Tras haber obtenido el Premio Fundación de la Ciudad de Matanzas en 2012, y ver la luz un año más tarde por la editorial local, el libro titulado A Puerto Blanco no llegan las lluvias, de Carlos Zamora Rodríguez, fue incluido en 2019 para su publicación en la Colección Veintiuno de la editorial Gente Nueva, prestigiosa selección que continúa dando de qué hablar, a cargo de su fundador, el también escritor, periodista, investigador y promotor Enrique Pérez Díaz. Y, ciertamente, el autor matancero nacido en 1962, ofrece en este texto una narración merecedora de tamaños reconocimientos.
La especialista Denise Ocampo Álvarez, en su Tesis en opción al grado científico de Doctor en Ciencias Lingüísticas, titulada Regularidades semántico-discursivas de la manifestación de la carencia material y la desigualdad social en la narrativa infantil y juvenil cubana, de los noventa a 2012, incluye el presente volumen en su análisis, al cumplir con los preceptos a examinar en su estudio y con las líneas temáticas que caracterizan la escritura de estos tiempos para la infancia y la juventud, donde el realismo y la verosimilitud priman sobre la fantasía. Estas características se mantienen también como sello distintivo de las publicaciones de la colección, y así se inserta en la corriente literaria de avanzada del país y del mundo en cuanto a las letras dedicadas a la niñez y la adolescencia. Se corresponde con los paradigmas más recientes acerca de la concepción actual de infancia y de la literatura creada para esta etapa, como portadora de recursos para una participación más activa y consciente de los menores en el mundo que les ha tocado vivir, al decir de la autora. No se exponen en ella soluciones mágicas, lo cual refuerza la función gnoseológica de la lectura en consonancia con el derecho de los niños a la información, a su entendimiento y a su actuar en consecuencia. A la vez, en esta manera de narrar, destaca una casi nula presencia de valoraciones positivas o negativas sobre los personajes, y una escasa descripción explícita de rasgos físicos, estéticos, intelectivos y emocionales, salvo los imprescindibles para la completa apropiación de la diégesis. De esta manera, se aprecia un reconocimiento de la capacidad del lector para construir sentido durante la lectura, y así se constata en las siguientes líneas extraídas del volumen:
Papá está cada vez más delgado, pero yo creo que todos lo estamos. Sólo a mamá parece no molestarle, porque ha logrado ponerse dos vestidos que no le servían desde el verano pasado.
Los vecinos están molestos. Desde que cerraron los kioskos del parque, ya nunca más vendieron helados ni galleticas dulces, y ahora los niños no tienen qué merendar en las tardes. Por eso estamos todos más flacos, dicen, pero yo creo que es por la tristeza.
Antes, en Puerto Blanco, la gente se reía más. Claro, también llovía. Y hace muchos meses que no cae una gota. Dice mi papá que eso es peor que la crisis.
— ¿Y qué es una crisis?
— Pues, una crisis —ha dicho mi padre— es como la sequía de las máquinas. Que el central, por ejemplo, tuviera que parar porque no le traen suficiente caña para moler. Y si no puede moler, pues no hay azúcar, y si no hay azúcar, no hay helados ni galleticas… y si no hay helados ni galleticas, hay que cerrar los kioskos…
El escenario donde se desarrolla el argumento es un hogar tradicional donde los padres han comenzado a distanciarse por distintas causas, desde las personales hasta las económicas. Los infantes protagonistas exhiben un distanciamiento con respecto a las carencias de su propio hogar y, aún a pesar de experimentarlas, no se perciben a sí mismos como afectados debido a que los adultos maniobran a diario su comportamiento para proveer a su descendencia con los beneficios posibles o las soluciones en sustitución, aderezadas con historias llenas de humor y ternura. Esta posición coincide con la noción de una niñez que ocupa un lugar preponderante y especialmente protegido a nivel social y familiar. Muy al contrario: se preocupan por la situación de la pareja que integran sus padres, por la enfermedad de la abuela, y piensan en asuntos quizás alejados de los intereses de estas edades en otras épocas, como la separación, la soledad y la muerte.
