Con su novela El auriga del carro alado, José Luis García (Holguín, 1955) entró con bien rotundo merecimiento en la muy escogida hermandad de letras de quienes pueden en sus galardones ostentar el Premio Alejo Carpentier, esta vez en su edición del año 2021. Y creemos poder asegurar que en bien escasas ocasiones se han logrado expresar tantos ímpetus y frustraciones que van de lo más imprescindiblemente pedestre a lo más escandalosamente metafísico en menos de 150 páginas (en su edición por Letras Cubanas, 2021).
Con el pretexto del hallazgo de un diario, el autor nos exhibe un país que transita de la guerra civil a un nuevo pero jamás definitivo statu quo bajo fuerzas coalicionistas de ocupación, y donde el doctor M. I. G. Echemendía ―ex agente de contrainteligencia y ex preso político, capaz saxofonista de jazz, anheloso novelista que no supera la intención, médico de inconsistente desempeño― vive su transición personal rumbo a convertirse en un superviviente con tendencia a la mala fortuna o quizá en un suicida algo menos que competente.
Nuestro héroe ―¿antihéroe, posthéroe, subhéroe?― es rodeado de personajes tan vivaces como frágiles, todos en pugna por un último trozo de alimento, bocanada de oxígeno o tan solo atisbo de abstracta esperanza. Pero, sobre todo, es sometido al asedio de sus propias palabras, memorias y meditaciones, de los secretos de que es cómplice y víctima, así como de ensoñaciones con artistas y filósofos sin réplicas.
Y a la batalla por encontrar un nuevo yo, se añade el misterio de cómo ese yo habrá de ser. Tal vez sea ―y sea esta la tesis del autor―, después de todo, inalcanzable el ideal equilibrio entre lo ético y lo obsceno, la razón y el instinto, para un sencillo mortal a la deriva en una angustiada nación isleña que se simula y confunde a sí misma dentro de su inconclusa paradoja.
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