II.Con Fina García Marruz es siempre hablar de poesía
En efecto, hay dos instancias genéricas en la prosa de Fina García Marruz, una ensayística y la otra no. Su ensayo, ese que no abordaremos y que consta de ejemplos muy especiales («Bécquer o la breve bruma» y «Notas para un libro sobre Cervantes»), constituye otra de las disyunciones cronológicas de la escritora. Porque ella sí que alcanza el género, pero como Martí, que operó las dos tradiciones, ya no a través de Montaigne, sino de Bacon. La vertiente ensayística de Francis Bacon fue la que evolucionó, en tanto forma genealógica, y se convirtió en la base del ensayo contemporáneo, tras el cambio de paradigma. Nuestra autora, pese a mantener en toda su obra una manifiesta preferencia por la descripción ideológica, cuando focaliza su función crítica y exhibe en el análisis la jerarquía de su mirada, suele implementar el patrón de Bacon como sistema argumentativo, usando la descripción ideológica como herramienta auxiliar. Fina es esa intelectual de hoy día que cuando encarna lo contemporáneo, lo hace porque reproduce el pasado, de modo que deja siempre un rastro de extrañeza y originalidad, muy difícil de estudiar. Una disonancia que actúa como imán para los lectores y como un delicioso ruido para la crítica, pues su gran mérito y enigma que le aporta su anacronismo, reside en este producir conocimiento de nivel ensayístico, secundario, con procederes cognoscitivos de nivel primario, poético.
La descripción ideológica, para el ensayo contemporáneo, deviene un proceso del razonamiento auxiliar y prescindible. Sin embargo, no es así para los géneros y subgéneros ubicados en el nivel primario, dígase la poesía, la narrativa, el periodismo y la publicidad; cada uno de ellos, con sendas diferencias formales, se articulan a partir de este recurso retórico-analítico. Los mencionados escritos de Fina García Marruz, no siendo ensayos, nos despiertan la duda sobre su identidad genealógica, sobre cuál de las etiquetas anteriores los contempla. Porque, no erremos, si ocurre en efecto, que las líneas de sistematización de los procesos cognoscitivos se analogan a las categorías genéricas, para dar cuenta de las particularidades de la información procesada, cada enunciado escrito u oral, en tanto información procesada, responde a una forma genérica. Cada enunciado proyecta un tipo específico de conocimiento que se identifica con la forma de un género.
En realidad, toda su obra, tanto sus poemas como sus críticas y ensayos, sin eludir cada uno su función particular, acogen un centro común, irradiador, desde donde se explaya siempre su mirada, el de su pasión por el conocimiento poético. De ahí las relaciones tan transparentes entre su poética implícita y entre su obra poética y su obra crítica y ensayística (…) por lo que resulta imposible confinarlas dentro de una poética solitaria o excluyente, y sus prosas y versos, sea cual sea su inmediata función, acojan siempre una cualidad y una calidad poéticas1.
Pretender una duda hacia la clasificación genérica de esta prosa de la origenista se me ha revertido como un artificio pueril. Fina García Marruz es, esencialmente, poeta. Aunque valdría aclarar, en pos de sistematizar esa esencia, que existe una distinción importante entre el conocimiento poético y el pensamiento poético. Jorge Luis Arcos los refiere como sinónimos, pero semejante fusión nos conduciría a creer, desde nuestra plataforma teórica, que Fina García Marruz nunca ha escrito ensayos; afirmación, desde luego, incierta. El pensamiento poético es el proceder lógico que funciona como otro de los elementos actuantes en la producción del conocimiento poético. El conocimiento poético, por su parte, deviene el producto de aquel proceso, su resultado. El pensamiento poético integra toda la obra de Fina García Marruz, pero el conocimiento poético sólo su poesía. De modo que si detectamos la presencia del conocimiento poético en sus trabajos en prosa, estamos afirmando la pertenencia de los mismos al género poesía. Sólo la poesía, en tanto género productor de la información en un determinado nivel, es capaz de producir conocimiento poético.
