Con justicia se le reconoce a Nicanor Parra la paternidad de la antipoesía en nuestra lengua, pues fue el primero que utilizó el término como título de uno de sus libros: Poemas y antipoemas (1954). También por la asunción temprana y consecuente de sus pautas compositivas. Pero ya antes que él (se puede verificar) nuestro compatriota José Zacarías Tallet, había pulsado la cuerda de esos desenfados y protagonismos humildes. Recordemos sino este fragmento de nuestro compatriota: «Hay poesía en una bicicleta/ y en la barriga de un burgués…/hay poesía en la rumba de un esqueleto/ y hay poesía en las gallinas cluecas/ y en las blasfemias de un carretonero./ Mas la cuestión es dar con ella!».[1]
Pero tampoco Tallet fue el único que se anticipó. Hoy me detengo un tanto en la obra de otro gran creador, Carlos Drumond de Andrade, también temprano cultivador del decir del hombre común.
La economía de recursos, la laxitud tropológica, el desdén por la retórica son algunas de las marcas estilísticas definitorias de lo que, a la larga, se identificó también, una vez rebasados los primeros arrebatos, como coloquialismo. Un mensaje al parecer directo, pero cargado de connotaciones y subtextos, casi siempre dentro de una enunciación ingeniosa e irónica, signó aquellos modos de hacer.
Carlos Drumond de Andrade nació en Itabira (Minas Gerais, Brasil), en 1902 y falleció en 1987. De él se afirma que en sus inicios transitó por la ruta modernista. Su primer libro, Alguma poesía (1930), quizá respondiera a aquellos modos, pero con bastante rapidez se desprendió de ellos para adentrarse en el estilo descrito, al que podríamos extraerle, como valor agregado, un fino costumbrismo. Comparemos un texto de Parra con otro de Drumond:
Del chileno: «Advertencias»:
Se prohíbe rezar, estornudar
Escupir, elogiar, arrodillarse
Venerar, aullar, expectorar.
En este recinto se prohíbe dormir
Inocular, hablar, excomulgar
Armonizar, huir, interceptar.
Estrictamente se prohíbe correr.
Se prohíbe fumar y fornicar.[2]
Del brasileño: «Política literaria»:
El poeta municipal
discute con el poeta provincial
cuál de ellos es capaz de vencer al poeta
federal.
Mientras tanto el poeta federal
se saca oro de la nariz.[3]
Resulta fácil identificar similitudes, sobre todo en la ironía y la remisión a la vida cotidiana, lejos ya de los asuntos trascendentes del modernismo, el romanticismo y el neoclasicismo. La poesía de nuestra América, desde temprana fecha, pero especialmente en la segunda mitad del siglo XIX y todo el XX, marcó distancia con las pautas imitativas de lo que en Occidente establecía cánones. Las diferencias socioeconómicas, históricas y hasta étnicas de nuestra masa humana, fueron conformando unos imaginarios que tuvieron con el modernismo lo que podríamos llamar el grito de independencia estético, sobre todo porque la cansada cultura dominante debió reconocer en aquellas pautas, no solo la paternidad de una nueva expresividad para la poesía, sino también a los cultores más destacados.
Aunque el modernismo más radical, a lo Rubén Darío —figura emblemática del movimiento en poesía— se solazó aún en los ambientes palaciegos y galantes, el algoritmo retórico que inauguró portaba con fuerza la subjetividad latinoamericana, y precisamente por eso fue que devino, en las voces de otros cultores, modo de expresión más cercano a la vida cotidiana. Si lo estudiáramos como evolución no resultaría aventurado afirmar que la antipoesía, como reacción, constituye una continuidad de la ruta abierta por el modernismo.
De la obra de Carlos Drumond de Andrade opinó Soledad Puértolas: «Renovó la poesía en lengua portuguesa, dándole un tono directo, conciso, exquisito, y supo expresar el desconsuelo del vivir de una forma escueta, sin concesiones, tan cerca de la más absoluta desesperanza como del humor»[4]. De manera especial uno de sus textos, el denominado «Cuadrilla», ejemplifica esas afirmaciones:
Joâo amaba a Teresa que amaba a Raimundo
que amaba a María que amaba a Joaquim que amaba a Lili
que no amaba a nadie.
