El tratado de Versalles, sus consecuencias
Concluida la primera guerra mundial con la firma del Tratado de Versalles, el congreso cubano ratificó este importante documento aun cuando el senado estadounidense no lo hizo. Según Torriente, al aprobar el Tratado de Versalles, Cuba dio una muestra de independencia lo que le permitió ingresar como miembro fundador de la Liga de las Naciones[i]. En la discusión que tuvo lugar en el senado cubano sobre el Tratado de Versalles Torriente hubo de enfrentar las reservas de algunos senadores como Juan J. de la Maza que solicitaron no proceder a su aprobación por temor a contradecir a los Estados Unidos. Al percibir la dificultad surgida, Cosme estimó que el país tenía la oportunidad para consolidar su posición internacional y distanciarse, siquiera formalmente, de los vecinos del norte. En su discurso ante el senado de 17 de diciembre de 1919 señalaba:
Es indudable que si yo explico cuáles son los distintos puntos de vista de los Estados Unidos y de Cuba en cuanto al Tratado y cómo no existe inconveniente en que el Senado de los Estados Unidos quiera hacer ciertas reservas sobre aquél, en asuntos que en su mayoría no nos afectan.
(….)
Son sólo los países libres e independientes los que pueden negociar tratados con las grandes y las pequeñas potencias y aprobarlos por medio de los representantes de su pueblo. No estamos aquí ahora para proceder conforme a lo que haga el Senado americano en defensa de lo que estima sus derechos, como nosotros defendemos los nuestros y nuestro prestigio. Aquél, como el congreso cubano, sólo está en estos momentos viendo lo que más conviene a los intereses del pueblo que representa[ii].
Según Torriente, las diferencias de Cuba con los Estados Unidos no implicaban que la Isla necesariamente tuviera que enfrentar la presión norteamericana pues los dos países partían de realidades distintas. En realidad el presidente Wilson había integrado el selecto grupo de redactores del Tratado de Versalles y muchos congresistas del Partido Demócrata lo habían apoyado pero otros poderosos sectores del Partido Republicano se opusieron. En virtud de ello no fue posible arribar a consenso sobre este tema en un país diverso y complicado como los Estados Unidos. Los miembros del Partido Republicano temían que con la firma del Tratado de Versalles se conformara un nuevo orden mundial donde los Estados Unidos podían ceder posiciones ante las metrópolis europeas. En ese sentido dudaban del futuro que podía tener la doctrina Monroe «América para los americanos» si se adquirían ciertos compromisos con el Viejo Continente.
Desde la perspectiva cubana Torriente consideraba que eran las grandes potencias las que debían arreglar esos problemas y que ello, a la larga, no podía afectar a Cuba. Otra reserva importante de los Estados Unidos a la paz de Versalles tenía que ver con el destino de las antiguas zonas de influencia de Alemania en China. Desde que China había aprobado la política de puertas abiertas, los Estados Unidos apetecían esas posesiones alemanas que ahora iban a pasar a Japón. Al imperialismo estadounidense no le satisfacía que los europeos le consintieran que Japón se hiciera del dominio de esas regiones de Asia.
Un cuestionamiento substancial de los norteamericanos a lo pactado en París tenía que ver con la relación ambivalente que sostenían con Gran Bretaña, de nuevo los recelos imperialistas estaban presentes. Como resultado del armisticio, se convocó a los firmantes a que formaran parte de la Liga de las Naciones donde las colonias del Reino Unido serían miembros efectivos. Bajo esa premisa era posible que Londres, en las resoluciones que emitiera la Liga de las Naciones, se asegurase una clara hegemonía. Otras regulaciones del Tratado de Versalles que no causaron agrado en Washington se referían a los límites en cuanto a los dispositivos bélicos que debían poseer los países firmantes de la Liga de las Naciones, algo que podía comprometer su propósito de hegemonía mundial.
Por último, el Tratado de Versalles contenía una controvertida disposición que podía poner coto a las ansias imperialistas de los Estados Unidos. Se trataba del artículo 10 el cual establecía que todas las naciones signatarias debían responder de conjunto a una posible agresión sobre cualquiera de los Estados miembros. En este aspecto, Washington no admitió subordinarse al conjunto de viejas potencias europeas.