El conocimiento poético en la obra de la origenista se compone de dos piezas cardinales, la descripción ideológica, que resulta la expresión retórica del proceso analítico, y la lógica emocional, que determina los dos procesos típicos de la poesía: el de producción de signos, a través de la abducción, y el de construcción de signos, mediante la representación icónico-analógica. Como hasta el momento hemos ahondado bastante sobre los mecanismos de la descripción ideológica y su plasmación en los textos, nos centraremos en los ardides del pensamiento poético, concepto marco de lo que hace un momento denominamos lógica emocional. A grandes rasgos y para simplificar la explicación, tomaremos el binomio pensamiento poético versus pensamiento analítico, para esquematizar los dos grupos de estudio: poesía, pensamiento poético y lógica emocional en oposición a ensayo, pensamiento analítico y lógica analítica.
La idea poética, a diferencia de la idea filosófica, no es agotada nunca por aquello que la expresa. Sabemos cuál es por ejemplo, la teoría de las ideas de Platón una vez que nos ha sido expuesta. Esta se despliega toda ante nuestros ojos, vemos dónde empieza y dónde termina, podemos recorrerla sin que una vez conocida nos quede más que saber de ella. Pero la poesía, como la vida misma, nos pone delante a la naturaleza en estado de misterio. Así leemos un poema y aun cuando podemos aislar perfectamente su sentido sentimos que sobreabunda con respecto a él y que su todo nos conmueve con algo que no está contenido en la suma de sus partes. Así la poesía puede ser especificaciones del pensamiento o de la idea, en tanto que la poesía puede ser estudiada en sus especificaciones pero no consiste esencialmente en ellas, sino en su inasible misterio2.
Una de las características más llamativas de Fina García Marruz y acaso la más reveladora para nuestros propósitos radica en esa conciencia que ella posee sobre su propia práctica y sus posicionamientos ideoestéticos. Sólo debemos sentarnos a leer para percatarnos de que la idea filosófica, como ella la define, aparece ocasionalmente en su prosa y siempre originada por la focalización de la función crítica. Así como se puede aseverar que la autora se resiste al nuevo paradigma, no por simplicidad o desacierto, sino para mantener la coherencia de su cosmogonía, también podemos reconocer que ella es consciente de que está haciendo poesía cuando escribe textos como «Hablar de poesía».
La poesía no estaba para mí en lo nuevo desconocido sino en una dimensión nueva de lo conocido, o acaso, en una dimensión desconocida de lo evidente (…) La poesía para mí, la viviente y la escrita, eran una sola, estaban allí donde se reunían los tres tiempos de la presencia, la nostalgia y el deseo, sobrepasándolos, encendiendo no sé qué sed3.
En estas conceptualizaciones de la escritora hay una voluntad de imprecisión, de evidenciar la imposibilidad de aprehender el objeto de análisis que no concilia con la función crítico-teórica que algunos académicos le adjudican al discurso de este texto y que podría justificar el edicto de ensayo para «Hablar de poesía». Por el contrario, estas mismas conceptualizaciones desde una perspectiva formal, hacen gala de aquellos rasgos de la idea poética expuestos por Fina: «sobreabundancia», «estado de misterio», «de incertidumbre», «un desorden de los sentidos». Desde una lógica analítica, el contraste entre «una dimensión nueva de lo conocido» y «una dimensión desconocida de lo evidente» es vacuo, plantea un disensión entre dos conjuntos donde el primero incluye al segundo. Para el juicio analítico que sostiene al género ensayo resulta improcedente. Asimismo, ese lugar metafórico donde ella ubica la poesía y que sobrepasa los tres tiempos (pasado, presente y futuro) deviene un no-lugar, sublime pero inarticulado. Como no existe proyección humana fuera del tiempo, la metáfora se muestra sin un soporte para su propia deconstrucción interpretativa; por lo cual, analíticamente, también figura una afirmación inapropiada. Estas proposiciones no buscan sistematizar ni deconstruir el concepto de poesía, pretenden despertar un estado emocional, uno de «sobreabundancia», «de misterio» y «de incertidumbre», llegan, incluso, a declararlo: «encendiendo no sé qué sed». La verdadera idea que Fina García Marruz procura trasmitirnos es la de la trascendencia de la realidad, luego, para que la comprendamos, ha de hacérnosla sentir.
