«Uno se describe a sí mismo persiguiendo lo fatal».[i] Esta idea de Braque recorre toda la obra poética de Jesús Lozada. Enellason supremos el amor y la muerte, pues solo a través del amor es que se transcurre hacia la muerte.Como crucial es la religiosidad[ii] e incluso hay en la respiración del poeta como una investidura de Dios, del total Creador que dispone un mundo con sentido y misericordia. Por lo tanto es un yo solemne y trascendente. Se nos representa el poder de Dios personificado en el carácter efímero de la existencia del hombre. Alguien se ha parado a ver la dimensión, la trascendencia del mundo a través de cantos que reproducen la naturaleza y el sentido de la religión y ensoñación de Dios: Esta poesía es un intento de apresar el decursar, el rapto de la vida en unos pocos versos, en unos pocos actos donde asciende inevitablemente el Dios de la naturaleza del que fuimos hechos a imagen y semejanza, y transitan las equiparaciones: es la parte de lo que clama de la naturaleza el todo, líneas como diagramas de la vida, de la existencia que es vida sobre muerte y muerte sobre vida. El universo simbolizado en sus partes. Signo pleno: signo esquivo. Asistimos a la personificación de Dios en el músculo finito del hombre —Dios invocado en el hombre—.[iii] Por eso en su poesía contemplo con asombro que Dios, el hombre y el país son una misma cosa. Estamos en el reino de Dios pero profanando a Dios, lo que ya establece de por sí la tragedia del hombre. Es el canto hermoso de una pérdida, el cuento subyugante de una tragedia lo que atesoran estas páginas: «Estoy mirando / El dibujo en otra luz que no existe / Estoy mirando el polvo: /¡Envidia! La creación / Un grito de clemencia,»[iv] la falta, el pecado original, aunque el sacrificio debiera ser fructuoso —es la consagración del sacrificio—,[v] y se contempla el carácter efímero de la existencia como algo también sagrado, eso que intentas apresar es bello porque se escapa, el imposible de ser transcurso y trascendencia, el equilibrio entre ilusión y decepción conforma la existencia del hombre, lo que se subraya con lo que esta poesía tiene de conjetura, misterio o ceremonia, oración, salmo, tono exultado, letanía , gesto alado , revelación bíblica y fe imantada; y con la manifestación del miedo como sentimiento paralizante que puede caracterizar lo humano y que impide conocer el sentido y la ley del universo:[vi] A veces el aliento filosófico se levanta de textos metafóricos que se inclinan también a expresar una poética. Y hablan también de la identidad del hombre de estos lares, de su entereza y heroicidad. Es una poesía que nunca pierde la dimensión cosmovisiva. Se aspira a evaporarse y ser en la naturaleza porque a su perfección se canta.[vii] En este sentido el hombre atesora su religión, su Dios, pero es el encargado de salvarlo y de salvarse el mismo, porque ha perdido su verdadera naturaleza —el hombre ha sido expulsado de su paraíso por su propio discurso— y lo hace en territorios poéticos donde se unen comunión, concepto que caracterice quizá toda la poética de Lozada, revelación y rebelión, y se tienta al hombre a cumplir sus deseos y aspiraciones, pues el ser que lleva la religión en los huesos está para cantar siempre el milagro. Vivimos ante Dios encarnado en el hombre, dibujando perfiles desde la opacidad, ante el mundo como proceso, como química y alquimia vuelta hombre, o ante la alabanza del reflejo: el brillo, la ceguera, la embriaguez de la luz.
Estamos ante una poesía de marcado carácter antropológico y esplendente que abraza los horizontes estéticos martianos[viii] —revestimiento ético de los ejes alto/ bajo, y de la dicotomía sombra / luz—[ix] .y la gracia y el afán cosmovisivo lezamianos, donde la ausencia de signos de puntuación, cuya función se suple con el empleo persistente, letánico de la mayúscula al inicio del verso, crea una especie de encabalgamiento que puede abrirse o cerrarse, y procura la autonomía del verso, dotándolo de intensidad. Estamos ante una poesía que aspira a la respiración de un solo poema. Este tipo de disposición estilística exige mucho del plano ideotemático, y puede llegar a no funcionar si los límites pierden sus proporciones.
