La percepción que la historiografía cubana ha tenido sobre la figura histórica de Cosme de la Torriente ha variado en el tiempo. En los textos de la historiografía prerevolucionaria que invocan su actuación social podemos concluir que en ningún caso lo cuestionan o se desliza la más mínima crítica, en parte porque esos autores fueron sus contemporáneos y creían en el modelo de democracia representativa burguesa que él siempre personificó. Además se trataba de un veterano de la guerra de independencia que nunca estuvo vinculado a la corrupción, al desgobierno o las dictaduras. Todo lo contrario, Torriente siempre combatió esos azotes de la sociedad neocolonial cubana. Incluso autores netamente antiimperialistas como Emilio Roig aprobaron su ejecutoria tanto en la manigua como en la República.
Cosme de la Torriente es una personalidad de gran trascendencia histórica que ha sido poco abordada por la historiografía revolucionaria y generalmente, cuando lo ha hecho, se ha referido a él partiendo de ciertos esquemas de análisis. Algunos autores han recurrido al llamado «presentismo histórico», criterio interpretativo que se remite a la realidad presente más inmediata para, a partir de ella, juzgar de modo simplista y prejuiciado al conjunto de todos los políticos de la República. Al propio tiempo debemos reconocer que no siempre se ha hecho una renovada búsqueda de información en nuestras fuentes históricas para ampliar el espectro del análisis histórico acerca de este importante actor social. En ese sentido algunos historiadores han apelado a criterios preestablecidos en los cuales las consideraciones relativas al origen de la clase social han sesgado, más de lo necesario, lo que debió ser un criterio balanceado sobre la ejecutoria de algunos políticos.
Por otro lado, algunos autores reconocidos por su alto nivel académico lo han abordado a partir del criterio marxista de que tras los actores políticos se encuentran presentes determinados intereses de clase; punto de vista que compartimos, aunque al propio tiempo debemos reconocer que nos ha faltado cierta pericia para ver un poco más allá en cuanto a la necesidad que tenemos de valorar a cada personaje dentro de una posible línea de progreso, dado que cada quien es hijo de su época y circunstancias. También ha resultado que en nuestra historiografía revolucionaria muy pocos autores han reconocido el rol protagónico de Torriente en diversos procesos sociales de gran trascendencia en nuestra historia como el fin de la enmienda Platt y las crisis del sistema neocolonial durante los años 30 y 50 del pasado siglo. En la asignatura de Pensamiento Político cubano que se imparte a nivel universitario, hasta donde conozco, se le coloca dentro de la corriente de pensamiento reaccionario y pro imperialista sin ir mucho más allá.
Debemos tener presente la perspectiva de que en el periodo republicano anterior a 1959 se encontraron alternativas reformistas que favorecieron cambios evolutivos en el mediano y largo plazo los cuales fueron favorables a la conquista de la soberanía nacional de forma segmentada y también ayudaron a conformar cierto margen de distribución de la riqueza, aún desde la postura en que se defendía los intereses de las clases hegemónicas del capitalismo y se procuraba una alianza mutuamente ventajosa con los Estados Unidos. Quienes así actuaron lo hacían también para que no se produjeran rupturas que comportasen un cambio de sistema social, en todo caso deseaban evitar que tuviera lugar la crisis del sistema capitalista dependiente cubano. En la realidad cubana de la República neocolonial era poco previsible que tuvieran lugar cambios radicales que beneficiaran a las grandes mayorías como los tenidos lugar en 1959 y ni siquiera el Partido Socialista Popular, defensor de la teoría marxista, aspiraba a que en un plazo tan corto se revolucionaría el país de la forma en que lo hizo.
Con relación a las manifestaciones del pensamiento social de Cosme de la Torriente, derivado de sus declaraciones públicas o documentación privada, deberíamos reconocer que arribar a conclusiones definitivas a partir de la interpretación de sus palabras es un ejercicio bastante complejo. Torriente siempre se remite a coyunturas específicas; su discurso varía y se enriquece según el estadio en que hayan llegado sus razonamientos. Ciertamente este patricio defendió los intereses de las clases hegemónicas del capitalismo pero al propio tiempo intentó rescatar no sólo la soberanía nacional sino una suerte de equilibrio social que permitiera el consenso o la aquiescencia de toda la sociedad hacia esas clases que detentaban el poder siempre que lo hicieran de forma legítima remitiéndose a la constitución.
Torriente, dentro de una concepción reformista, combatió las dictaduras y se opuso a la enmienda Platt. Respecto a esta última, desplegó una intensa actividad para lograr su anulación definitiva siguiendo una estrategia que colocó al país en un punto de avance relativo de su independencia. Nunca comulgó con los cambios radicales y mucho menos con el comunismo, más bien abogó por el orden constitucional burgués donde él creía que debían limarse las asperezas entre los cubanos de distinto origen social.
Aunque el ex coronel del Ejército Libertador no se opuso a la enmienda Platt de forma frontal hasta 1922, debemos reconocer que en los hechos se manifestó a favor de la búsqueda de la soberanía nacional como parte de un proceso escalonado; entendía que ella debía obtenerse en plena inteligencia con los Estados Unidos. No es que para él fuera impensable alcanzar la soberanía, proyectaba esa idea pero en un plazo de tiempo no precisado cuando se pudieran vencer los problemas emanados de las estrechas relaciones con el gran vecino del norte y que al mismo tiempo se lograse la comprensión de su pertinencia en la sociedad estadounidense. No por gustó en 1917, cuando defendió la participación de los cubanos en la Primera Guerra Mundial, consideró que era un modo de librarnos de la enmienda Platt. Debemos tener en cuenta que él siempre buscó una avenencia con los Estados Unidos en términos de que se afectara lo menos posible la soberanía nacional. Por supuesto nunca llegó a asumir el antiimperialismo como ideología pero tampoco aceptó la autoridad impune de los Estados Unidos.
En relación a la postura que hizo pública a partir de 1922 de oponerse abiertamente a la enmienda Platt, no se trata de que Torriente no comprendiera los otros mecanismos empleados por el imperialismo norteamericano para mantener su dominio sobre Cuba. Tanto para él, como para la élite política e intelectual cubana, lo importante en ese momento era centrarse en dejar atrás la enmienda Platt. Torriente estaba formulando una nueva exegesis de las relaciones entre Cuba y los Estados Unidos porque lo cierto era que dicha enmienda le había generado graves problemas al sistema de consenso hegemónico del imperialismo y la burguesía cubana. El propósito fundamental de Torriente al hacer esta propuesta era que terminase de una vez la injerencia directa que propiciaba el Tratado Permanente sin que ello propiciara una ruptura de los estrechos nexos con los Estados Unidos.
Muchas veces Cosme de la Torriente actúo dentro de la sociedad civil para sostener una postura contraria a esos mecanismos de control de Washington, sobre todo en los momentos en que resultaba muy difícil mantenerse actuando en el terreno político. Fue así que operó cuando se opuso a la extensión de la primera ocupación estadounidense de 1898, también en los años 30 cuando enfrentó la prórroga de poderes de Machado o durante la última tiranía de Batista en los años 50 por medio de la Sociedad de Amigos de la República (SAR).
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