Auspiciado por el Instituto Cubano del Libro y coordinado por la escritora Basilia Papastamatíu, Aire de Luz está ideado que para autor y lector se encuentren en un diálogo con sus obras más recientes, y para dar a conocer los talentos nuevos que pueden surgir en cualquier parte de nuestro archipiélago.
En la tarde de este jueves se presentaron en el espacio, que tiene su sede en el Centro Cultural Dulce María Loynaz, Armando Landa y Zurelys López Amaya; él de Mayabeque y ella de La Habana.
A Zurelys López Amaya, narradora, periodista, le fue dado el paso para abrir el recital, después que la anfitriona dijera de ella:
Sus palabras son ella misma, su pensamiento, sus sentimientos, desde la más legítima herencia del romanticismo, de la que felizmente Zurelys no renuncia ni considera anacrónica. Su entorno, los paisajes, las cosas, los seres, son lo que ella ve y quiere ver e interpretar, no se permite ninguna ilusión de objetividad, y al leerla aceptamos encantados la idealización, rosada o sombría, en la que nos sumerge.
La poetisa le dedicó sus versos a la madre, recientemente fallecida, y que cumpliría años el 21 de marzo, Día Mundial de la Poesía. Escogió de su libro La llegada del invierno: «El obrero», «El sitio de los salmos», «Muchacha en India», «El tao», «Feng Shui» y «Paseo por Madrid».
Para la segunda ronda de lectura escogió del libro La vela y el náufrago el poema «La enfermedad», y de su proyecto de libro Migraña, «La tempestad» y «Frutos secos».
Por su parte, del ensayista, ganador del premio la Gaceta Ferdinandea de Italia, Armando Landa Vázquez, Basilia Papastamatíu dijo:
Me encontraba ante un lenguaje de flujo impetuoso, como de un mar encrespado que parece indetenible, pero que sabiamente se detiene en el punto preciso que su expresión requiere. Se trata de aparentes prosas pero que son esencialmente la más pura poesía. Su autor articula sus palabras atendiendo a una relación semántica, a veces perceptible y otras insondables, pero que un ritmo interior conecta de alguna manera y la hace necesaria. Ajeno y confidentemente libre de normas y preceptivas estéticas, Landa nos demuestra, así su gran intuición y sensibilidad para saber, ver y hacer una legítima poesía.
Landa explicó que había asumido el lenguaje en su totalidad, sin discriminar una palabra u otra, según el rango que le había dado la real lengua española. Todo tiene su nobleza —dijo— es la vivacidad del texto… apropiarnos de todo lo que nos pertenece.
Escogió de su proyecto de libro, titulado con una palabra en ruso, Pabotayet (Trabajo, en español), los poemas: «Cartacuba», «Zonatina», «Cosas de negro» y «Traslado».
Visitas: 160
Deja un comentario