Es muy joven, se repetía como clamor en el auditorio, hasta que la poesía del cubano Reiniel Pérez Ventura se apoderó del salón de Embajadores de la Casa de América de Madrid.
Así, este chico de apenas 23 años, de rostro sinceramente juvenil y palabras nerviosas, imprimía magia a las lecturas de Las sílabas y el cuerpo, su libro ganador del XXXV Premio Loewe de Poesía.
Y después de ser «delatado» por su coterráneo y también poeta Sergio García Zamora, admitía con cierto rubor que se dio el gusto de ver a su club favorito de fútbol, el Real Madrid, frente al Liverpool, en el Santiago Bernabéu.
«(…) se trata de un gran libro de amor brillantemente escrito y expresado con un sistema próximo al versículo de Saint-John Perse, más que al de Vicente Aleixandre, y en el que se advierte una atrevida voluntad de innovación muy bien planteada y resuelta», dijo al dar a conocer el fallo el poeta y filólogo Jaime Siles.
O como lo definiera el presidente del jurado, Víctor García de la Concha, «libro de amor carnal, casi obsesivo, que ahonda en la vida sexual de las palabras y goza de la presencia de lo amoroso del cuerpo, como tema emotivo y eterno».
Colmado de elogios por García Zamora, la presidenta de la Fundación Loewe, Sheila Loewe, y por el director de Casa de América, Enrique Ojeda, fue, especialmente, ovacionado por los asistentes a la velada que reclamaron su firma en Las sílabas y el cuerpo, estructurado en 10 poemas, de los cuales leyó casi todos.
Pérez Ventura concursó entre 1 976 participantes de 38 países, de los cuales 35 quedaron finalistas, para hacerse del lauro dotado en 25 mil euros.
«Alguna vez el Loewe ha ratificado la trayectoria de un poeta; esta vez se trata de un descubrimiento», sentenció en su momento Jaime Siles, jurado junto a García de la Concha, Gioconda Belli, Antonio Colinas, Aurora Egido, Margo Glantz, Juan Antonio González Iglesias, Carme Riera, Luis Antonio de Villena y Orlando Mondragón.
En conversación con Prensa Latina, el joven autor oriundo de la central ciudad cubana de Santa Clara, reconoció que alguna vez pensó en hacerse deportista y de hecho, practicó el polo acuático. «Luego me enfrenté a la dicotomía de irme a la EIDE (escuela deportiva) o la Universidad, y me decidí por los estudios superiores, aunque la verdad, no era tan bueno en el deporte», reconoció.
«La poesía se nutre del movimiento y de la danza, y el deporte es algo vivo que resume un instante, un pedazo de vida. Mi familia es realmente el centro gravitacional de mi creación, como mi propio universo cubano», añadió.
De sus inspiraciones principales, su abuelo, campesino y sin formación escolar elevada, pero con la intuición nata por las palabras, con el repentismo y la décima, sencilla y precisa.
También, de Neruda, Huidobro, Baudelaire, Vallejo, Rimbaud, Lezama, Pessoa y muy en primer lugar, José Martí en toda su dimensión de la escritura, confesó a Prensa Latina.
«Intento ser un escritor digno de la palabra, que no debe ser maltratada, que debe danzar, aferrarse a la creación en el camino de la vida, aportando esperanza», reflexionó Pérez Ventura.
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Tomado de Prensa Latina
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