El hombre, parado frente al mostrador de la casa de Quiniela, trataba de decidir a qué número jugar. El tábano se le apoyó en el hombro izquierdo.
–Juéguele al noventa –dijo el tábano.
–¿Por qué? –preguntó el hombre.
–Es el miedo. Ayer soñé que un viento fuerte me arrastraba lejos.
–Está bien –dijo el hombre y jugó dos pesos al noventa.
El tábano voló y le rozó el cuello. Sin darse cuenta, por reflejo, el hombre lo aplastó.
Salió el cuarenta y siete. El muerto.
Finalista. Concurso Internacional de minicuento El Dinosaurio 2006.
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