
Una especie de isla dentro de los estudios dedicados a los Diarios de campaña de José Martí conforman un grupo de ensayos dirigidos a estudiar, directa o paralelamente la presencia del poeta que inicia la poesía moderna en Cuba , la impronta de esta obra, escrita en 1895, en José Lezama Lima; interés e inclinación que, sin duda, revelan la importancia de los acercamientos del poeta de Orígenes a la historia y desarrollo de la recepción de tales imantados Diarios, que siempre fueron emblemáticos para Lezama. De la naturaleza de ellos, escritos en su totalidad por académicos, pretendo dar fe en las siguientes páginas.
En 1985 la académica y estudiosa de la literatura latinoamericana Alessandra Riccio[1] dedica el primer acercamiento en el tiempo al estudio de los Diarios de Campaña por parte de Lezama. Nos referimos a «El Diario de Martí en José Lezama Lima».[2] Riccio apunta que Lezama ve en Martí al hombre capaz de enfrentar a su destino, y esto ocurre en sus Diarios de Campaña: muere en batalla y deja tras de sí una estela que tendrán que descifrar los que le sigan.[3] Refiere igualmente que Lezama afirma que Martí continúa la tradición de Colón de nombrar las cosas; la única a que puede apelar un cubano, que requiere el esfuerzo creador, y que establece un puente entre naturaleza y cultura. Nos recuerda que Martí en los Diarios fusiona palabra e imagen, por eso Lezama se refiere a que su lenguaje no es nunca aprendido sino pintado, e iguala su revolución del lenguaje con su tarea de fundador de pueblos. Ha convertido el paisaje en poesía. Revela que este es el Martí que le interesa a Lezama: el modernista que tiene que operar sobre la tierra prometida que le es negada, «el fundador de la cubanidad, el Martí solo y pobre y muerto en la guerra que se opone a la vulgaridad, que reacciona contra la disipación y la falsa riqueza, que lleva los dones del espíritu».[4] Como podemos ver, la interacción entre la vida y la obra irradia en esta creación de José Martí como par que permite la unidad en ella de naturaleza y cultura, de historia, patria y poesía.
En 1991, en el seno de la academia norteamericana, nace el valioso ensayo «Martí y Lezama y el uso figurativo de la historia»[5], del profesor de Español y traductor de origen cubano Gustavo Pellón, estudioso de la literatura latinoamericana, especialmente de José Lezama Lima, adscripto a la Universidad de Virginia. En él el ensayista destaca entre las variadas valoraciones de Lezama sobre Martí el hecho de ser este lo más elevado de la historia cubana, porque representa el momento en el cual la palabra y la acción se funden, y al fundar, fundan, y los Diarios son expresión de eso. Destaca la comparación que Lezama establece entre los Diarios y El libro de los muertos, y entre Martí y Osiris, porque ambos son para el autor de Analecta del reloj el muerto entre los vivos y el vivo entre los muertos –muerte cercana a un comienzo– lo que se relaciona con que «el valor mayor de la historia y la cultura en general es su potencia para irradiar imágenes».[6] En todo este decursar Pellón demuestra cómo Lezama trata a la cultura como otros artistas tratan a la naturaleza, y vincula a la asimilación creadora —principio fundamental en la obra de Martí y Lezama—, con el empleo figurativo de la historia y la cultura que lleva a cabo Lezama, porque ya había observado su uso en Martí, lo que especifica con la explicación de la referencia a Antonio Pérez[7], para hacer comprender la trascendencia del caso de Martí en la obra de Lezama. Pellón considera «que Lezama se anticipa 18 años al concepto de apophrades, es decir, que los grandes poetas a veces logran dejarnos con la impresión de que sus precursores los imitan a ellos, articulado por Harold Bloom.[8] Lezama siente la marca de Martí en la escritura de Antonio Pérez (perspectiva histórica, alegórica, compleja y rica maniobra poética»), y fundamenta la asociación entre Antonio Pérez y Martí en Lezama, que aparece en varias de sus obras, con el poema «Para Aragón en España», donde se nos presentan las dos Españas en pugna constante desde el siglo XVI: La España oscurantista y tiránica de Felipe II y la España amante de la libertad, que él ve encarnada por la historia rebelde de Zaragoza, y el carácter independiente de los aragoneses, de ahí que el uso figurativo de personajes históricos refleja la explotación emblemática de la historia que lleva a cabo Martí.
