Si en el análisis general de los poemas de Versos varios que son los que Martí escribió y no publicó durante la década de 1880, hemos afirmado que el principio de la analogía se convierte, en estos textos, en un procedimiento literario, podemos expresar también que dicho fenómeno se manifiesta con mayor variedad y eficacia poética en «[Cual vierte las manos cuajadas de rosas]», «[Con la primavera]», «[Juega el viento de abril…]» y «A la palabra». «[Cual vierte las manos cuajadas de rosas]» está escrito al dorso del original de «Al buen Pedro», y es un poema símil, de oposición recurrente. El primer verso también es un símil, como en «[Cual incensario roto]», elemento que evidencia la importancia de este recurso dentro de su poesía, es decir, la manifestación en lo formal de un pensamiento analógico —uno de los grados en la espiral: el ajuste entre formas y esencias—. Todo el poema goza de la estructura paralela interestrófica y de rima, y de un ordenamiento desacostumbrado de los versos, un acomodamiento visual diferente:
Cual vierte las manos cuajadas de rosas
En cesto viejo de cristal vacío
La niña ligera:
Así sus visiones, extrañas, gloriosas
Vierte en mi cráneo despoblado y frío
Mi Musa severa.
El poema es un símil de carácter aparentemente antitético: La metáfora-símil viene de la más elemental y delicada naturaleza, mientras que el núcleo del poema —el tenor, lo comparado— tiene a la primera impresión algo de expresionista, de tremendo y áspero, lo que se suma al flujo de lo natural, al ser contemplado conjuntamente con el símil metáfora. El poeta nos sugiere que lo raro nace hermoso. Lo contrastante, lo no común, lo excelso contiene el golpe de las emociones naturales. Lo raro y / con lo hermoso contienen —conducen a— otra cosa: lo poético. En el poema lo analógico goza de una especie de paralelismo, de un rasgo matemático. Lo analógico aquí está buscando —o logrando— una conexión que toma como base al ritmo, con su capacidad de desdoblamiento e identificación. La armonía es a todos los niveles: a nivel métrico, a nivel de la rima, a nivel estrófico. Parte de ella invade también a lo sintáctico. «Martí realiza la doble semejanza con el universo precisamente a través del símil, figura retórica que representa la analogía, lo cual es… el fundamento de la unidad en su poesía». Lo analógico, al cursar todos los grados en estas estrofas cortas, indica el propósito experimental del poeta, que da rienda suelta a su musa, a su imaginación, al utilizar elementos no tan explorados en su poesía más conocida de estos años.
En «[Con la primavera]», texto fechado en Key West en1887 y escrito en papel timbrado del The American Economist, revista neoyorquina para la que Martí colaboró en ese mismo año, vuelve a aparecer la analogía en estrofas intensas, contenidas:
Con la primavera
Vuelve el verso alado.
¿Qué hará mi corazón, que amar no quiere,
Si le asalta el amor por el costado?
Hará lo que hace el cielo
Cuando el fuego lo abrasa:
Brillará como bóveda encendida
Hasta que el fuego pase: ¡todo pasa!
Tras señalar el arranque magistral con que cierra el poema, reparamos en que el poeta alude —pone al descubierto— los lazos esenciales del universo, el flujo, la irrupción, el devenir y el cambio. Un estado de la naturaleza propugna uno parecido del alma —la primavera provoca el nacimiento del amor—. Para Martí «lo real es relacional». Hay aquí un singular reconocimiento del principio dialéctico de la existencia. En este «verso alado» que es fruto de la primavera, está tentada de nacer la idea del «verso natural». La yuxtaposición entre las dos estrofas del poema y la afirmación rotunda del final permiten elevarlo a otro plano, a un plano trascendente. Una vez más lo analógico es un elemento recurrente. Dicho procedimiento en el poema «[ Juega el viento de abril…]», sin marcas cronológicas, alcanza, a nuestro entender, el mayor grado de virtuosismo en relación con todos los textos que integran la muestra. Allí lo natural y lo humano se integran, allí lo humano rezuma lo natural. A los elementos de la naturaleza, en franca elevación lírico-racional, le son atribuidas cualidades humanas. Lo analógico toma la forma de eslabón inevitable. Se crea una especie de estructura recurrente en cuanto a lo semántico. El poema en cuestión, integrado por tres cuartetos de gran plasticidad, deviene en viñeta, en postal de interacciones físico-humanas:
Juega el viento de Abril gracioso y leve
Con la cortina azul de mi ventana:
Da todo el Sol de Abril sobre la ufana
Niña que pide al sol que se la lleve.
