
Concepción Arenal nació en Ferrol, La Coruña, España, el 31 de enero de 1820, hija de María Concepción de Ponte y don Ángel de Arenal, ambos miembros de familias ilustradas gallegas y de Santander. La escritora heredó de su padre el mantenerse firme en sus convicciones y luchar por lo que consideró justo. Sin embargo, las relaciones entre madre e hija no fueron muy armoniosas, pues cuando la muchacha decidió realizar estudios superiores, la madre no estuvo de acuerdo.
De una enorme curiosidad intelectual y ansias de saber, Concepción Arenal, aprendió de manera autodidacta el italiano y el francés. Además, era aficionada a leer sobre ciencias y filosofía.
En 1840 viaja a Armaño para asistir a su abuela enferma, Jesusa de la Cuesta, circunstancia que le permite poner distancia entre su madre y ella. Concepción Arenal está claramente decidida a llevar a cabo su aventura y, por ironías del destino, el fallecimiento de su abuela ese mismo año, recayendo sobre ella la herencia familiar, y el de su madre en 1841, facilita su pretensión.
A los veintiún años Concepción Arenal es dueña absoluta de su destino, poniendo en práctica aquellos proyectos a los que su madre se había opuesto con fuerza. Durante tres cursos consecutivos para poder ingresar como oyente en la Facultad de Derecho de la Universidad Central de Madrid tuvo que disfrazarse de hombre, se cortó el pelo, vistió levita, capa y sombrero de copa.
Al descubrirse su verdadera identidad intervino el rector. Tras un examen satisfactorio fue autorizada a asistir a las clases, cosa que hará desde 1842 a 1845.[1] Y aunque no realizó exámenes, ni alcanzó a terminar la carrera, la experiencia sí enriqueció y afianzó su interés por las cuestiones penales y jurídicas.
En la Universidad conoce a Fernando García Carrasco, con quien contrae matrimonio el 10 de abril de 1848, a pesar de los casi quince años que la separan de este abogado y periodista. Hombre avanzado para la época, que supo entender con total perfección las aspiraciones de Concepción Arenal y contempló a su esposa desde el verdadero plano de igualdad, pues siempre admitió que le acompañase vestida de hombre a las tertulias del café Iris o que aportara al hogar las ganancias de un trabajo remunerado.
El matrimonio tuvo tres hijos, de los que sobrevivieron los dos menores, Fernando (1850) y Ramón (1852), pues la mayor, Concepción (1849), falleció a los dos años de edad.
Después de casarse Arenal escribe algunas composiciones poéticas, tres obras de teatro — Un poeta, La medalla de oro y Dolor y misterio—, una zarzuela —Los hijos de Pelayo—, una novela que no se ha conservado —Historia de un corazón— y sus Fábulas en verso (1851). En 1855 junto a García Carrasco comienza a colaborar en La Iberia, periódico liberal fundado por Pedro Calvo Asensio en 1854 y que gozará de gran prestigio hasta su desaparición en 1898.
La colaboración de Concepción Arenal se inicia el 28 de julio de 1855 con el primero de una serie de siete artículos que llevan como título Watt, su vida y sus inventos. La prosa de la autora en estos textos es sobria, pues le preocupa, sobre todo, conseguir una exposición clara que ponga de relieve la importancia del hombre que contribuye a hacer progresar la sociedad a la que pertenece.
Concepción y Fernando comparten el trabajo en el periódico La Iberia y tras la muerte de él, el 10 de enero de 1857, la redacción de los editoriales que realizaba García Carrasco, y que aparecen sin firma, recae en Concepción Arenal.
Viuda y con dos hijos (Fernando, 1850 y Ramón, 1852), se trasladó a la localidad cántabra de Potes, donde conoció a un joven músico, Jesús de Monasterio, alumno de Santiago Masarnau Fernández, primer presidente de las Conferencias de San Vicente de Paúl. Monasterio —joven de fuertes convicciones católicas—, fue quien interesó a Concepción Arenal en las actividades humanitarias llevadas a cabo por esta sociedad influyendo para que finalmente Arenal decidiera fundar, en 1859, el grupo femenino de las Conferencias de San Vicente de Paúl en Potes.
A partir de entonces la autora inició una intensa actividad llevada por su preocupación social y humanitaria.[2] Fruto de su experiencia dentro de la Sociedad de San Vicente de Paúl es su obra La beneficencia, la filantropía y la caridad (1861)[3], que dedicó a la condesa de Espoz y Mina y que presentó al concurso convocado por la Academia de Ciencias Morales y Políticas, bajo el nombre de su hijo Fernando.
Después de varias contradicciones y conflictos por los métodos que usó para participar en dicho concurso, su trabajo resultó premiado. Así se convirtió en la primera mujer premiada por la Academia.
Poco tiempo después publicó Manual del visitador del pobre, obra que fue traducida al polaco, al inglés, al italiano, al francés y al alemán. La obra llamó la atención de Antonio de Mena y Zorrilla, director general de Establecimientos penales, y Rodríguez Vaamonte, ministro de Gracia y Justicia en el gabinete del presidente Joaquín Francisco Pacheco, por lo que este último nombró a Arenal «inspectora de las cárceles de mujeres en 1864», siendo la primera mujer que recibió el título de visitadora de cárceles de mujeres, cargo que ostentó hasta 1865.
Posteriormente publicó libros de poesía y ensayo, como Cartas a los delincuentes (1865); Oda a la esclavitud (1866) —que fue premiada por la Sociedad Abolicionista Española de Madrid—; El reo, el pueblo y el verdugo o La ejecución de la pena de muerte (1867). En 1868, fue nombrada inspectora de Casas de Corrección de Mujeres y tres años después, en 1871, comenzó a colaborar con la revista La Voz de la Caridad, de Madrid, en la que escribió durante catorce años sobre las miserias del mundo que la rodeaba.
En 1872 fundó la Constructora Benéfica, una sociedad dedicada a la construcción de casas baratas para obreros. También colaboró organizando en España la Cruz Roja del Socorro, para los heridos de las guerras carlistas, al frente de un hospital de campaña para los heridos de guerra en Miranda de Ebro. En 1877, publicó Estudios penitenciarios. En 1889 se trasladó a la ciudad de Pontevedra, donde vivió hasta 1890 y donde impulsó, en su propia casa del número 27 de la calle de la Oliva, una prestigiosa tertulia de intelectuales.
Concepción Arenal es una de las pioneras del feminismo en España. Su primera obra sobre los derechos de la mujer es La mujer del porvenir (1869), en la que critica las teorías que defendían la inferioridad de las mujeres basada en razones biológicas. Otras de sus obras son La voz que clama en el desierto (La Coruña, Tipografía de la Casa de Misericordia, 1868) y Examen de las bases aprobadas por las Cortes, para la reforma de las prisiones (Madrid, Imprenta de la Revista de Legislación, 1869), entre otras.
Arenal falleció el 4 de febrero de 1893 en Vigo, donde fue enterrada. En su epitafio figura el lema que la acompañó durante toda la vida: «A la virtud, a una vida, a la ciencia».
[1] Nash, Mary y Ana Isabel Álvarez González (2002): Seneca Falls. Un siglo y medio del Movimiento Internacional de Mujeres y la lucha por el sufragio femenino en España. Guía didáctica, Gobierno del Principado de Asturias.
[2] Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes: Biografía de Concepción Arenal.
[3] En este trabajo señala el influjo de la religión católica en el desarrollo del espíritu de beneficencia.
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