En el año de 1899, tan difícil para la historia y la cultura insular, se publicó en La Habana el texto de Concepción Boloña, La mujer en Cuba. Aparece este libro con el objetivo de recaudar parte de sus fondos para el asilo Huérfanos de la Patria que tuvo a su cargo, en los primeros momentos, a la también escritora y periodista Aurelia Castillo. Pero lo que más llama la atención es que la autora dedica el libro «A los héroes de nuestras libertades». Por lo tanto, Concepción Boloña ha asumido a Cuba como suya y se ha identificado plenamente con las luchas independentistas al llamarse así misma cubana como se observa en la dedicatoria a Máximo Gómez: « ¿Quién mejor que vos, ni con más títulos es acreedor a que una cubana le rinda el homenaje de su admiración y respeto? ¡Nadie!».[1]
La autora reflexiona acerca de la situación de la mujer cubana desde diferentes puntos de vista. Así, pues, sus primeras páginas las dedica a demostrar cómo la cubana ha sido descrita como protectora y oprimida por aquellos que lejos de valorarla han creado un falso lenguaje acerca de la figura femenina. El enfoque de la Boloña a este problema es marcadamente sociológico en la medida que analiza a la mujer a partir de sus capacidades para desarrollar diferentes labores y su repercusión para el hogar. Por primera vez, se habla de la mujer obrera en la Isla en un ensayo de este tipo. Años después sería tema, también por vez primera, pero de un modo tangencial, en la novela del periodista Félix Soloni, Virulilla publicada en 1926 y más tarde en El dios maltrecho que apareció en los años treinta y escrita por alguien que usó como seudónimo J. F. Esares Don. Aquí se trabaja como personaje femenino principal a una despalilladora de tabaco y su romance con un hombre casado y rico, pero tampoco sin ahondar en la problemática social.[2]
La ensayista, se refiere a la situación de la mujer en su doble condición de madre y obrera y los riesgos que esto entraña para la familia y los hijos:
En las fábricas donde se elabora el tabaco, se le exige para el cumplimiento de sus penosas tareas acudir a los talleres desde muy temprano de mañana hasta las seis de la tarde.
Para atravesar las calles tienen por necesidad que emplear la mujer parte de su escaso jornal en vestidos y calzados algo decorosos a fin de exponerse a la irrisión pública.
Mucha más trascendencia hay en el fondo de lo expuesto: más gravedad encierra la concurrencia de nuestro sexo a abandonar el hogar, donde hijos de corta edad o hijas que por sus pocos años e inexperiencia necesitan del cuidado perenne de la madre, o del esposo enfermo, el cuidado asiduo de la esposa.[3]
Todavía en la década de los sesenta del siglo XX el conflicto entre la mujer trabajadora, el cuidado de los hijos y el hogar estaba sin solucionar. La enorme cineasta que fue Sara Gómez lo dejó como testimonio en su polémico documental Mi aporte de 1969. Y, salvando distancias, la mirada de la cineasta era sociológica, pero también moral.
Concepción Boloña vuelve al tema de la mujer obrera, pero en su condición de madre o soltera y propone una serie de soluciones que hacen evidente sus lecturas no solo de Concepción Arenal, Madame de Stäel, santa Teresa de Jesús, sino también de Concepción Gimeno de Faquer entre otras. No más detenerse en la idea expuesta en este ensayo: « Las obras místicas de Santa Teresa de Jesús, las novelas cortas de doña María de Zayas y de Madame de Stäell, los inspirados y fecundísimos trabajos de Concepción Arenal y de Mad. Ac-Karma llevaron poderosos elementos de su acción social».[4] Esta afirmación es también un botón de muestra de la cultura de la Boloña. Poco se conoce, por ejemplo, que María de Zayas fue una muy célebre escritora española del Siglo de Oro y se le considera una de las precursoras del feminismo pre-moderno. El denominador común entre todas es el interés por la cuestión social de la mujer.
Apela, pues, a la realidad del momento para exponer los frenos sociales que impedían a la mujer incorporarse a diferentes trabajos y la inexistencia de leyes que verdaderamente la protegiesen. En otro momento, al referirse al patriotismo de la mujer cubana dice con justicia: «La mujer cubana, además de merecer la admiración universal por su virtud, bondad y talento, es digna también de admiración como patriota».[5]
Y más adelante añade:
Hace algún tiempo, un ilustrado periódico exponía la idea de erigir en uno de los primeros paseos de la Habana, la estatua de la célebre poetisa Gertrudis Gómez de Avellaneda.
Estaría de acuerdo si solo tratara de representar a la mujer en las letras, que cual constelación de brillantes estrellas ostenta en el espacio de la literatura cubana.
Pero opino que en lugar preferente, en la actualidad se debe levantar un monumento cuya alegoría bajo la dirección de notables escultores, sea digna de conmemorar en la posteridad a toda mujer cubana como patriota puesto que muchas sin ser conocidas han trabajado por el logro de la independencia de su patria.[6]
No se olvide que quien así habla vivió, al menos así parece, la última contienda independentista de la Isla. Mucho debió conocer de la valentía de las mujeres cubanas tanto como de los abusos y crímenes de las que fue objeto. La mujer en Cuba es un libro que no puede ignorarse hoy. Es un texto de referencia obligada para los estudiosos de la mujer en la Isla, para sociólogos, historiadores y antropólogos. Quizás estas páginas impulsen a la búsqueda no solo del texto, sino también de aquellos datos que aún nos faltan para completar la biografía de esta española que se asumió cubana y la defendió en todas las tribunas.
Notas
[1] Concepción Boloña: La mujer en Cuba. Imprenta «La Prueba», La Habana, 1899, p. 1.
[2] Cfr. Marcelo Pogolotti: La república a través de sus escritores. Ed. Letras Cubanas, La Habana, 2002, p. 247.
[3] Concepción Boloña: ob. cit., 13.
[4] Ibídem, p. 29.
[5] Ibíd., p. 22.
[6] Ibíd., p. 24.
Ver también http://www.cubaliteraria.cu/concepcion-bolon…na-primera-parte/
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