Imbuida de lo imantado del lenguaje de los Diarios de campaña y de las aseveraciones de Lezama al respecto, Claudia Caisso publica en 1994 el ensayo «Entre las hojas del Diario de Martí»[9], texto de raigambre poética sobre el Diario de Cabo Haitiano a Dos Ríos, que luego de resaltar lo costumbrista de este diario y referirse a los recursos poéticos que detienen el movimiento y la acción, y al tempo, hace alusión —con conocimiento y complicidad—, a las apreciaciones de Lezama sobre los Diarios, y los evalúa. Respecto al tempo afirma que hay en el último de los diarios de Martí un ritornello con el cual se anima la ficción de que el tiempo pudiera permanecer suspendido, para que quien camina hable sobre la patria deseada de puntillas, sin cuidado, ni sosiego. Respecto a la centralidad de la presencia de Martí en el segundo Diario refiere que:
A pesar de la circulación de las órdenes […] los otros nunca están por encima o por debajo de él, sino que permanecen a expensas del insólito alcance de su presencia. Él es, cenital, como un filo cortante que, centrándolos, pudiera separar, distinguir lo recién salido de lo recién venido, y entre ambos sustraerse a sí mismo para asignar el nombre posible de lo que está por llegar.[10]
Caisso reúne al Martí de los Diarios y a Lezama, valorándolos, en una frase «a uno y a otro los enlaza la lectura de la incauta marcha de la metáfora»[11], comprendiendo que en ambos la metáfora avanza y se presenta por todos lados. Culmina su ensayo clasificando las lecturas lezamianas sobre los Diarios como el doble llamado festivo de la evaluación de las posibilidades de la poesía frente a la Historia, y sitúa uno de sus valores en que aquilatan el peso de una tradición precipitada. Ese mismo año y en la misma publicación que recoge el ensayo de Caisso se publica el ensayo «José Martí en Lezama Lima: la vindicación de la muerte»[12], de la autoría de Beatriz Colombi. Aunque es un ensayo que trata sobre toda la presencia y trascendencia de Martí en Lezama Lima, el hecho de centrarse en el tema de la muerte del héroe lo vincula inalienablemente a los hechos que se tejen en los Diarios. La profesora argentina refiere que la mención de su persona es constante y ocupa una posición de privilegio cada vez que aparece en la obra de Lezama, iluminando los momentos culminantes de su reflexión sobre lo cubano / americano: «Tenemos entonces una imagen fragmentada, pero no fragmentaria: para Lezama, Martí es, por excelencia, un productor de cohesión, una luz de congruencia».[13] Colombi explica que Lezama para valorar a Martí parte de la visión de Darío sobre este, donde el poeta nicaragüense instala a Martí en una zona virtual donde es escuchado por un rey sabio —Otón—, haciéndole partícipe con ese gesto, de esa aristocracia intelectual que solo comparten los elegidos, «los raros». Lezama refrenda este imaginario dariano, que quiere ver a Martí sentado en el banquete cultural de los grandes, promovido a monarca de la poesía, ingresando en la casa de los dioses. Así, la imagen dariana le sirve de sedimento desde el cual proyectar otras analogías: Osiris, Ulises, Cristo, Quetzalcóatl, Hernando de Soto, unidas al destino martiano por las entrañables analogías del destierro, el descenso, el desembarco, la distancia, la resurrección o la muerte. Pero, a diferencia de la lectura de Darío, Lezama hablando de la muerte, habla de la vida y la resurrección; vindicación de la muerte, y este tema se vuelve tan obsesivo que ocupa, de una manera u otra, casi todas las páginas que dedica a Martí:
Con esta lectura del destino de Martí, que remite al ideologema cristiano del sacrificio de Jesús para la redención del mundo, Lezama revierte la versión de la muerte inoportuna, injusta o inmerecida, para volverla cardinal e ineluctable. Al interpretar la muerte como la prueba necesaria para trasmutar las imágenes en hechos, la despoja de su carácter conclusivo y trágico, para adjudicarle una potencialidad transformadora y conmutativa.[14]
