Desde finales de 1946, pero más cohesionados a partir de 1947, se conformó en la ciudad de Bayamo, en la antigua provincia de Oriente, y hoy capital de Granma, un grupo de jóvenes inquietos por desarrollar un movimiento cultural que hiciese salir a la provincia de su estancamiento artístico. Entre esos jóvenes estaban Alberto Baeza Flores, quien posteriormente publicó Vida de José Martí. El hombre íntimo y el hombre público (1954) —es obra de intento biográfico donde utiliza recursos novelescos de moda en aquellos años, a la manera en que lo hacía, por ejemplo, Emil Ludwing—, Humberto Moya Díez y Víctor Montero Mendoza, entre otros, quienes resolvieron comenzar a editar una revista dirigida por Baeza Flores. Así apareció el Primer Acento, correspondiente al invierno de 1947, junto con el cual también vio la luz El Machete, «boletín relámpago publicado por el grupo Acento».
La revista que no admitía «avisos comerciales de ninguna especie» era costeada por distintas instituciones de la propia ciudad y se distribuía gratuitamente. La mitad de la edición se destinaba al extranjero. Además de dar a conocer textos literarios, fundamentalmente poesías, de algunos miembros del grupo, recibió colaboraciones de figuras establecidas como José Lezama Lima, Cintio Vitier, Fina García Marruz, Rafaela Chacón Nardi, Eliseo Diego, Carilda Oliver Labra, Ernesto Fernández Arrondo y Ramón Guirao, entre otros.
En el Segundo Acento (primavera, 1947) aparece una nota en la que se señala:
Nos proponemos iniciar, completando nuestra labor de Acento, la publicación de algunas obras inéditas, de sensibilidad y arte, con cuyo trabajo creemos contribuir a la sensibilidad general y a la difusión de obras producidas en Las Antillas, y de interés para el resto de los países de nuestra América. Las ediciones de Acento estarán normadas por la misma selección, calidad y tono, que definen nuestra revista.
Aunque manifestaron su interés por imprimir libros, significando que serían «obras inéditas, de sensibilidad y arte», se desconoce si esta empresa de carácter editorial rindió frutos y tampoco se sabe hasta cuándo el grupo tuvo vida activa. Solamente se han localizado tres números de Acento, los dos antes citados y el último, donde unieron los correspondientes al verano y otoño de 1947 e invierno y primavera de 1948.
La revista Acento, además de contar con las colaboraciones de quienes desde alrededor de 1937 conformaban el conocido Grupo Orígenes, año de publicación de Muerte de Narciso, de Lezama Lima, tuvo la particularidad de organizar la revista al igual que lo hacía la titulada Orígenes (1944-1956), órgano de dicho grupo, o sea, a partir de las cuatro estaciones del año y, como en esta última, las viñetas de la portada fueron realizadas por el pintor Mariano Rodríguez, que en varios números de la fundada por Lezama tuvo igual desempeño e, incluso, fue uno de sus editores en los primeros momentos de existencia de la connotada publicación habanera.
Lo antes esbozado le concede a la revista bayamesa una especial particularidad, no porque pretendiera emular con Orígenes, sino porque se inspiró en ella y consiguió que muchas de sus principales figuras colaboraran en sus páginas, algo bastante inusual en ese momento, pues las fuerzas intelectuales organizadas en torno a la figura de Lezama Lima centraban sus esfuerzos en llevar adelante lo que constituyó no solamente una revista, sino todo un proyecto cultural cuyo eco traspasó nuestras fronteras.
Pero los encargados de llevar adelante Acento abrieron sus páginas a otros nombres no pertenecientes al citado grupo, como las poetisas Carilda Oliver Labra y Rafaela Chacón Nardi, voces que alcanzarían alta presencia en la lírica cubana de esos años y en los posteriores. De Ramón Guirao, uno de los representantes de la corriente negrista en poesía y cuento, publicó composiciones de su poemario Presencia, prologado por Alberto Baeza Flores, y de varios libros que mantuvo inéditos, como Seguro secreto, escrito hacia 1936. Sin embargo, no acogió en sus páginas lo que más destacó a este autor: sus composiciones referidas a la mencionada corriente negrista, exclusión justificada, porque ya para entonces esta vertiente de la poesía tenía escasa presencia, como también aquellas provenientes de otras propuestas experimentales, pues ya la vanguardia, como fenómeno artístico, se retiraba del escenario artístico cubano.
Comenzó entonces una etapa de mayor universalización de la cultura, que tendría su máxima expresión en los años 40 y 50. Una nueva modernidad comienza a alcanzar sitio en nuestra cultura, ya fuera asumida desde la inmediatez del contexto histórico o desde la intimidad de los propios creadores, lo cual dio lugar a un alejamiento del provincialismo insular para dar cabida a expresiones más espirituales y trascendentes.
Es en este contexto que el Grupo Acento y su revista homónima desempeñan su papel en la Bayamo de entonces, hoy reconocida como nuestra Ciudad Monumento. Aunando voluntades literarias y plásticas, el grupo y la revista, a pesar de su corta existencia y de no poder alcanzar todos los objetivos que se habían propuesto —en realidad muy ambiciosos en relación con sus escasas posibilidades— ocupan un lugar importante en el lapso que se abre en el año 1936 y se cierra en 1958. Aunque su labor tuvo más alcance local que nacional, la presencia en sus páginas de las figuras antes citadas, todas de altísimos méritos y relevancia, junto a las del patio, contribuyeron a hacer de este esfuerzo un logro indiscutible y lograron mostrar que, desde la provincia, también se podía hacer cultura.
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