Joâo fue a los Estados Unidos, Teresa al convento,
Raimundo murió en un accidente, María quedó tía,
Joaquim se suicidó y Lili se casó con J. Pinto Fernandes
Que no tenía vela en este entierro.[5]
Existe consenso en que ya desde su segundo libro, Brejo das almas (1934) se aprecian en Drumond los propósitos de una poesía donde se acentúan el humor y la expresión de un estoicismo cuya enunciación más frecuente la define el relato irónico, a veces burlesco, como en el texto suyo que acabo de citar. En el poema «Sentimental», por otra parte. Además del trasfondo humorístico (de autoburla), de lo lúdico y la permanente sensación de fracaso que se respira en toda su obra, podemos advertir algo de crítica social:
Me pongo a escribir tu nombre
con fideos de letritas.
En el plato, la sopa se enfría, llena
de escamas
y acodados en la mesa todos contemplan
ese romántico trabajo.
Desgraciadamente falta una letra
¡una letra solamente
para acabar tu nombre!
-¿Estás soñando? ¡Mira que la sopa se enfría!
Yo estaba soñando…
Y hay en todas las conciencias este cartel amarillo:
«En este país está prohibido soñar».[6]
Si pensamos en el Brasil actual, ese último verso podría entenderse como premonitorio, solo que, lejos de referirse a un mal coyuntural, el poeta se está apropiando de una de las esencias que han marcado, desde los tiempos de la colonia, el destino de las personas de nuestros países.
Entre sus otros libros podemos destacar los volúmenes de poesía: Sentimento do mundo (1940), Poesías (1942), A rosa do povo (1945),Claro enigma (1951), Fazendeiro do ar (1954), Poemas (1959), Liçao de coisas (1962), Versiprosa (1967), Menino antigo (1973) y As impurezas do branco (1973), a los que se les unen varios de prosa. En todos se aprecia, como se afirma en algunos sitios que ofrece un modelo tanto del lenguaje coloquial brasileño como del lenguaje literario moderno.
La Casa de las Américas, en nuestro país, publicó hace varias décadas una selección de la poesía de Carlos Drumond de Andrade. Como toda poesía auténtica y vigorosa, aún les habla a los lectores de hoy. Se agradecería una nueva edición.
(Santa Clara, 5 de abril de 2020)
[1] Citado por Helio Orovio: «Tallet y la antipoesía», Librínsula, la isla de los libros [en línea], disponible en: www. librínsula.bnmj.cu/secciones/252/expediente/252-exped-1.html.[fecha de consulta: 3 noviembre 2013].
[2]Nicanor Parra: «Advertencias» [en línea], disponible en: Centro Virtual Cervantes https://cvc.cervantes.es/literatura/escritores/parra/antologia/advertencia.htm, [fecha de consulta, 4 de abril de 2020]
[3]Carlos Drumond de Andrade: «Política literaria», [en línea], disponible en: https://lapoesiaalcanza.com.ar/poemas/787-carlos-drummond-de-andrade, [fecha de consulta: 5 de abril de 2020].
[4]Soledad Puértolas: «La herencia literaria de Drumond de Andrade» El País, 22 de septiembre de 1987, https://elpais.com/diario/1987/09/23/cultura/559346406_850215.html
[5]Carlos Drumond de Andrade: «Cuadrilla», [en línea], disponible en: http://salmoscompulsivos.blogspot.com/2007/08/poemas-de-carlos-drummond-de-andrade.html, [fecha de consulta: 5 de abril de 2020]
[6]Carlos Drumond de Andrade: «Política literaria», [en línea], disponible en: https://lapoesiaalcanza.com.ar/poemas/787-carlos-drummond-de-andrade, [fecha de consulta: 5 de abril de 2020].
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