Colombi en su trabajo va analizando la presencia de la figura de Martí en los diversos ensayos en que Lezama la alude, y para ello dedica acápites a cada una de las obras, donde resume y traduce a lenguaje comunicativo las fulgurantes imágenes de Lezama, para concluir refiriéndose a la idea de Lezama que afirma que para que el imaginario martiano se instalase en lo histórico había sido necesaria la propia muerte del héroe. La ensayista argentina se refiere también a la relación entre la muerte y el sujeto de enunciación en los Diarios:
El que va a morir, o el que camina entre los vivos, ya muerto, es el sujeto de la enunciación en los Diarios, por eso los adioses, las premoniciones («sé desaparecer», dice Martí), el desprendimiento de las cosas y los seres, la vuelta a la niñez como un estado de gracia: «Me siento puro y leve, y siento en mi algo como la paz de un niño». Lo que dice Martí en una carta que apoya la trascendencia de su obra y acciones: «Cuando yo ande muerto» (Carta a Gonzalo de Quesada, 1ro de abril de 1895): Martí acepta la muerte en vida y proyecta su vida en la muerte. El tópico de la pobreza y su gran incidencia en su imagen de Martí.[15]
Las valoraciones de Beatriz Colombi prueban la gran importancia que tienen las apreciaciones de Lezama sobre los Diarios de campaña para conformar su visión total y trascendente de la figura de Martí.
En 1997 la profesora universitaria Mirta Pernas vuelve a estudiar el tema que nos ocupa en su ensayo «Trascendencia de Martí desde la mirada poética de José Lezama Lima».[16] Allí se abordan varios asuntos, pero el tratamiento de los Diarios se erige en sinónimo de la trascendencia de José Martí. Advierte Pernas allí que en los Diarios se va del «hechizo» que parece nacer en las palabras de Martí, en el animismo de su lenguaje, al espacio, al paisaje verdaderamente «hechizado». Refiere que Martí en los Diarios, de simple observador y cronista de ese espacio, deviene su elegido para el acto magnífico de sacralización, y que parece entonces irse apoderando de la visión que le entregará las equivalencias y los prodigios de las leyes secretas de la imaginación, el rotar de la sustancia de lo inexistente, y corporiza la gravitación de que veinte años de ausencia equivale en esa sagrada sustancia de lo inexistente, a un remolino en la muerte.[17] Martí, por toda su obra, y, en especial, por la cristalización que se produce en los Diarios, donde se funde su existencia y creación, queda en el reino de la imagen —afirma Mirta—, por todas las razones que Lezama nos ofrece desde su peculiar perspectiva: la que deja individualmente en cada uno de nosotros; donde alcanza su más vital significado para nuestra historia; la sabiduría de su verbo que lo sitúa en el centro de apropiación de lo cubano más esencial, su capacidad, en fin, para enlazar la creación con la vida.[18]
Como ha notado inteligentemente la estudiosa, hay un hechizo y un misterio en los Diarios de Martí que los traspasa a todos, a todos sus exégetas, a Lezama, y por extensión poética y exegética, en este caso, a los ensayistas que han tratado la impronta de esta obra martiana en el propugnador de la teleología insular.[19] No otra cosa ocurre con la investigadora Carmen Suárez León, con estudios reconocidos en la bibliografía lezamiana[20], cuando en 2010 publica el ensayo «Ceremoniales de Lezama a los Diarios de Martí».