En el año 2014 la Editorial Ciencias Sociales dio a conocer esta valiosa compilación realizada por la historiadora camagüeyana Elda Esther Cento Gómez (Camagüey, 26/9/1952- La Habana, 28/10/2019), Premio Nacional de Historia 2016. El texto reúne más de trescientos documentos dirigidos y, en ocasiones escritos, por el Mayor General Ignacio Agramonte. Más que un prólogo, la historiadora realizó un estudio nunca antes hecho acerca de estos textos.
Difícil debe haber sido para la autora un acercamiento desprejuiciado de la figura de Ignacio Agramonte dada la admiración profunda que todo camagüeyano siente por él. Con razón entonces advierte la investigadora al lector:
- No creo que en el discurso historiográfico cubano exista otra personalidad más paradigmática —en tanto conjunción de rasgos positivos—, que la de Ignacio Agramonte. En realidad llegó a vivir tan poco tiempo—y por demás, la muerte lo alcanzó en plena gloria—, que es difícil hallar sombras en su vida, lo cual no implica olvidar que, como todo hombre, ascendió sus escalas.[1]
Minuciosa fue la labor de la historiadora. Trabajó con diversas biografías que no siempre eran dueñas de una necesaria objetividad. Numerosos estudios sobre la figura de El Mayor fueron consultados. Materiales diversos acerca de la Guerra Grande y de las personalidades que en ella participaron. Fuentes que no solo se encontraban en Camagüey, sino también en otros archivos fuera de la provincia y del país.
Elda Cento se acercó a la guerra, a los hombres y familias que en ella participaron a partir de las redes familiares. Solo así puede entenderse el devenir de la historia cultural de esta región. Esta es tierra de familias endogámicas, de redes que se cruzan y se tejen para ponerle diversos rostros a la historia. Los Agramonte, los Loynaz, los Simoni, los Bernal, los Agüero, los Silva, los Cisneros y tantos otros que se relacionaban no solo por lazos parentales, sino también porque formaron parte del constructo identitario de esta región.
Pocas veces se ha detenido la historiografía cubana, como lo hizo la Cento en este estudio, en la formación militar de Ignacio Agramonte. No obstante, quedan espacios aun por conocer. ¿Cómo pasó de los salones de la Sociedad Filarmónica a los campos de batalla? ¿Cómo fueron sus días habaneros? Siempre han quedado vacíos que, ni siquiera Aurelia Castillo de González, su primera biógrafa, pudo develar. Es evidente que conocía de la teoría de la guerra. Pero no se sabe a partir de qué autores y figuras.
Si algo demostró El Mayor era que la guerra no podía ganarse sin conocimientos militares. Él no improvisó nunca en el campo de batalla. Puede afirmarse, sin menoscabo de ninguna otra figura, que fue el gran estratega de la Guerra Grande. Agramonte tenía obvios conocimientos del arte de la guerra, pero también fue un hombre de honda cultura histórica. En su ejercicio para obtener el título de abogado muestra sus hondos conocimientos de aspectos puntuales de la historia de la cultura y la política. Por eso, Elda Cento apuntaba:
- Es cierto que el arte militar cubano se fue conformando en un proceso que tuvo sus más tempranos exponentes en los primeros siglos del establecimiento español en la Isla y que pudo contar con la experiencia trasmitida por cubanos y extranjeros participantes en campañas militares en otras tierras y las enseñanzas emanadas, crudamente, de la contienda.[2]
La disciplina, el orden, el respeto y la preparación militar fueron coordenadas puntuales para la educación de su tropa, no siempre disciplinada. En una comunicación a Francisco Vicente Aguilera, del 1ero de junio de 1869, expone lo que fue un enfrentamiento armado entre la tropa por él dirigida y el ejército español:
- Me proponía engañarle con aquel fuego figurando un falso ataque para batir fuertemente a los flanquedores; pero el enemigo no hizo otro movimiento que cubrir sus fuertes trincheras de piedra y tierra a las cuales todavía se dirigió el fuego por unos instantes mostrando los nuestros laudable decisión. Todavía entonces se hizo una falsa retirada por los rifleros permaneciendo firmes las emboscadas sin lograr la salida del enemigo. Este ya evidentemente abriga ya algún respeto a los insurrectos.[3]
A través de estos documentos puede reconocerse, sin duda alguna, su evolución como estratega militar, su intransigencia, su lucha contra las posturas prepotentes de algunos de aquellos jefes militares, su total confianza en las tropas bajo su mando, su cultura. Todos estos aspectos conforman la imagen de un Ignacio Agramonte cabal, justo, limpio, honesto en sus posiciones aunque tenga que enfrentarse a aquello que consideraba, con justeza, que iba en contra de los principios de la Patria.
Elda Cento nos permitió conocer, a través de estos documentos, al hombre en toda su estatura. Marcado por la guerra, por la ausencia de Amalia y de los hijos, traicionado en más de una ocasión nunca perdió la fe en su patria, en sus hombres. Por eso, todavía hoy su cabalgar retumba en estas tierras principeñas como una sempiterna carga al machete.
Hay que agradecerle a Elda Cento, no solo lo que escribió e hizo por su Camagüey, sino especialmente un libro como este. Aquí están los documentos, las cartas y los hombres de aquella dura contienda que fue la Guerra Grande y que pertenecen a la figura más imantadora y cabal del Ejército Libertador cubano.
[1] Elda Cento Gómez (Compiladora): De la primera embestida. Correspondencia de Ignacio Agramonte (noviembre de 1868- enero de 1871), Ed. Ciencias Sociales, La Habana, 2014, p. 2.
[2] Ibídem, p. 13.
[3] Ibíd., p. 129.
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