A propósito de la culminación de los homenajes a Cintio Vitier por su centenario (1921-2021)
La frase que coloco entre comillas pertenece a Pablo Picasso y dice exactamente: «Cuando se es joven de verdad, se es joven para toda la vida». Y la juventud de Cintio, como lo ha apreciado su nieto José Adrián Vitier, «fue la más larga que yo haya visto». Los merecidos homenajes recibidos por el autor de Lo cubano en la poesía han culminado con dos publicaciones diferentes, pero, a la vez, aunadas por su trascendencia, debidas, en ambos casos, al Centro Provincial del Libro y la Literatura de Matanzas y su sello editorial Ediciones Matanzas, y a la «Revista literaria y artística» que lleva el nombre de la provincia. Se trata de un epistolario, no por pequeño menos trascedente, titulado Cartas a Mario (1936-1946), con selección prólogo y notas de Caridad Contreras Llorca, y el número monográfico a él dedicado correspondiente a mayo-diciembre de 2021 (año XXII, número 2-3).
Si aún cupiera el asombro para referirse a Cintio Vitier, estas cartas, dirigidas a su amigo matancero, músico de reconocido merecimiento, Mario Argenter Sierra, albergan en sus páginas esta capacidad. Son veinte misivas —originalmente eran treinta y cinco, pero manos malvadas hicieron desaparecer quince— que se encontraban en el Fondo de Libros Raros y Valiosos de la Biblioteca Provincial Gener y Del Monte de la citada ciudad, y que hoy forman parte de un fondo especial donde se atesoran las obras, tanto de Medardo, padre de Cintio, como de este. Fueron escritas por este, desde La Habana, donde ya residía desde 1935, entre el 9 de abril de 1937 y el 21 de enero de 1948, por lo que, en realidad, hubo un error al colocar entre paréntesis, en la cubierta del libro, los años antes abarcados, pero eso no es relevante, pues de lo que se trata es de apreciar que fueron escritas cuando Cintio tenía quince años, las primeras cartas, y luego uno más. Aunque hay evocaciones muy sentidas hacia la ciudad de Matanzas, en la que el poeta vivió varios años luego de su nacimiento en Cayo Hueso, y la llama «suave ciudad», y reconoce que «Uno no sabe si quedarse a ser su víctima vehemente, o irse, abandonarla de una manera que no sea para siempre», lo más revelador de estas epístolas es la certeza, al menos mi certeza, de que con esa corta edad Cintio era un joven totalmente maduro y con una corrección de escritura y rigurosidad de pensamiento que realmente sorprenden.
El contenido central que las une es la música —violinista Cintio, su destinatario fundador de la Orquesta de Cámara de Matanzas y primer director de la Orquesta Sinfónica de la ciudad, también violinista— es lógico que el tema prevaleciente sea el de intercambiar gustos y preferencias de esa naturaleza, comentar acerca del estado en que se encontraba la cubana en esos años, sobre concursos y otros temas afines, pero también alude el futuro ensayista a la literatura:
Como que estoy de vacaciones hasta enero, me dedico a leer novelas, de las buenas, que queman los minutos insensiblemente. Ya leídas, repaso La Vorágine, Don Segundo Sombra y Doña Bárbara, que son —¿las conoces?— las tres grandes, inmensas, novelas americanas que apunta la crítica. Busco, además, Ecué-Yamba-O [sic] de Alejo Carpentier, al parecer agotada. Y he dado fin a Vendaval en los cañaverales, de Alberto Lamar Schweyer. Esta última, como la que te digo de Carpentier, Caniquí de Ramos y otras, debemos leerlas, Mario. No representa ninguna de ellas todavía, como dice Marinello, la pura novela cubana ni mucho menos la americana, pero de sus aciertos y sus yerros y de sus datos se aprende mucho. Por lo demás, estoy perdiendo la fe en el género. Una novela nunca quiere ser vulgar, y fatalmente convierte las hermosuras vitales —tan pobres, tan fugaces—, inflándolas en pretexto para la vanidad o el vicio literario. (La Habana, diciembre 11, 1937).
Solo llamo la atención de que se trata, reitero, de un joven de dieciséis años que es capaz de formular esta reflexión tan profunda y cierta a la vez. Y no es la única. En materia musical sus apreciaciones sobre artistas europeos asombra, pero también cuán al día estaba de los del patio, principalmente matanceros; y no dejamos de sonreír ante frases tan criollas como cuando alude a la «pimienta jeringadora» de una familia ante determinada situación.
Breve, brevísimo epistolario, del que echamos en falta el necesario, más bien imprescindible índice onomástico, estas Cartas a Mario nos revelan a un Cintio Vitier muy joven, muy cubano, muy al tanto del movimiento cultural insular de aquellos años. Pero también a un hombre muy comprometido con el mejor sentido de la amistad imperecedera. Lejos uno del otro, pasados los años, me cuentan que ni en uno solo de sus frecuentes viajes a Matanzas, acompañado de su inseparable Fina, dejó Cintio de visitar al compañero de tantas afinidades, de tantas preocupaciones compartidas, dúo inseparable para asistir a conciertos… Cartas a Mario es un verdadero regalo en nuestros días.
El citado número monográfico dedicado a Vitier reúne, en su sección «Flor y memoria», textos de Jorge Luis Arcos («Cintio o la intensidad»); José Adrián Vitier («Algo sobre mi abuelo Cintio»); «Padre», poema de su hijo José María; «Lo ‘intenso extensionable’ de un hombre justo» (Ivette Fuentes); más tres poemas a él debidos. En la sección «Deslindes» colaboraron Víctor Rodríguez Núñez («Extrañeza de estar, certidumbre del otro: la poesía temprana de Cintio Vitier»); Roberto Méndez («Lo cubano en la poesía hacia el presente eterno»); Mario Valdés Navia («El apóstol del Apóstol»); y «Cintio y Fina al prologar Lo ético-cristiano en la obra de José Martí» de Rafael Cepeda. También textos de Luis Lorente, Damaris Calderón y de Francisco López Sacha, este último con un estudio sobre el mundo narrativo del autor de De Peña Pobre. Completan la entrega algunas de las misivas antes comentadas del libro Cartas a Mario y reseñas de libros. Cierra la revista la sección «La remocinación», que aporta una caricatura de Cintio debida a Rafael Blanco, «Para Ivette, una décima», del propio autor homenajeado, y de su pluma «Adivinanzas». Escojo cuatro:
Lo que le dijo el espejo al gallo: Eso que usted dice es exacto.
Lo que le dijo la rosa al lirio: Cómo me gusta Apollinare.
Lo que le dijo el sinsonte al crítico: Si no le es molestia, venga mañana.
Lo que le dijo la poesía al poema: Acépteme esta pequeña ayuda.
En modo alguno se cierran los homenajes a Cintio Vitier por su centenario de nacimiento. Siempre habrá motivos sobrados para recordarlo, evocarlo y seguir su ejemplo. Porque el hombre que escribió Ese sol del mundo moral es un eterno presente.
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