Me estaba molestando una mosca. Yo la espantaba, pero ella volvía, así que la volvía a espantar. Finalmente, me dijo:
—Conque no, ¿eh? Vale, esperaré a que…
Se apartó un poco y se posó sobre un perro muerto.
—¿A qué? —pregunté.
No contestó. Y yo no insistí, temiendo conocer ya la respuesta.
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excelente cuento y hasta cómico.