De niña me aficioné a los libros donde los animales eran protagonistas, sobre todo, si se trataba de perros. Miro de lejos esa etapa de mi vida y advierto que casi toda la narrativa que leí involucra gaviotas, perros, gatos y un largo etcétera. Buena parte de tal coincidencia es responsabilidad de mi papá, la otra parte, mía, que los buscaba como si fuera la única temática disponible en librerías y bibliotecas.
Lo primero que recuerdo haber leído fue Las aventuras de Guille, la colección de cuentos de Dora Alonso donde un niño va a pescar con su padre por las tardes, busca gaviotas y permanece todo el tiempo en contacto con la naturaleza. Aquella lectura me sedujo y al mismo tiempo me puso en alerta. Confieso que en ese entonces no sabía a dónde me quería llevar. A la distancia advierto que su estructura narrativa no era clásica, que leía un libro casi documental que se aparta con toda intención del esquema clásico de las obras del género.
Luego vendría mi «trilogía de perros» así me gusta llamarlas cuando pienso en los títulos Colmillo blanco, de Jack London; Kazán, perro lobo, de James Oliver Curwood y la continuación de la historia con Baree, hijo de Kazán, del mismo autor.
Con Colmillo blanco entré en el frío invierno estadounidense y la voz de un perro-personaje me hablaba como lo haría un amigo. Ya de grande entendí que detrás de la historia hay una intención marcada por mostrar la psicología canina, y sobre todo, de los perros en su relación con el ser humano. ¿Cuán salvaje es el mundo animal? ¿Cuánto lo es el de los humanos? ¿Cómo los animales ven su mundo y a los humanos?, son las grandes interrogantes de la novela.
Publicada en octubre de 1906, esta obra del escritor estadounidense Jack London (1876-1916), narra el proceso de domesticación de un perro lobo salvaje: Colmillo blanco. Tras ser secuestrado, el animal debe utilizar sus instintos salvajes ancestrales para sobrevivir en los bosques fríos de Alaska. La obra, que apareció por entregas en la revista Outing, al momento de publicarse tuvo un éxito rotundo a nivel mundial. La novela ha sido llevada al cine y la televisión en numerosas oportunidades; destacan la serie para TV La leyenda de Colmillo blanco (1992) y el filme Colmillo blanco (1991). Animados e incluso audiolibros son otros de los formatos en los que es posible disfrutarla. Además, Colmillo blanco tiene traducciones en más de 89 idiomas y una edición braille de tres volúmenes.
La vida quiso que hoy, por coincidencia o no —nunca lo sabré—, mi actual perro, Volcán, se parezca en su fisonomía a Colmillo blanco, un perro de la nieve que traje a vivir al trópico.
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