La obra de un joven escritor nacido en la Isla de la Juventud en 1987 es motivo de análisis una vez más en estas páginas. En esta ocasión proponemos asomarnos a la noveleta titulada La edad de la insolencia, de Daniel Zayas Aguilera, que obtuviera el V Premio CubaPoesía Eduardo Kovalivker en su edición de 2018, en el género de Narrativa Breve, según se consigna en la cubierta del ejemplar dado a la luz por la Colección Sur Editores, dirigida por el poeta cubano Alex Pausides. El jurado para tales efectos estuvo compuesto por tres intelectuales que acumulan una destacada labor escritural en el archipiélago caribeño y más allá de sus fronteras: Mylene Fernández Pintado, Ana Lidia Vega Serova y Michel Encinosa Fu. El Premio es otorgado por el Fondo para el Fomento Literario de igual nombre en Buenos Aires, Argentina, que junto al Festival Internacional de Poesía de La Habana y el Movimiento Poético Mundial (WPM-World Poetry Movement), según se acredita también, justamente, corrieron con la edición del volumen.
Cuerpo sobre cuerpo… Así podrían empezar dos historias: orgía o fosa común. Dependerá de los pechos ensanchándose de oxígeno, del color de los fluidos, de lo que escondan las muecas. Dependerá de la intención de los dedos: contener o estimular, de si es una capa de algodón y poliéster o tierra y hojas secas lo que cubra la escena.
De esta manera inicia la narración Daniel Zayas en su libro. A partir de esta disyuntiva se crea una expectativa que va acrecentándose en la medida en que se avanza en la lectura. Al autor no le interesa tanto el qué, sino el cómo. Desde el inicio va poniendo sobre la mesa fragmentos de un rompecabezas que irá armando con la imprescindible colaboración del lector. El insólito enfoque de la historia, desencadenada a partir del disparo de una bala de revólver, es el original aporte de la dramaturgia de este relato; y el trazado de su estela por los aires nos irá revelando los disímiles escenarios sociales, familiares y personales de cada carácter que se topa indirectamente con este artefacto, diseñado para perseguir un ancestral dilema: la pugna entre el bien y el mal; que causa en su devenir el sacrificio de los inocentes, el ensañamiento de los cobardes y, a veces, los finales menos felices. No adelanto la resolución del conflicto en este caso, por supuesto, pero sí se pudiese destacar el empleo del recurso clásico del deux ex machina para solucionar un problema tan común como patológico en sociedades marcadas por la violencia, la corrupción y el desamparo de sus ciudadanos: el abuso del poder. En efecto, las relaciones de poder en diferentes escenarios sociales y privados es otro de los intereses temáticos primarios de la obra: el poder masculino sobre las mujeres; el poder de los sanos sobre los enfermos; el poder de los adultos sobre los infantes, adolescentes y jóvenes; el poder de la mentira sobre la verdad, en fin: el poder de la insolencia sobre la vergüenza, el respeto, la decencia y la consideración.
El verosímil dibujo de los personajes los hace totalmente creíbles al público lector, y factibles de suscitar una identificación estética y psicológica casi adictiva, por el realismo de que gozan sus imágenes, un recurso bien empleado por el autor. Se percibe una influencia de los medios audiovisuales en el mismo leit motiv propuesto al lector: seguir a este proyectil y conocer desde su perspectiva el enlace que sugiere entre cada relato nos hace visualizar dinámicamente los escenarios. Las vidas se mezclan a través de la bala que, como hilo kafkiano, va presentando a la madre forzada a abandonar a su hijo para ser amante de un hombre que le proporcionará los medios para mantener al niño, paradójicamente; la joven que se prostituye para sustentar a su progenitora enferma y es asediada de modo indignante por un abusivo oficial de las fuerzas del orden público; el joven que asiste a la psicodélica fiesta juvenil de manera irresponsable y casi es atropellado al salir. El ubicuo escritor superpone una paradoja a otra, un azar a otro, y va tejiendo con las estelas que va dejando este objeto por los aires que rodean a cada protagonista; hasta desembocar en un final que resultará sorprendente y casi satisfactorio, a pesar de las pérdidas sufridas por el camino.
El título constituye otro plano conceptual que enriquece el relato. Aparece en el discurso del abusador cuando intenta justificar sus actos. La insolencia se vuelve sinónimo de desengaño, al haber llegado a un punto de no retorno, al haber cruzado fronteras prohibidas, al haber logrado salir victorioso de actuares malsanos. Ese momento cúspide marca una edad de supuesta madurez maligna, a partir de la cual será improbable recuperar la inocencia, la ingenuidad y la buena voluntad perdida: una excusa espuria para pasarse al lado oscuro sin remordimientos.
Con una fluidez poco frecuente en el entorno literario actual, hilvanando sabiamente cada uno de los crescendo y puntos de giro que se marcan en la obra, Daniel Zayas logra un resultado muy cercano a la perfección en esta obra, digna de llevar a los medios audiovisuales, casi un guión en sí misma. Los visos faulknerianos no sólo están en la forma sino en el contenido, en cada eje temático que se entrelaza en el eje central común, cual una madeja de historias resumida en una simple pregunta que carcome desde las primeras letras: ¿cuál personaje recibirá la bala? A ellas se subordinan otras: ¿El escritor solucionará este —metafórico— dilema intencionadamente o azarosamente? ¿La solución será realista, justiciera o cruel? Todas estas preguntas nos acompañarán hasta la última página de La edad de la insolencia, un texto que une en sí un elevado valor literario con el cuestionamiento moral y existencial que provoca, y esta peculiaridad se encuentra muy presente en cada entrega literaria de Daniel Zayas Aguilera.
Egresado del Centro de Formación Literaria Onelio Jorge Cardoso, en 2014 fue merecedor del Premio Sed de Belleza en el género de narrativa para la infancia con su excelente noveleta, ya reeditada, Gaviotas en las aceras. Un año después obtuvo el Premio Calendario con La sombra de los almendros, novela histórica de ficción, y en 2016, el Premio Loynaz con El amor de los gatos, una continuación del relato anterior. En 2017 recibió las becas Frónesis y La Noche. En 2018 fue homenajeado con el Premio La Rosa Blanca. Este volumen hoy comentado suma un galardón más a la carrera literaria de una ya destacada figura de las letras cubanas, de quien esperamos saber próximamente, con más de su provechosa pluma.
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