue edificado a partir de las reparaciones de tres casas que serían demolidas por su mal estado constructivo y que, gracias a Eusebio Leal, quedaron rescatadas para el proyecto del Centro Fidel Castro Ruz. «Fueron salvadas con las manos artesanas cubanas, porque todo lo pusimos nosotros y fue realizada en tiempo record, solo la tecnología es exportada».
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