[21] El acercamiento se dedica a demostrar y mostrar la importancia que para Lezama tenían los Diarios de José Martí, considerados por él como una especie de sumun y resumen de todo, avalado este hecho por una circunstancia específica: Lezama no dedicó un ensayo capital o definitivo al tema, como no lo hizo con la figura de Martí, pero su mención aflora en puntos altos de su ensayística para probar lo sagrado de su genealogía, no solo para el árbol de lo cubano sino también, y sobre todo, para la expresión americana. Expresa allí también que las cartas y mensajes del Martí del momento, dentro de su obra, son prolongaciones de los Diarios. Termina su esclarecedor ensayo afirmando que los Diarios son leídos por Lezama como un Enquiridión, como un libro talismán que enlaza todos los hilos de nuestra historia, de nuestra lógica, de nuestra fantástica cultura como una escritura trascendente y cifrada con las claves de nuestro pensar y de nuestro hacer. Redondea aún más esa visión sagrada la profesora universitaria y ensayista cubana Madeline Cámara[22] cuando califica a la lectura de Lezama sobre los Diarios de Martí como «lectura filosófico-religiosa». Y lo hace propiamente en el ensayo «José Lezama Lima y María Zambrano leen a José Martí».[23] Este es otro estudio sobre la recepción de la recepción de los Diarios, sobre lecturas profundas y esclarecedoras de Lezama y María Zambrano sobre dicha obra, que la incitan para, en un punto del ensayo, dejarse subyugar por la riqueza fundacional y literaria de los mismos, y conformar sus juicios sobre aquellos en aladas complacencia y profundidad exegéticas, donde también estudia las implicaciones del agua como personaje. Afirma que lo que une a las tres figuras es la condición de ser poetas filósofos, indagadores últimos de las leyes del universo. No puede sustraerse de valorar el ensayo de Ezequiel Martínez Estrada sobre los Diarios, que, sin duda, puedo decir que es uno de los que más me ha conmovido en la numerosa lista de acercamientos a tan importante creación. Nos aclara que Lezama reconoce a la naturaleza referida en los Diarios como «espacio gnóstico» —espacio que hereda lo anterior de su pasado colonial, pero lo asume de un modo creativo donde el hombre es el único y último instrumento de configuración formal— concepto que recrea la identidad latinoamericana, y en particular la cubana, liberándolas del servilismo a la imagen occidental. Concluye su agudo ensayo afirmando que tanto Lezama como la Zambrano no hicieron meros ejercicios de crítica literaria de los Diarios, sino «que fueron atraídos por él» y rescatan la singularidad espiritual de Martí, que ocupa un lugar central en la concepción del mundo de nuestro gran poeta, además de reconocer la presencia de lo místico en los Diarios de campaña y también en El presidio político en Cuba, cuya escritura mística —según ella—, consiste en deshacerse en lo que describe.[24]
Como corona de este altar tejido con nuevos conocimientos en torno a Lezama y los Diarios de campaña de José Martí se sitúa el ensayo de la profesora argentina Nancy Calomarde, «La barroca opacidad del Diario de campaña de José Martí»[25] porque, partiendo de un par de categorías del sistema poético lezamiano, clasifica al Diario de Cabo Haitiano a Dos Ríos como portador de una experiencia de tiempo hipertélico ( en el sentido de su dimensión de discontinuidad y punto de fuga), no teleológico (que implica una finalidad) como hacen muchas de las exégesis concebidas sobre los Diarios a lo largo de todo el camino de su recepción, porque habilita la experiencia del sujeto a una dimensión de discontinuidad, de un impulso presente atravesado por el anacronismo y la inminencia de la muerte: en ellos la relación vida-muerte está trastocada y los personajes son cuerpos, pero cuerpo-materia, en un entre lugar que modifica tajantemente el dualismo vida-muerte. Son cuerpos (amotinados) que han venido de la muerte, están heridos, mutilados, salvados. Son sobrevivientes o caminan hacia ella. Sobreviven en un espacio excedente entre la vida y la no vida, sobreviviente o condenado con el exceso que no puede ser asimilado y que fuerza a la rotura del pensamiento binario. Ese fragmentarismo asumido instantes previos a su final supone la falta (y la falla) de la palabra y la cancelación del relato: Martí escribe en el presente resistente de su muerte. Uno de estos puntos de fuga que se reproduce en la visión lezamiana de Martí es el nexo que establece entre Martí y Antonio Pérez, personaje del motín de Zaragoza.
