José Martí decía que a los niños se les debía hablar de todo lo que pudiera enriquecer su intelecto y sobre todo, su sensibilidad como seres humanos. Por eso, en su Edad de Oro, revista amasada desde el cariño a la infancia y la convicción de que para los luchadores no hay imposibles, dijo:
Para eso se publica La Edad de Oro: para que los niños americanos sepan cómo se vivía antes, y se vive hoy, en América‚ y en las demás tierras; y cómo se hacen tantas cosas de cristal y de hierro, y las máquinas de vapor, y los puentes colgantes, y la luz eléctrica; para que cuando el niño vea una piedra de color sepa por qué tiene colores la piedra, y qué quiere decir cada color; para que el niño conozca los libros famosos donde se cuentan las batallas y las religiones de los pueblos antiguos.
Y sus elocuentes palabras me vienen hoy a la mente cuando acabo de leerme un libro hermoso, concebido desde la imaginación y el rescate, desde la justicia y el amor, desde el deseo de recontar una y muchas historias que con la savia ancestral de los tiempos antiguos, han llegado volando desde el viento, de boca en boca, de corazón en corazón.
En su selección Viaje al corazón del continente, Liliana De la Quintana nos ofrece un rico panorama de la cuentística boliviana, pensada no solo desde la imaginación, sino que hurgando en las raíces de la tradición busca recontextualizar las más diversas voces del rico país andino para referirnos de sus principales motivaciones literarias a la hora de dirigirse a los niños.
Unos quince autores se dan la mano en este interesante panorama que nos permite recorrer el país desde sus mitos y leyendas, sus figuras etiológicas e imaginadas, su flora y su fauna, su paisaje y costumbres o también sus héroes, razas y creencias.
Un aliento profundo mueve todos estos cuentos, escritos por creadores de diversas generaciones —desde jóvenes que ya van cosechando sus primeros éxitos en el oficio de la palabra, hasta autores considerados clásicos como el célebre Óscar Alfaro, entre otros. Cada uno de ellos viene con un gusto donde se resuma la esencia de un país de gran riqueza étnica y multicultural, donde la lengua heredada de la colonia entreteje sus vocablos con palabras tomadas de razas antiguas que fueran dómines de secretos, consejas, de una rica filosófico-existencial cultura conectada al paisaje, ya sea un árbol, una montaña, una corriente cristalina, así como su alianza hacia las especies animales.
En esta selección hay cuentos de amor, de aventura, de dioses que interactúan con los hombres, de héroes invencibles, de figuras míticas y personajes estrafalarios que se pierden en la inventiva popular y de toda clase de portento que la mente sea capaz de imaginar.
Uno respira en ellos el frío aire que viene de los Andes coronados de nieve, siente el rugir de las fieras desde la espesura, el canto de las aves, el llanto de los pueblos oprimidos por toda clase de dictaduras y que, sin embargo, nunca dejan de soñar el anhelado sueño de la libertad; siente latir un corazón apasionado, el del indio, en apariencia sumiso, pero de dureza sin par, de aire adusto como el de una roca ígnea, inamovible, impenetrable y eterna.
El volumen se estructura en varias partes que agrupan a los cuentos según su perfil: Tradición oral, Con voz propia, De la fauna, Así somos y Nos tocan el corazón.
Especialmente significativo será para los lectores cubanos el relato titulado: «Maniche, el último alimento del Che», de Jorge Mansilla, en el cual se recrean los minutos finales del Guerrillero Heroico cuando una sencilla mujer de pueblo llamada Ninfa acude a él para darle un sabroso caldo que será su consuelo postrer, poco tiempo antes de ser vilmente asesinado.
Toda selección de cuentos es como un gran abanico, una suerte de compendio de imágenes que se van abriendo a medida que se despliegan las páginas y nos permiten asomarnos al paisaje interior de un libro. Las voces que acá se aúnan son el eco de otras muchas más antiguas; nos llegan desde la razón y el sentimiento, desde la memoria y la remembranza, desde lo que se archiva en el ADN de la memoria humana de un pueblo (o muchos pueblos) y lo que se sueña al otro lado de la cara oculta de la luna.
Los autores que se unen en este original volumen nos dan noticia de un movimiento en el país andino en pro de renovar su literatura y el discurso dirigido a la infancia con una visión antihegemónica, (des) europeizante, anticolonialista y comprometida con los mejores ideales de la verdad. Una Bolivia de gran riqueza cultural y diversa en contrastes nos llega en estos cuentos (no estrictamente para niños, sino destinados a cualquier lector inteligente y sensible).
Dejemos que el cóndor volandero, que se pierde sobre los Andes en pos de un sueño de mar, nos haga levantar a cada uno de nosotros las alas de la imaginación y nos lleve tan lejos como nuestra esperanza se atreva a florecer. Solo así conseguiremos llegar, invictos y felices como un niño que de todo propicia el juego, hasta lo más recóndito y sagrado, el corazón de un continente, que lamentablemente todavía muchos no conocen ni valoran con la justicia que merece.
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