
Dalila León
Luego de saber que fuimos hechos para aprender abandonando, al decir de la poeta norteamericana Mary Jo Bang, Dalila León Meneses se entrega a un viaje en todos los sentidos, dígase físico, emocional, intelectual, metafísico en su poesía. En ella ha sido apresado en signos sigilosos el amor incauto de los adolescentes «bordado» en sus tres estaciones, las que son atravesadas por desgarradoras y eficaces elipsis. Asciende de toda su obra un aire, un espíritu de muchacha que juguetea con la vida. En él la autora no desdeña lo escatológico para conocer, para conceptualizar el mundo, una de las maneras de manifestar ese desencanto mayúsculo, esa decepción, esa incredulidad, propias de la generación cero. Es el anhelo vacuo, el no saber por qué se está aquí, la prisa irresoluta de la distancia, el hastío que envuelve al entusiasmo, a la energía sin freno de la juventud. Lo que apunta a un suceso social mayúsculo: esa frialdad, esa sorna, esa ironía, esa imposibilidad de amar de gran parte de esta generación, que en Dalila da pie a la instantánea, a la viñeta profunda, sin apoyarse en lo soez, como otros miembros de su generación. El destino femenino también aflora en los poemas de Dalila. La mujer se presenta en su deslumbrante belleza, y a pesar de ello el sacrificio que tiene que realizar es a menudo sinónimo de la prisión y la muerte, y no evita que toda la sociedad la considere como un ser maldito. Es una injusticia que la miseria y el estatismo sociales se afanan, con mecanismos y móviles, en hacerla parecer natural, donde la mujer es un ser subalterno que, por las falacias del mundo moderno, cree sentirse triunfadora.
El poeta se comunica con su lector no «directamente» sino creando «objetivos y correlativos», en vez de decir lo que siente y piensa, describe objetos que se correlacionan con cierto tipo de experiencias vitales. Los poemas de la autora que hoy les comento son un ejemplo de ello, donde el dato objetivo, aunque siga conservando esa apariencia, pasa a ser una compleja emoción subjetiva. En sus poemas el yo lírico se reconoce como espectador o conciencia crítica de un entramado, como latido del mundo, expectante. Celebro en la autora la parquedad, y a un tiempo la elocuencia de su estilo, alejada de la cualidad laberíntica de mucha poesía escrita en su tierra, o de mucha de la producida por su generación sin fundamento ético. Pues en sus poemas el contrapeso de la cotidianidad y la coloquialidad no evita que se muestre la fe como una nube por encima del horizonte. En sus textos siempre espera, al tiempo que sorprende, una vibración humana flotando sobre una admirable economía expresiva.
Dalila, con síntesis expresiva, que es más elocuente cuando echa mano a metáforas de la naturaleza, nos recuerda que siempre estamos viajando desde algo y hacia algo, siempre algo nos persigue, y sin creerlo nuestro, ya está inconmensurablemente dentro de ti. Esta es una poesía de instantáneas, que tiene claro que la poesía es sugerir una totalidad a través de un límite, como apuntó Cintio Vitier, donde el espíritu de un joven se ondea, en ese aleteo incontenible o hueco, en ese paso adelante y ese mirar atrás para la vuelta, por la que dejaremos de ser para empezar a vivir, donde percibimos la intensidad de una muchacha pelirroja que escribe con la tenacidad y la importancia del rojo de su cabello.

Datos biográficos
Dalila León nació en Sancti Spíritus, el 1ro de enero de 1980. Es poeta y narradora. Miembro de la UNEAC. Pertenece al Consejo Provincial de la Editorial Luminaria y trabaja en la Casa de Cultura de Sancti Spíritus como Instructora del Dpto. de Literatura. Dentro de sus principales resultados se encuentran: Mención en el Premio David (Habana, 2011), Premio El Girasol Sediento (Cienfuegos, 2012), Primera mención en el Premio Francisco (Paco) Mir Mulet (Isla de la Juventud, 2013), Premio en la Beca de Creación La Enorme Hoguera (Habana, 2013), Mención en el Premio Calendario(Habana, 2014 y 2016), Mención en el Concurso Hermanos Loynaz (Pinar del Rio, 2014), Premio Pinos Nuevos en poesía (Habana, 2014),Premio de la Ciudad Fayad Jamís (S. Spíritus, 2016), Premio de la Beca Julio Crespo Francisco (UNEAC, S. Spíritus, 2016), Premio Fundación de la Ciudad de Santa Clara (2017).
Ha publicado los libros:
Bon Appétit (Letras Cubanas, 2014 y Guantanamera 2017),
Sin buenas nuevas (Editorial Reina del Mar, 2016),
Pop Art Collection (Editorial Luminaria, 2016),
Antes que amanezca (Editorial Luminaria, 2017)
Bon Voyage (Editorial Capiro, 2018).
Selección de poemas
Me quedé en la sombra
Me quedaba en la orilla
recogiendo conchas
para mi madre.
Las reunía por colores
tamaños.
Nunca me alejé demasiado
concentrada en mi sombra
en la arena caliente
en las olas
que volvían
provocándome
una y otra vez.
Style
Ella lee revistas de moda
su favorita es la Vogue
cada mes la adquiere religiosamente.
Sus modelos son clásicos —afirma
acariciando su portada.
Ella sabe de encajes
de corsés
de colores neutros
de tacones de aguja.
Siempre clásicos —suspira
mientras busca en el índice
algún artículo sobre maquillajes
y cómo se deben aplicar
para cubrir
al menos parcialmente
los golpes que recibe
cada mañana.
Vintage
No era satín, madre, ni terciopelo.
Era la necesidad reciclada
sobre tu máquina de coser.
Eran tus piernas hinchadas
en el pedal de la Singer,
impulsando a la aguja
hacia arriba y hacia abajo,
puntada a puntada, sin descansar.
Era yo, una mañana de diciembre,
hilvanada con retazos de tu juventud.
Tengo que blanquear el encaje –señalaste–
cuidado con los alfileres.
Eran los últimos ajustes, madre,
del vestido que estrenaría
en mi cumpleaños.
Knockout
Esa mañana
mientras guardaba en el closet la ropa limpia
advertí una percha vacía y recordé:
La última vez que la sostuve
mi padre aún estaba vivo.
Esto es la muerte, pensé,
torpes espacios vacíos que te golpean
cuando menos lo esperas.
A corto plazo
Los chicos del barrio
gustan del futbol y el reguetón.
De vez en cuando les hablo del Chicuelo,
de Los músicos de Bremem,
del Principito
y ellos parpadean esquivos,
mirándome como a una turista.
Entonces les pregunto por los Beatles
y algunos me sonríen,
hurgando en sus narices.
Solo cuando menciono a Messi o a Bad Bunny
se me acercan con confianza,
sin miedo de escuchar nombres raros
que no conocen, ni desean conocer.
***
En la pared del baño
de una vieja gasolinera
dejamos nuestros nombres
encerrados por un corazón.
Todavía hoy
te escucho maldecirme
sobre el asfalto mojado
mientras yo corría a la autopista
haciendo señas a los autos
bajo la llovizna.
Todavía te percibo en las cunetas
en el tendido eléctrico
y en las vulgares calcomanías
pegadas al parabrisas
del último camión que me aleja
pueblo tras pueblo
del sucio y torpe corazón
abandonado en la pared
de aquella gasolinera.
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