El ensayo de Calomarde posee la doble condición de ser, por un lado, texto sobre la recepción de los Diarios por parte de Lezama y, a su vez, asiento que profundiza en las peculiaridades más singulares e insospechadas de dicha obra. Aunque hay que reconocer que en su ensayo hay cierta propensión a desconocer todo el ardor o el hervor de patria que destila Martí en enunciados comunicativos y también en las más elaboradas metáforas, y a colocar el texto martiano cerca de la teoría literaria, desconociendo la dinámica que en este sentido se establece en los Diarios. Se propone revisar la marca de la tradición barroca en los Diarios, atendiendo a ciertos elementos que lo configuran como texto opaco, entre los que sobresalen el fragmentarismo, el sensorium (sistema de percepción de un organismo donde experimenta e interpreta los ambientes en que vive) y la hipertelia. Afirma que Lezama no escribió un ensayo definitivo de Martí porque en ese mismo hecho él está exponiendo un síntoma de un malestar irresuelto dentro del canon cubano: la opacidad de la escritura martiana, es decir, su dificultad: es difícil y estimulante, como Lezama apunta en la primera frase de su ensayo «La curiosidad barroca» correspondiente a La expresión americana. Este exceso y dificultad vuelven al archivo martiano en Lezama, su huella barroca. Lezama lo ve como un exceso cubano. Por un lado ubica su escritura en el corazón mismo de la serie barroca americana y, por otro, lo hace dentro de la genealogía inventada y desplazada tanto de la serie de la cubanidad institucionalizada (Lo cubano en la poesía, Cintio Vitier, 1970) como del barroco histórico. Aunque este dispositivo disponga su montaje sobre la materialidad densa y conflictiva de la historia colonial americana, emerge como contradiscurso cultural en la medida en que se subleva frente a la historia de la conquista, y asume su condición colonizada para construir un proceso de subjetivación, desubjetivación en cuya base funciona la rebeldía como gesto de reconstrucción del «sujeto rebelde americano». Calomarde concluye reconociendo que en los Diarios se mezclan —como una monstruosidad (en su sentido de sin forma predeterminada o que utiliza distorsiones de la imagen)— las inconexas reflexiones sobre el destino de una nación con el impresionismo de una escritura que se sostiene en la descripción del paisaje, de las comidas o los personajes que rodean a su autor. En su arquitectura discursiva las oraciones muestran —yuxtaponen— los elementos de un modo casi cinematográfico, para conferir a la prosa una forma descentrada de los modelos que ha hecho que se vinculara a algunas de las formas de la vanguardia , tanto a nivel discursivo como en el planteo de la relación entre territorialidad y subjetividad —que elude la visión del paisaje como configuración espacial, y plantea la relación cuerpos y suelo desde la mera materialidad y desprovista de las metáforas del archivo nacionalista. Los Diarios proponen un giro en su excentricidad y en su exceso: algo que no puede ser asimilado a los modelos retóricos dominantes del modernismo ni del romanticismo; en otras palabras, esto es lo que conduce a la singularidad de los Diarios en la historia y la cultura cubanas: porque este texto propone una construcción del territorio insular cubano a contrapelo del registro historiográfico y ensayístico del discurso cultural.[26]
Así constatamos cómo la lectura de Lezama sobre Martí, calificada en la bibliografía sobre los Diarios por varios ensayistas como poética, ha desatado una visión diferente y en una nueva dirección, que ha mostrado en Calomarde la profundidad y objetividad del nuevo conocimiento.
