El nombre dado por Cristóbal Colón a una pequeña isla, nuestra isla, o mejor, nuestro archipiélago, descubierta el 27 de octubre de 1492, durante su primer viaje a lo que, posteriormente, sería conocido por América, fue «Juana», en honor al príncipe Juan, primogénito de los Reyes Católicos Fernando e Isabel, quienes apoyaron sus exploraciones marítimas en busca de cómo llegar, por vía más expedita, a las llamadas tierras de las especias. El nombre duraría muy poco, como poco duró el aludido príncipe, fallecido cinco años después del descubrimiento. Por Real Cédula de febrero de 1515 el nombre de Juana fue sustituido por el de «Fernandina», pero desde los primeros tiempos de la conquista prevaleció el que los habitantes autóctonos del territorio le habían dado: «Cuba», topónimo de origen indígena que ha sido muy estudiado por nuestros lingüistas. Por el nombre de «Cuba» fue conocida también, durante muchos años, la ciudad de Santiago de Cuba, como se registra en muchos libros y en publicaciones periódicas.
Pero «Cuba» —nombre sonoro si los hay—, formó parte también, durante los siglos XIX y xx, del título de varias revistas y periódicos del más diverso carácter, como una forma más de rendirle homenaje. El primero de los siglos citados recoge, al menos, cuatro títulos importantes: Cuba Literaria (1861-1863), Cuba Intelectual (1885; 1909-1926), Cuba y América (1897-1898; 1899-1917), ya revisada en nuestra columna, y Cuba Libre (1899-1910). El siglo XX nos aporta varios títulos donde se repite la palabra. Solamente citaré algunos de los más relevantes: Cuba Contemporánea (1913-1927), Cuba Ilustrada (1910-1931), Cuba Nueva (1915-1919), Cuba y la URSS (1945-1952), Cuba (1962-1987), que fue, originalmente, la revista I.N.R.A., y Cuba Socialista (1961-1967).
Detengámonos en las del siglo XIX
Cuba Literaria fue un periódico, con formato de revista, mensual, que inició su salida el 15 de agosto de 1861 bajo la dirección de José Fornaris, fundador del movimiento poético siboneyista, y José Socorro de León, que tenía una larga experiencia como editor de revistas literarias. El primero, cuyos afanes por cultivar una poesía del corte antes citado, calificada por José Lezama Lima de «tendencia falsa, pero que él se empeñó en que pareciera verdadera», era un conocido poeta bayamés que en medio de los avatares por fundar esta revista dio a conocer su famoso libro Cantos del siboney (1862), libro que por sus múltiples reediciones ha sido considerado por Ambrosio Fornet como el primer best seller de la literatura cubana. Años después, a solicitud de su amigo Carlos Manuel de Céspedes, escribió los versos de La bayamesa, musicalizados por Francisco del Castillo.
En la introducción al número inicial, expresaban los directores:
Por lo demás no pensamos levantar en Cuba Literaria la pirámide de la ilustración cubana, sino contribuir con nuestro grano de arena como lo han hecho antes La Cartera Cubana, El Álbum, La Floresta, Las Flores del Siglo, La Siempreviva, Las Brisas, etcétera, etcétera. Nuestra misión será de paz. En la época de la construcción no debemos detenernos sino avanzar, no debemos destruirnos unos a los otros sino unirnos para ilustrarnos, porque ilustrarnos es fortalecernos.
La revista se publicó por entregas que formaron tres tomos, dos correspondientes a la primera época (1861-1862) y uno a la segunda, de 1863. Como dato que ejemplifica el éxito de la publicación, valga subrayar que el tomo 1 de la primera época fue reeditado debido al exceso de suscriptores, algo verdaderamente digno de subrayar en un medio donde las publicaciones culturales, por lo general, fracasaban debido al escaso número de abonados. El segundo tomo fue dirigido solamente por Fornaris, que aumentó el número de páginas por cada entrega. Publicó poemas y artículos literarios, comentarios políticos y sobre la educación de la mujer. Además, divulgó los acontecimientos culturales de la época y temas de contenido científico. Fornaris escribió para su revista un nuevo libro, Cantos populares, donde figuró un poema como «La serrana de Jiguaní», más apegado al criollismo, pero sin desprenderse de la vertiente que siempre lo obsesionó, el siboneyismo. Leamos un fragmento aparecido en Cuba literaria:
En un sitio pintoresco En el rigor del Estío, A las orillas de un río Una serrana encontré. Llevaba un cántaro al hombro Virgen tan cándida y bella; Y bajo un cedro con ella Oíd como platiqué: YO Aproxímate y responde: ¿Tú eres india? ¿Todavía, Ángel de la selva umbría, Se esconde tu raza aquí? ELLA Aquí, señor, esquivando De los caribes las sañas, Nos oculta en sus entrañas La sierra de Jiguaní.
