En julio de 1914 se inició la Primera Guerra Mundial. Tras el asesinato el 28 de junio en Sarajevo del Archiduque Francisco Fernando, heredero del trono austro-húngaro, había toda una madeja de contradicciones políticas y económicas que originaron esa gran contienda bélica.
Mientras la conflagración bélica transcurría, en Cuba un gobierno del Partido Conservador se mantuvo durante dos mandatos presidenciales a partir de 1913. El presidente Mario García Menocal tuvo que enfrentar la compleja situación promoviendo la ejecución de elevadas zafras azucareras que pudieran contrarrestar la disminución de la producción de azúcar de remolacha europea. En esas circunstancias Cuba, que en 1913 producía el 14,3 % del azúcar mundial, hacia 1919 llegó a aportar el 26,02 % de la misma. Estas altas producciones se vieron estimuladas por el alza de los precios del dulce que pasaron de un promedio de 1.5 centavos por libra en 1913 a uno de 5,06 en 1919. En medio del periodo que se denominó «vacas gordas» el trust estadounidense refinador de azúcar se llevó una buena parte de las ganancias que debieron corresponderle a los productores cubanos.
La guerra también posibilitó la especulación de los grandes comerciantes con productos de importación y, al mismo tiempo, mercancías e inversiones provenientes de los Estados Unidos pudieron desplazar del mercado cubano a las del Viejo Continente. Por otro lado, en Cuba se generó una alta demanda de mano de obra barata que favoreció el traslado de más de 230 000 jornaleros antillanos los que fueron contratados en condiciones muy desfavorables, sometidos a un elevado grado de explotación.
Con el estallido de la Primera Guerra Mundial en Europa, los Estados Unidos habían decidido mantenerse neutrales para capitalizar las posibles ganancias de aquella conflagración. En ese sentido la banca estadounidense aumentó las recaudaciones a partir de las deudas adquiridas por el Viejo Continente. Tiempo después Alemania inició una guerra submarina en todos los océanos que puso en riesgo los intereses norteamericanos, entonces Washington decidió abandonar su postura neutral.
El 7 de abril de 1917 el gobierno conservador de Mario García Menocal le declaró la guerra al bloque integrado por Alemania y el imperio de Austria- Hungría, justo un día después que lo hicieran los Estados Unidos. Ello conformó un marco propicio para consolidar los intereses de algunos sectores de burguesía cubana en alianza estrecha con Washington.
En tanto, hacia 1919 Cosme de la Torriente, presidente de la Comisión de Relaciones Exteriores del Senado, impulsó en el congreso cubano una moción que resultó polémica. Se trataba de aquella dirigida a aprobar el servicio militar obligatorio tras la declaración de hostilidades a Alemania y al imperio austro-húngaro. En esta posible participación, Torriente veía una oportunidad para que Cuba se diera a respetar como país soberano y ganara una mayor consideración de la comunidad internacional de naciones. Este paso lo consideraba muy necesario para dejar atrás la enmienda Platt:
- Los jóvenes cubanos deben tener a honor que se les presente una oportunidad para servir a la patria, figurando en el ejército (….).
- Hasta que Cuba entró en esta guerra aún había en el mundo quienes creían que los cubanos no tenían libertad ni facultades para resolver sobre sus propios asuntos. (…). Y esa república que algunos han estimado algo recortada por la desgracia de la historia si no por las torpezas de los propios cubanos; esa república que tiene en su único Tratado Permanente algunos preceptos que, si alguna vez se han estimado una garantía en cambio, han servido para que algunos tratadistas de derecho internacional entiendan que nuestra nación tiene un poco restringida su soberanía, nunca habrá tenido mejor oportunidad para demostrar que puede vivir sin tales preceptos.