Se prueba en este estudio que aunque no todos los ensayos referidos recogen el tratamiento de los Diarios por parte de Lezama propiamente en sus títulos, sí se reconoce en ellos la cardinalidad y singularidad de esta obra en la visión de Lezama sobre Martí, que se aleja de los enfoques románticos y modernistas, y se acerca a las modulaciones propias de la vanguardia. Los ensayos aquí estudiados han dado pruebas fehacientes de las eruditas maneras en que Lezama reconoce cómo en los Diarios se unen historia y poesía, y vida con literatura, enseñanza y argumento que, sin duda, está en la base de la concepción lezamiana acerca de la cultura como una segunda naturaleza, en la base de su poética que supone una ética y una interpretación de la cultura, y que miran, sin querer, hacia ese punto, hacia ese momento en que afirmamos que José Lezama Lima parte de las ideas que tenía José Martí sobre la poesía para multiplicarlas a manera de un iris.[27] En estas sabias y embebidas páginas sobre la lectura de Lezama de los Diarios de Campaña de José Martí han nacido aseveraciones de cualidades caleidoscópicas y catedralicias que los contemplan igualmente como texto fundador de la cubanidad, y como portador de una experiencia de tiempo hipertélico, porque habilita la experiencia de un sujeto a una dimensión de discontinuidad, y punto de fuga, representada aquí por la inminencia de la muerte y el fragmentarismo, lo que en otras palabras, ilumina la condición de clásico que ostenta esta obra de José Martí. Los Diarios se convierten, con semejantes aseveraciones ensayísticas, en punto culminante y cristalizador de la luminosa obra martiana. O, lo que es lo mismo, tales acercamientos nos ayudan a revelarlo, a desentrañarlo.
[1] Alessandra Riccio, ensayista italiana, profesora y traductora que fue por esa época corresponsal desde Cuba del diario L’Unita. Ha sido una relevante estudiosa de los procesos y figuras de la literatura latinoamericana contemporánea, con destaque en José Lezama Lima, Alejo Carpentier y Julio Cortázar.
[2] Este ensayo parece que se publicó a la vez en dos revistas. Por una parte en la revista Unión (2): 96-100, La Habana, abril-junio de 1985, y por otra, en el Anuario del Centro de Estudios Martianos, n. 8, La Habana, 1985, pp. 255-259.
[3] Alessandra Riccio: Ob. cit., Anuario del Centro de Estudios Martianos, pp. 256-257.
[4] Ibídem, pp. 257-258.
[5] Gustavo Pellón: «Martí y el uso figurativo de la historia», en Revista Iberoamericana, Pittsburg, 154, enero-mayo, pp. 77- 89.
[6] Ídem, p. 80.
[7] Amotinado español que le precede, quien fuera el poderoso secretario de Felipe II.
[8] The anxiety of influence, New York, Oxford, 1975.
[9] Claudia Caisso: «Entre las hojas del Diario de Martí», en Actas del Primer Congreso de Estudios Latinoamericanos. Homenaje a José Martí, Universidad Nacional, La Plata, Argentina, 1994, pp. 131-138. Claudia Caisso es poeta, crítica literaria y profesora de la Universidad de Rosario (Argentina) y estudiosa de la obra de José Lezama Lima.
[10] Ob. cit., p. 135.
[11] Ídem, p. 136.
[12] Beatriz Colombi: «José Martí en Lezama Lima: la vindicación de la muerte», en Actas del Primer Congreso de Estudios Latinoamericanos. Homenaje a José Martí, Universidad Nacional, La Plata, Argentina, 1994, pp. 201-217. La autora es Doctora en Letras, profesora de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires e investigadora del Instituto de Literatura latinoamericana de esa universidad.
[13] Ob. cit., p. 201.
[14] Ibídem, p. 204.
[15] Ídem, pp. 209-210.