En vano el sol contemplará tendidos
Hacia su luz sus brazos seductores,
Estos brazos donde cuelgan las flores
Como en las ramas cuelgan los nidos.
También el Sol, también el Sol ha amado
Y como todos lo que amamos, miente:
Puede llevar la luz sobre la frente.
Pero lleva la muerte en el costado.
Como se aprecia, el poema es una espiral de contemplaciones: contemplaciones físicas y contemplaciones líricas, que devienen en contemplaciones metafísicas. La descripción de tal fenómeno es apreciable en el siguiente esquema sobre el texto:
Primera estrofa
—Primer verso
—Segundo verso: Elemento de la naturaleza gravitando sobre elemento humano.
—Tercer verso
—Cuarto verso: Elemento de la naturaleza sobre elemento humano.
Segunda estrofa
—Primer verso.
—Segundo verso: Mutuas contemplaciones del elemento de la naturaleza y el elemento humano.
—Tercer verso.
—Cuarto verso: Elemento humano ornado con elemento natural los cuales son comparados con otro elemento natural.
Tercera estrofa
—Primer verso.
—Segundo verso: Elemento de la naturaleza a lo humano y elemento humano que engloba a la naturaleza.
—Tercer verso: Elemento natural conectado a lo humano.
—Cuarto verso: Elemento natural conectado a lo humano.
En el texto se crea una correspondencia continua en varios niveles —gravitación, contemplación, equiparación y conexión—. Se verifica un viaje intelectivo. Se hace nítido un encadenamiento, hasta ahora y para muchos, invisible. Observamos la íntima complementariedad de los elementos que enfrenta el escritor:
Cortina azul / viento de abril
Niña / sol de abril
Brazos con flores / ramas con nidos
Sol / los que amamos [lo hombres]
Afloran enlazadas y perfectas las inercias de vida y muerte. Aparece lo dialéctico: la vida, legitimada por el amor, conllevando a la muerte, y la muerte dando paso a nuevas vidas.
Se esboza el triángulo que contiene la idea trascendente martiana de la existencia. El autor aquí ha colocado también y, ¿por qué no?, sabiamente, en su cima a la muerte:
Muerte
Amor Vida
Es la ironía que enfrenta a lo analógico y, al derrotarlo brevemente no niega las estrofas magistrales. Acuden eros y thánatos, las dos preocupaciones fundamentales del hombre. El poeta traza una línea continua entre el amor y la muerte. Uno condiciona a la otra. En este sentido «el amor del que nos habla… siempre posee una dimensión cosmológica, que atañe a la constitución esencial del mundo». Si bien en el poema la niña no puede ser arrebatada por el sol, ambos poseen una virtualidad idéntica: el continuo fluir en ellos de la vida a la muerte y viceversa. Eros, pujanza de vida, y muerte se unen en la circularidad de la naturaleza, que incorpora la muerte en su seno despojándola del carácter terminal y trascendiéndolo en vida renacida. La naturaleza es un ciclo incesante de muerte y vida. Mientras para los decadentes franceses e ingleses, influidos por Moreau y Sade, el ciclo tiene la dirección de la vida hacia la muerte, para Martí su orientación es de muerte que se regenera en vida.
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