- En el mañana, cuando después que (…) estos regresen a su tierra (…) podrán empezar a trabajar para que se reconozca, por quienes ayudaron a fundar esta república tan poderosamente como el esfuerzo de sus propios hijos, que Cuba no merece tener ninguna sombra de restricción en su soberanía y en su personalidad internacional.[i]
Cosme acariciaba el utópico anhelo de que los bisoños combatientes cubanos pudieran operar el milagro de que los Estados Unidos nos liberara de la enmienda Platt. Deberían ser esos jóvenes, batallando en una guerra de rapiña imperialista en Europa, los que hicieran lo que «nosotros no pudimos, o no supimos, completar en todos sus detalles». Aunque la ley del servicio militar obligatorio fue aprobada, los cubanos no llegaron a combatir en esa contienda internacional; finalmente Robert Lansing, Secretario de Estado estadounidense, decidió que Cuba no enviase tropas allende el océano. A los cubanos no se les permitió siquiera alcanzar esa presunta gloria combativa de compartir trincheras como aliados respetables y Washington decidió que serían más útiles en sus propios territorios. Un memorándum redactado por Stewart, un miembro de la División de Asuntos Latinoamericanos del Departamento de Estado, argumentaba más a fondo los propósitos de Washington al reprobar aquella iniciativa cubana:
- Como los Estados Unidos seguramente tendrán que seguir interviniendo en Cuba, estas intervenciones podrían hacerse más difíciles si se permitiera a Cuba hacerse militarmente fuerte (…). El ejército sería un elemento perturbador en política, como es costumbre en los países hispanoamericanos, y no podría emplearse en Europa, porque el equipo necesario pueden usarlo los americanos con más provecho, y por fin que sustraerían los hombres a la producción agrícola, que es lo más importante.[ii]
El poder de los ejércitos en América Latina fogueados en una guerra mundial podría aquejarle dificultades a los Estados Unidos a la hora de ejercer hegemonía al sur del Río Bravo. No obstante, Emeterio Santovenia desde una mirada complaciente consideraba que en este asunto Torriente «vio las oportunidades que para Cuba traía la primera guerra mundial: la República pagaría su deuda moral a los Estados Unidos y afianzaría su prestigio».[iii]
Fue así que Torriente volvería a jugar un rol destacado en los trascendentales acontecimientos mundiales que tenían lugar cuando fue electo Presidente de la Comisión Nacional Cubana de Propaganda por la Guerra y de Auxilio a sus víctimas, la cual recaudó en Cuba y distribuyó entre distintos países europeos sumas significativas de dinero, la cifra mayor se destinó a Francia.
- La ley de 15 de mayo de 1918 aprobada por el congreso cubano dispondría que mientras durara aquella contienda mundial el Poder Ejecutivo de la República podía disponer de un crédito de hasta $ 2 400 000 anuales para el auxilio de las víctimas de la guerra. Se trataba de un presupuesto elevado y aunque la guerra concluyó en noviembre de ese propio año, los trabajos de la Comisión Nacional de Propaganda por la Guerra culminaron a mediados de 1920. En esos momentos la cifra invertida por dicha comisión ascendió a $ 1 100 000; de ese total Cuba le concedió a Francia 360,000. Esos fondos se hicieron llegar directamente a los gobiernos agredidos por Alemania o indirectamente a través de la Cruz Roja internacional.[iv]
En la región francesa de la Reole-la Gironde por aquellos años se fundó la Casa Clara o Casa Cuba. Dicha institución tenía el propósito de auxiliar a las víctimas de guerra con los recursos aportados por la comisión que al efecto creara el congreso cubano. Otro asilo de socorro que se creó con financiamiento proveniente de la mayor de las Antillas fue el orfelinato José Martí destinado a atender a niños franceses afectados por aquella contienda.[v]
Durante los años duros de la Primera Guerra Mundial Francia y Cuba, como naciones cultas y civilizadas, tuvieron una aproximación bien cercana. Estos puntos de encuentro entre Francia y Cuba le allanaron el camino para sobrevivir a un momento crítico de las relaciones internacionales cuando más se pone a prueba la solidaridad humana entre los pueblos. En el momento en que más llegaba el dolor y las laceraciones de la guerra a los franceses, surgió el brazo fraterno de Cuba.
Bibliografía:
Escritos y discursos por el Coronel Doctor Cosme. Ed. Academia de la Historia de Cuba.
Notas:
[i] De Lugo-Viña, Ruy (MCMXXIV): Un internacionalista representativo: Cosme de la Torriente. París, Francia, Ediciones hispano-francesas. Librería Cervantes.p.70-71.
[ii] González Barrios, René (22 de julio de 2015). «En la misma trinchera. Complejidades de una historia común». Periódico Granma. p.4.
[iii] Santovenia, Emeterio S (1944): Cosme de la Torriente, estadista. La Habana, Cuba, Editora Colección ensayos.p.30.
[iv] De la Torriente, Cosme (1951) « ¿Qué es el Fondo Cubano-Americano de socorro a los aliados?». La Habana, Cuba. En: Por la amistad internacional.p.20-21.
[v] De Lugo-Viña, Ruy (MCMXXIV): Un internacionalista representativo: Cosme de la Torriente. París, Francia, Ediciones hispano-francesas. Librería Cervantes.p.61.
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