[16] Mirta Pernas Gómez: «Trascendencia de José Martí desde la mirada poética de José Lezama Lima», en Anuario del Centro de Estudios Martianos, La Habana, 20, pp. 99-110. Recuerdo de aquellos días la gran insistencia de la doctora Ana Cairo —dada la importancia y complejidad del tópico tratado—, en que Mirta hiciera de este tema el objeto de su tesis doctoral, quien por entonces era docente de la Facultad de Artes y Letras de la Universidad de La Habana.
[17] Ob. cit., p. 108.
[18] Ibídem, pp. 108-110.
[19] En 1999 Esperanza López Parada repara en la importancia del hecho de la muerte de Martí sobre la valoración que hace Lezama de los Diarios de campaña, sin embargo le falta la comprensión luminosa de la centralidad del Diario y Martí como irradiadores de lo cubano: «En el sistema poético y órfico de Lezama Lima, las balas que derriban a Martí serían entonces lógicas y hasta previsibles. Algunos episodios del Diario adquieren bajo esta luz una resonancia de calvario o de ascensión depurada y sufrida que no podían desenvolverse de modo inocuo ante los ojos metafísicos o fabuladores de Lezama[…]. En todos estos casos, en todos estos ejemplos de recepción mística, la muerte —que es lo extratextual— acaba tejiéndose y entrometiéndose en el discurso, trabajando como un a priori del Diario o un horizonte al que el Diario se dirigiría para obtener de él su sentido, su valor, y su carácter. La muerte produce una plenitud de la escritura y desborda el horizonte abierto de los significados. Casi parece colmar un discurso, de otro modo latente y como paralizado. Morir no es sino el derramarse de un sentido que la vida aún contenía y maniataba. Esperanza López Parada: «Con todo el sol sobre el papel: Los Diarios de José Martí y la suerte contemporánea del género», en Anales de Literatura Hispanoamericana, 1999, 28, pp. 937-938.
[20] Carmen Suárez León: «Para leer al Lezama nuestro», en Revista de la Biblioteca Nacional José Martí (2): 220- 221, La Habana, mayo-agosto, 1988; «El dragón criollo de Lezama en la biblioteca francesa», en Revista de Literatura cubana (16): 331-337; oct- dic., 1990; Biblioteca francesa de José Lezama Lima. Bibliografía, Centro de Investigación y Desarrollo de la Cultura Cubana Juan Marinello, La Habana, 2003; «Lezama y Martí. Absortos en el espejo de sus apuntes», Unión, n. 70, La Habana, 2011, pp. 14-17.
[21] __________: «Ceremoniales de Lezama a los Diarios de Martí», en revista Honda, n. 30, La Habana, 2010, pp. 57-61.
[22] Profesora de Literatura latinoamericana de la Universidad del sur de la Florida.
[23] Madelín Cámara: «José Lezama Lima y María Zambrano leen a José Martí», en Anuario del Centro de Estudios Martianos, n. 41, La Habana, 2018, pp. 304-317.
[24] La estudiosa sugiere abiertamente un nuevo tema de investigación: «estudiar el arco perfectamente tendido como dos iluminaciones que nos dejó el primer texto martiano, El presidio político en Cuba, hacia el último, el Diario de campaña. Ambos pueden leerse como dos iluminaciones de la idea de Dios en Martí, donde se entregan claves de su ética y su misticismo», en Ob. cit., pp. 316-317.
[25] Nancy Calomarde: «La barroca opacidad del Diario de campaña de José Martí», en Revista Recial, vol. IX, n. 14, dic. 18, Córdoba, Argentina. La autora es profesora de Literatura latinoamericana de la Universidad Nacional de Córdoba y realizó su tesis doctoral sobre la Revista Orígenes.
[26] Véase Nancy Calomarde: Ob. cit., pp. 4-5.
[27] Véase Caridad Atencio: José Martí y Lezama Lima: la poesía como vaso comunicante, Centro de Estudios Martianos, La Habana, 2017.
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