Discurso de Daniel Chavarría al recibir el Premio Nacional de Literatura en la XX Feria Internacional del Libro de La Habana
Cada vez con más frecuencia evito las presentaciones públicas y el dar entrevistas; pero hoy es distinto, porque estoy emocionado. Tengo plena conciencia de haber obtenido el reconocimiento más importante de mi vida literaria, por ser el único dedicado al conjunto de mi obra a lo largo del tiempo.
El acta del jurado, donde cinco ilustres figuras de las letras cubanas me reconocen por unanimidad grandes virtudes, me la aprendí de memoria y poco ha faltado para enmarcarla y colgarla en la sala de mi casa. Mi gratitud, pues, a todos ellos, y también a mis lectores, cuyo voto tácito espero haya contribuido a esta elogiosa convergencia.
De todos modos, desde el 17 de diciembre en que se anunció el Premio Nacional de Literatura hasta el presente, no pude negarme a conceder cuantas entrevistas me han solicitado, y en la mayoría, los periodistas incluyeron su interés por saber si este máximo lauro representaba de algún modo mi despedida del quehacer novelístico.
Yo le respondí que no; a los primeros con sorpresa y a los últimos casi con rabia. Y expliqué haber descubierto que la vejez no es una abstracción, sino algo repleto de contenidos, en general desagradables, que se llaman molestias físicas, dolores, picazones, cortedades, en fin, numerosas privaciones y desabrimientos que convierten la cotidianidad en un lastre cada vez más inllevable.
Y si algo bueno tiene la senectud de un narrador es la posibilidad de convivir con sus personajes, participar de sus aventuras, logros y fracasos y así, mediante el cansancio de cada día, reducir el insomnio y las horas de tediosa inactividad. De modo que mientras disponga de la necesaria lucidez y energía seguiré trabajando, inventando historias para refugiarme en ellas con el peso de los años. Y si algún día me faltara mi mujer o mis historias, estaría perdido.
La pregunta que solía seguir a mi repudiada jubilación fue sobre mis proyectos para nuevos libros. Y en realidad, proyectos tengo muchos; pero en lo esencial, los asuntos que más me interesan abordan el desamparo de millones de niños, la desinformación global intencionada y utilitaria, y la necesidad de condenar el mundo violento de ganadores y perdedores que propugna el imperio en sus poderosos medios.
Pero como se trata de materias tan vastas y serias que no podríamos ahondar ahora, me voy a permitir darles un cuento breve. En él se mantiene mi respeto a la vieja normativa aristotélica de balancear lo dulce con lo útil, y mi aspiración a que una línea ética, de estirpe martiana, se respire siempre en todo lo que escribo.
Muchas gracias a todos ustedes por acompañarme en este acto que me hace tan feliz.
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Este discurso está incluido en la antología Los agradecidos del mañana, de Luis Amaury Rodríguez Ramírez, disponible para su descarga gratuita en nuestro Portal.
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