Por otro lado, Cosme de la Torriente estimaba que este artículo podía serle útil a Cuba porque reforzaba su independencia ante posibles proyectos coloniales de las metrópolis europeas. Precisamente en aquel discurso suyo en el senado, donde el excoronel profundizaba en consideraciones de orden geopolítico, se puede encontrar algunas palabras donde muestra cierta complacencia con la enmienda Platt, algo muy poco común en sus razonamientos políticos. Al respecto agregaría que: «Garantizados estamos, digo, por nuestro propio deseo de ser libres y por la garantía generosa que nos dieron los Estados Unidos en su tratado permanente con nosotros; y ahora lo estaremos aún más por el artículo 10 si algún día llega a regir»[iii]. En este caso es posible que apelara a este argumento por el deseo de ganar la votación.
No obstante, una postura radicalmente opuesta al apéndice constitucional no se aprecia en Torriente hasta 1922. Al final Torriente, Presidente de la Comisión de Relaciones Exteriores del Senado, logró su propósito de que Cuba firmara la paz de Versalles y con ello adquiriera el derecho de integrar la Liga de las Naciones, tomaba así una distancia relativa de los Estados Unidos.
Torriente por Francia
Hacia fines de 1918 Cosme de la Torriente presentó un proyecto a discusión en el congreso cubano con vistas a crear la Liga Internacional de Protección a los Hijos de la Libertad, este proyecto recibió los elogios del Ministro de Relaciones Exteriores de Francia, M.S Pichon. En 1920 Torriente visitó Francia acompañado por su esposa Estela Broch O´Farill donde fueron muy bien recibidos, aquellos cabildeos en ese país le prepararon el terreno para posteriormente intervenir en función de delegado ante la Liga de las Naciones. En aquella oportunidad fue agasajado por el Municipio de París al frente de la cual se encontraba M. de Corbeiller; fue allí donde firmara el Libro de Oro de esa municipalidad francesa.[iv] Cosme entonces diría que aceptaba ese homenaje en nombre de Cuba que a través de la Comisión Nacional Cubana de Propaganda por la Guerra y de Auxilio a sus víctimas había desplegado todo un esfuerzo generoso de cooperación «por el triunfo de los principios de libertad y de justicia por los cuales Francia y sus aliados lucharon»[v].
Asimismo el Comité France-Amériques lo invitó a un banquete en el Hotel Claridge de París; para esa ocasión actuó como anfitrión principal Gabriel Hanotaux, miembro de la Academia francesa y exministro de relaciones exteriores. En aquella oportunidad Torriente refirió que: «En mostrarse prestos a cooperar con todas sus fuerzas con Francia, los cubanos todos se igualaron, lo mismo en la constancia, en la devoción y en la buena voluntad para soportar todos los sacrificios que la guerra pudiera hacer necesarios». Agregaría Torriente que fueron muy relevantes las labores realizadas por el Comité France-Amériques de Cuba el cual ―a pesar de las dificultades internas del país― logró concertar a los hombres más conspicuos para apoyar la causa de Francia, no solo en dinero sino también en el ofrecimiento a combatir por ella. Al respecto diría: « ¿Cómo cuando el imperio Alemán se movilizó y se lanzó contra Francia, no habían de conmoverse todos los corazones cubanos?»[vi].
Esta estrategia cubana de acercamiento a Europa, y a Francia en particular, fue un punto de partida para poder negociar algunas cuotas de soberanía con los Estados Unidos en el marco de la República Neocolonial. La polémica por el Tratado de Paz de Versalles facilitó que Cuba se insertará en la Liga de las Naciones y allí lograra un escudo protector a sus intereses.
Notas:
[i] De la Torriente, Cosme (1922): En el Hotel Ville. «Discurso pronunciado en ocasión de ser recibido por la municipalidad de París para firmar en su Libro de Oro», 13 de octubre de 1920.En: Cuba en la vida internacional. Discursos, volumen II. La Habana, Cuba. Ed Imprenta y Papelería de Rambla, Bouza y Cia.p.22-23.
[ii] Ídem pp. 104-125.
[iii] Ídem pp. 117-118.
[iv] De Lugo-Viña, Ruy (MCMXXIV): Un internacionalista representativo: Cosme de la Torriente. París, Francia, Ediciones hispano-francesas. Librería Cervantes.p.74.
[v] De la Torriente, Cosme (1922): En el Hotel Ville. «Discurso pronunciado en ocasión de ser recibido por la municipalidad de París para firmar en su Libro de Oro», 13 de octubre de 1920.En: Cuba en la vida internacional. Discursos, volumen II. La Habana, Cuba. Ed Imprenta y Papelería de Rambla, Bouza y Cia. pp 159-169.
[vi] De Lugo-Viña, Ruy (MCMXXIV): Un internacionalista representativo: Cosme de la Torriente. París, Francia, Ediciones hispano-francesas. Librería Cervantes. pp. 77-78.
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