Notables figuras del mundo intelectual cubano colaboraron en sus páginas: Gertrudis Gómez de Avellaneda —entonces en Cuba, en compañía de su esposo, Domingo Verdugo, pareja que formó parte del séquito que acompañó el recién nombrado Capitán General de la isla, don Francisco Serrano—, Rafael María de Mendive —futuro maestro de José Martí—, Antonio Bachiller y Morales, Enrique Piñeyro, Joaquín Lorenzo Luaces, Anselmo Suárez y Romero —el autor de la ya escrita, pero aún no publicada novela Francisco (1880), que denunció al momento de ser escrita, hacia 1839, los desmanes del régimen esclavista—, y el científico de renombre internacional Felipe Poey, entre otros muchas destacadas personalidades del mundo cultural cubano. En 1863 concluyó esta importante revista, cuyo director tiene también a su favor reunir en un volumen la importante antología Cuba poética (1859), que aglutinó composiciones desde la época de Manuel de Zequeira hasta las más cercanas al año de su aparición.
Cuba Intelectual fue un repertorio quincenal de ciencias, artes, oficios e intereses generales. Comenzó a ver la luz el 16 de enero de 1885 y durante toda su trayectoria fue dirigida por el matancero José Antonio Rodríguez García (1864-1934), autor de la mayor parte de los trabajos publicados. Destacado pedagogo y traductor, perteneció a importantes asociaciones magisteriales existentes tanto en Cuba como en los Estados Unidos y en otros países del continente latinoamericano. Su amplia bibliografía recoge más de cincuenta títulos, que van desde De los requisitos para contraer matrimonio (1892) hasta Casos de los Recuerdos de Zorrilla que tocan a Cuba (1933).
Su primera época se extendió hasta el 28 de febrero de 1885 y tuvo entre sus colaboradores a Antonio Bachiller y Morales, Enrique José Varona, Manuel Sanguily, José Quintín Suzarte, Luisa Pérez de Zambrana, Francisco Calcagno, José de Armas, Rafael Montoro y Felipe Poey, entre otros muchos nombres de primera fila de la intelectualidad cubana. En junio de 1909 comenzó su segunda época y en el prospecto que la define se expresa:
Cuba Intelectual no aspira a llenar ningún vacío, ni a competir con colega alguno; sino a obtener, por medios decorosos el favor del público y a ser una publicación más de las que contribuyen al «movimiento literario» de la patria amada.
En el número 79-80 del año 1926 su director declaraba: «No se admite ya suscripción, porque ahora Cuba Intelectual no puede ajustarse a la periodicidad por las múltiples ocupaciones de su único redactor». Y añade que la publicación: «(…) se dedica a las bibliotecas públicas de América y Europa, a la correspondencia literaria y al canje periodístico, a instituciones de fines intelectuales análogos a los de esta revista y a determinadas personas».
Publicó documentos históricos, discursos de figuras cubanas sobresalientes y artículos de historia universal, de crítica literaria y de educación. Por lo general salía una nota o artículo bibliográfico sobre libros publicados recientemente. Divulgó poemas de autores hispanoamericanos.
Por último, Cuba Libre fue un semanario ilustrado de política, ciencias, literatura y arte. Su directora fue Rosario Sigarroa, que contó con un cuerpo de redactores integrado por Enrique José Varona y Alfredo Zayas. En sus páginas colaboraron los poetas Dulce María Borrero, Diego Vicente Tejera y Federico Uhrbach.
En sus comienzos, el espacio dedicado a la literatura era escaso, pero paulatinamente se fue ampliando hasta ser casi por completo una revista literaria. Nombres como los de los novelistas Miguel de Carrión y Luis Rodríguez Embil, figuras tan notables como Ramón Roa, Arturo R. de Carricarte, Aurelia Castillo de González y Mercedes Matamoros, enriquecieron sus páginas.
Una nota sobresaliente de esta revista fue la publicación de poemas y fragmentos de obras de las principales figuras del modernismo en América Latina. Concluyó su publicación en febrero de 1910.
Veamos un fragmento del excelente poema «La mañana de San Juan», publicado en sus páginas por «La alondra ciega», nombre con el que era conocida Mercedes Matamoros:
En su reja está la niña en el alba de San Juan, con sus ojos de gacela, con su candorosa faz, rubores tiene en la frente y en el alma dulce afán, pues ya piensa, aunque tan tierna, en escoger y en amar: ostenta en su blanca mano fresco ramo virginal de claveles y de lirios y capullos de azahar, para arrojarlo en la calle a los que vienen y van, y adivinar si el destino un buen novio le dará, como lo piden las niñas en su mañana de San Juan.
Cuba Literaria, Cuba Intelectual y Cuba Libre: tres revistas que enaltecen nuestra cultura y prestigian el nombre de nuestro país.
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