Tomando como guía los aspectos propuestos por la lingüista en su investigación sobre la percepción de este libro, puede observarse cómo, efectivamente, se enriquece la historia principal con derivaciones narrativas en su interior, relacionadas con cuentos folclóricos, literatura cubana antigua y reconocida (con mención incluida de autores relevantes, por ejemplo: José Martí), fábulas y leyendas populares de transmisión oral, y otros recursos presentes en la participación casi constante del padre archivero, quien cada noche antes de dormir les nutre culturalmente con uno de sus relatos. La madre, en cambio, se presenta más distanciada debido a su intenso trabajo como médico, que le impide compartir la mayor parte del tiempo en familia. Así se presenta también un entorno donde, a la inversa de otros tiempos, es la figura paterna quien desempeña mayormente las labores del hogar y el cuidado de los menores, en contraposición con la materna, cuya profesión exige un compromiso casi total, y cuya ausencia tiene un coste que el resto de la familia trata de equilibrar.
Además de estos aspectos señalados en el citado estudio, hay que destacar que en el plano simbólico se manejan distintos conceptos. Uno de los más efectivos es el de los fenómenos naturales, en especial, la lluvia, que da título al texto y constituye un leit motiv a través de la lectura. Aparece como sinónimo inequívoco de la abundancia y la felicidad, y por ende, en su ausencia (sequía) se resienten todos los seres vivos de la pobreza, el hambre y sus efectos, evidentes en las personas, en sus frustraciones y desesperación. Paralelamente, la presencia o ausencia de la lluvia se enfoca con un cierto propósito de humanizar la naturaleza, al ser esta «generosa» con el ser humano, a pesar de las conductas irresponsables que mantiene hacia ella, lo cual se hace palpable en los distintos cuentos que les hace el padre a los niños, cuyos protagonistas (cangrejos, perros, ballena, animales del zoológico) sufren la acción humana desfavorable. Esta relación hace que el lector, al igual que los personajes principales, sienta que la vida es como un todo, que cada acción individual, en pequeña escala, repercute a macroescala; y se transpira en esta visión holística una cierta responsabilidad depositada en esa infancia como esperanza para el futuro, tal y como escribiera el citado Héroe Nacional cubano.
Otra de las ideas persistentes en el libro es la inconformidad de los menores con el mundo adulto que les han impuesto, el cual ya ni sus autores pueden cambiar:
Hoy es lunes, el día más pesado de la semana. A Mariana y a mí nos cuesta mucho levantarnos y aunque nunca hemos llegado tarde a la escuela, es el día que más tenemos que correr. Ojalá tuviéramos más sábados y domingos o más vacaciones, pero creo que eso no lo pueden conseguir ni los mayores. Es algo que está ya decidido.
Es tema recurrente en la literatura actual para las edades tempranas la protesta y el ataque más o menos frontal hacia un mundo absurdo que no ha sido bien diseñado históricamente, y esto es un guiño que homenajea a clásicos muy conocidos como Alicia en el País de las Maravillas y Alicia en el País del Espejo, de Lewis Carroll, y Peter Pan y Wendy, de James Matthew Barrie, donde la crítica de los esquemas sociales establecidos se respira entrelíneas.
La dramaturgia, por otra parte, es un elemento altamente logrado. Varios puntos de giro van configurándose de manera ascendente a través de los diecisiete capítulos hacia un clímax emotivo y una resolución protagonizada por la anciana Emelinda. Este personaje de aparición intermitente se erige como símbolo de la historia y del mantenimiento de las raíces necesarias para el crecimiento de una comunidad integrada por familias e individuos que deben interesarse en sus orígenes para poder continuar la vida. Tal es otro de los más valiosos mensajes implícitos en A Puerto Blanco no llegan las lluvias, de Carlos Zamora, donde el valor de la unión familiar y social, el respeto hacia sí mismo y hacia los demás, y el poder fundacional del amor son temas que invitan a una lectura profunda a la vez que divertida, con la esperanza de que todo pueda terminar mucho mejor de lo que comenzó.
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Te invitamos a descargar en nuestro Portal, de manera gratuita, otro de los libros de Carlos Zamora: La noche de Judas.
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