El mundo infantil está lleno de misterios, dramas y soluciones que ofrecen los propios menores a sus conflictos, cuando los adultos responsables de sus vidas no les prestan la mínima atención requerida para su desarrollo saludable y satisfactorio. Muchos escritores se esmeran en recrear esos sucesos buscando una identificación psicológica y logran una obra de gran belleza artístico-literaria que despierta emociones y reflexiones, búsquedas interiores y efectos sorprendentes tras su lectura.
Cartas a Katy vio la luz en 2018, por Ediciones Áncoras de la Isla de la Juventud. Es un libro dedicado a la infancia y a quienes la acompañan: familiares, maestros, tutores que lean a sus hijos, sobrinos o nietos toda esa literatura que les hace falta conocer para crecer mejor, porque aunque es sano ejercitar la lectura como tarea escolar, resulta quizás mejor cuando la realizamos en familia o en bibliotecas para provocar un debate provechoso.
El texto fue cuidadosamente editado por Rafael J. Carballosa y contó con la exquisita corrección de estilo de Daniel Zayas Aguilera. Igualmente, su calidad de realización se debe al atractivo diseño de Ailín González a partir de las siempre bienvenidas imágenes llenas de armonía y colorido de un preferido de los más chicos: el ilustrador Raúl Martínez, premiado con el galardón La Rosa Blanca por la Asociación de Escritores de la UNEAC.
El autor del texto literario es el reconocido escritor cubano Reinaldo Álvarez Lemus, recompensado igualmente con premios como el Ismaelillo, la Rosa Blanca y La Edad de Oro. Su pluma ha brillado en otros títulos, como Adivinaja, publicado por editorial Extramuros y por Oriente; La noche de los papalotes, de Ediciones Unión; Michiringolo, publicado por Extramuros, Oriente, y Pueblo y Educación; Lolita la Maga, de la editorial Abril, y Contar hasta diez, por Gente Nueva, entre otros libros para los más pequeños de la casa.
Cartas a Katy nos invita a conocer a una niña llamada María Inés, quien perdió su primer nombre, vive en una casa de madera y tejas, y tiene un muñeco preferido llamado Geppeto, como el papá de Pinocho. Pero al contrario de lo que le ocurre al protagonista del cuento clásico infantil, a Inés le disgusta mentir, y descubre cómo ese mundo adulto que exige verdades a los pequeños, no es para nada consecuente con su propia exigencia.
El autor explota como recurso en toda la obra, la interpretación literal de la realidad visible por parte de la niña; de ahí la gracia y el humor que asoman en algunos capítulos, como el que narra la enseñanza de la geografía en la escuela, donde la maestra provoca meditaciones muy simpáticas al expresar, mecánicamente y sin más explicaciones, que Cuba forma parte del tercer mundo, sobre lo cual se pregunta Inés a sí misma cuántos mundos hay entonces dentro de este mismo, y a partir de ahí realiza interesantes deducciones.
Otros pasajes retratan la soledad y la incomprensión familiar y social que llevan a la protagonista a inventarse un amigo imaginario, ese alter ego llamada Katy, a quien le escribe cariñosas cartas. Este es un suceso más común de lo deseado, que abunda en hijos únicos y niños solitarios, y María Inés es como una flor silvestre: nadie la educa, habla con ella, la protege, la cuida, le da confianza y atiende sus intereses y preocupaciones, a pesar de que vive con la madre, el padrastro —un alcohólico abusador—, una abuela desbordante de creencias y supersticiones, y una hermana adolescente que se escapa con su novio número catorce, de quien saldrá embarazada.
El ambiente escolar de este personaje tampoco es muy favorable: su mejor amigo es un niño que juega con muñecas, a quien ella le regala la suya, pues prefiere juegos considerados de varones; por lo que su abuela prejuiciosa la llama «extrañita» y ambos son rechazados en el grupo académico. Esta carencia de afecto sincero, incluso hasta por parte de personas de su misma edad, la hacen aislarse y comunicarse con su juguete y con la caja de herramientas de su papá, fallecido hace un tiempo, que ella custodia como un tesoro, y tiene valor simbólico y metafórico en la obra.
Del personaje infantil no se excluyen las contradicciones humanas. Al ser ignorada por los mayores, cualquier lector pensaría que la niña goza de extrema libertad. Sin embargo, no obstante su soledad y abandono, Inés se siente presa de las circunstancias más adversas y de una familia disfuncional, por lo que libera a los periquitos de la abuela en un acto lleno de significados. Igual escapa de la escuela para no escuchar los cuentos aburridos de la maestra, otro gesto que demuestra su sentir, su necesidad de manifestarse contra el estatus normal de vida, impuesto por los adultos y seguido por la mayoría de sus compañeros de clase.
En medio de este ambiente de pobreza material y espiritual, se suceden los acontecimientos en progresión hasta que son halladas las cartas a Katy, y la madre y la abuela comprenden la necesidad de comunicación y comprensión del retoño que han invisibilizado.
Tras el clímax de la obra, el autor permite rectificar conductas a los personajes adultos, incluyendo a esa hermana devenida madre; y las cartas a la amiga invisible comienzan a espaciarse, al punto de llegar a una carta-conclusión donde se vislumbra un equilibrio familiar y una mejora en varios aspectos, para alivio de nosotros los lectores, devenidos Katys, a quien se dirigen todas las cartas, pues la voz protagónica, mantenida en primera persona, alude directamente a la lectora o al lector.
Cartas a Katy, obra que resultó finalista en el más reciente Premio Casa de las Américas en el género de literatura infanto-juvenil, se inscribe en una corriente actual de creación de literatura para la infancia que trata sus problemas más frecuentes, hace un llamado de atención del mundo adulto frente a estas situaciones, y busca la identificación de los infantes afectados por escenas similares en sus respectivos entornos familiares, escolares y sociales. Es un libro de impecable realización, con personajes muy bien diseñados, una dramaturgia que no permite aburrimiento alguno, divertido a pesar de las circunstancias que trata, y que nos hace meditar sobre esa parte de la niñez que quizás muchos hemos olvidado.
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