He aquí el intríngulis de la lógica emocional. El pensamiento poético convence por empatía emocional, porque se produce una identidad en los procesos emotivos que establecen las premisas fundamentales de la reflexión, a decir del biólogo chileno Humberto Maturana, se crea un dominio de acción común, muy necesario en cualquier acto de convencimiento o comunicación. Ese estado emotivo, reitero, impone los axiomas que conducen a la creencia en lo que se afirma, «las premisas fundamentales que constituyen un dominio racional las aceptamos a priori, porque queremos hacerlo, porque nos gustan»4, porque a ello nos impulsa un estado emocional. La lógica emocional no precisa mostrar argumentos ni pruebas, porque trabaja directamente con la experiencia, reformulándola. Recreando el estado emocional que produce la experiencia para que el lector se convenza de la existencia de la causa al experimentar sus efectos. Una lógica esta infalible, pues, sin menoscabarse, puede prescindir de la existencia misma de la causa. Y, no nos engañemos, ese es el poder de la poesía y la única lógica aplicable a una idea como la trascendencia.
Ideas tan profundas y sentidas como las de «Hablar de poesía» y «Lo exterior en la poesía», no habrían podido producirse dentro de otro género ni con una lógica analítica. Son estos los límites del ensayo. El conocimiento poético, porque proviene de la intuición y trabaja con esos elementos aleatorios que el azar no le revela a los sistemas de la razón, es el que más hondo cala y aquel que siempre estará en la raíz de los grandes descubrimientos de la humanidad.
Fina García Marruz, en muchos de sus discursos, no está escribiendo ensayo. Pensar lo opuesto, afirmar que es un estilo, una cadencia y un lirismo que, por fuerza de expresión, alcanza su ensayística, equivale a malinterpretar su extraordinaria contribución: la poesía también es un espacio para las arduas elucubraciones. Fina puede que transforme el ensayo, no lo sé, pero lo que definitivamente desautomatiza es la poesía. Entender la poesía como una extensa y compleja reflexión, irreverente al molde estrófico y al metro, sin su extremada síntesis y volcada a la idea misma, a su arquitectura lógico-emotiva, constituye el tributo más significativo que nos dispensa esta autora. Una poesía donde no es el lenguaje ni la hipercodificación de la forma ni el atavío de la imagen quienes provocan la emoción estética, sino la idea. Los procesos de estetización se enfilan al acicalamiento de la idea, a conjugar sus partes y elementos formadores para desplegar aquel razonamiento único con que obra la lógica emocional. Pareciera un gesto vanguardista el que le pone aspecto y sabor de ensayo a lo que jamás será otra cosa que poesía, al artefacto creado para producir sólo conocimiento poético. Pareciera un juego su falta de confesión.
El secreto de esa precoz maestría estaba en la ocultación artesana del mecanismo que la había hecho posible, como sólo deja ver el relojero de su trabajo la limpia esfera de los números y no las piecesillas invisibles conque logró puntuar la devoradora huida del tiempo5.
Notas:
- García Marruz, Fina. «Ese breve domingo de la forma». En: Hablar de poesía, Editorial Letras Cubanas, La Habana, p.396, 1986.
- Arcos, Jorge Luis. «Obra y pensamiento poético en Fina García Marruz». En: Revista Iberoamericana, Núm. 152-153, julio-diciembre, p. 1198, 1990.
- García Marruz, Fina. «Notas para un libro sobre Cervantes». En: Orígenes, Núm. 24, p. 44, 1949.
- García Marruz, Fina. «Hablar de poesía», Hablar de poesía, Editorial Letras Cubanas, La Habana, p.433, 1986.
- Maturana Romesín, Humberto. Emociones y lenguaje en Educación y Política, Ediciones Dolmen Ensayo, p. 45, 2001.
Bibliografía:
- Arcos, Jorge Luis. «Obra y pensamiento poético en Fina García Marruz». En: Revista Iberoamericana, Núm. 152-153, julio-diciembre, 1990.
- García Marruz, Fina. Hablar de poesía, Editorial Letras Cubanas, La Habana, 1986.
- ……………………….. Ensayos, Editorial Letras Cubanas, La Habana, 2008.
- ……………………….. «Notas para un libro sobre Cervantes». En: Orígenes, Nᵒ 24, 1949.
- Landa, Josu. «Montaigne: contra el discurso vacío». En: Ensayo, simbolismo y campo cultural, Universidad Nacional Autónoma de México, México DF, pp.40-50, 2003.
- Maturana Romesín, Humberto. Emociones y lenguaje en Educación y Política, Ediciones Dolmen Ensayo, 2001.
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