De la existencia humana y su dibujo —es decir su misión— que debe ser descifrado por otros hombres, trata esta poesía, que atesora la cualidad hímnica, donde el viaje mítico se encara con los ojos del viaje material. Así como el mundo natural hizo de él parte consustancial al hombre: «y el cielo se mirará en el hombre», y dejaremos «que nos arrastre la armazón atlética del alma» en la «ciudadanía del árbol», así el hombre en sus manos tiene «el poder» de volver natural el mundo, de regresarlo a los comienzos, donde el verde y las aguas eran la bendición. Pero muchas veces este hombre que pretende ser Dios sabe que no lo es, y de ahí su vía crucis, entonces descubre que «el árbol impasible se quema».[x] Luego de la lectura de esta obra, donde destacan por su belleza y eficacia expresiva los cuadernos Archipiélago, Los ojos quebrados, Sentado en el olvido y Canciones eslavas, nos percatamos que el poeta anhela que el hecho de personificar a la naturaleza también sea algo grande, poderoso, que de una nueva dimensión a los frutos, donde la muerte es una parte perfecta de su conformación. El hombre que penetra los misterios es el emblema imposible de esta poesía.
Jesús Lozada nació en Camagüey el 18 de noviembre de 1963. Poeta, narrador oral y libretista de radio. Investigador y pedagogo de la oralidad y la narración oral. Médico. Miembro de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba (UNEAC) y del Consejo de Expertos del Consejo Nacional de las Artes Escénicas (CNAE). Ejerce el periodismo y la crítica cultural. Considerado uno de los protagonistas del relanzamiento de la narración oral en Cuba en la década de los ochenta del siglo XX. Obtuvo el Premio Pinos Nuevos en 1994. Autor de los poemarios:
- Archipiélago (Editorial Letras Cubanas, 1994)
- Los ojos quebrados (Editorial Unión, 2004)
- Hablar la noche (Cubaliteraria, (2023)
GRITAD
Náufrago!
Al hombre de las islas
Palabras semejantes al cobre
O a la exaltación más alta
Que es la muerte
Gritad
Su verdadero rostro
La plenitud de la caída
La orfandad que son las costas
Gritad
Náufrago!
Algún día las islas emergerán
Hoy
Solo estamos dormidos
En el fondo.
LA LUZ
Se levanta
Hoja circular
Fuego que no arde
Fuego quieto
Apoderándose del tiempo
El ojo
La convierte en cenizas
Polvo de sol.
Magnífico es Dios cuando se para
Y las sombras con él En medio de la luz uno ha de cambiar para él Porque uno es primero en su sangre Desde la lejanía desde la majada aún más lejos Porque uno salva a los ángeles Y así lo contemplan cuando se pone de pie No conocemos el pasado donde estuvieron sus ramas Está colocando los tálamos del mundo Cada uno de nosotros Es el pasado de Dios que no tiene pasado Cada uno de nosotros pisa a Dios.
No acerca al caracol la llaga
Ni salta la llanura No brotan surtidores Ni el rumor aproxima los cordajes Herida sílaba / Trazo degollado Perfecta huella: la desbandada Pierde los ñudos que ya le ignoran Corta los lazos cuando le acecha Silba la queja Niégase el yunque Golpear el carro Patria ensordece Enamorada de lo que pasa Belleza entrando ¿Séptuple Luz? ¿Chorro la cruz? Cetro el mandala Polvo la rueca Al empujar suma la Nada Cruje la encina Truena la espera Cimbra entre sellos sus ataduras Frágil concierto tañe la herida Torres tan altas Gritan el fuste Suenan los pozos y los brocales Muerden mi infancia Rota Callada Arcos de sangre bajo ellos paso Miro la llama Crepita el tiempo ¿Podría el orco tocar dos veces Los mismos sones? Viene a quebrarse.
[i] – George Braque. El día y la noche. Cuadernos 1917 -1952. El Acantilado, Barcelona, 2011, p. 48.
[ii] – «Lo justo es santo». «República». Archipiélago, Hablar la noche, Ciudad Nueva, Buenos Aires, 2022 p. 71.
[iii]– «Todo se nombra en mí
Se yergue o se evoca en mí. Ob cit, p. 59.
[iv] -«De qué habla el silencio», Los ojos quebrados, Ob. cit. p. 90
[v] -«Una mirada […] que […] solo ha visto la lumbre / En un punto oscuro.», Archipiélago, Ob. cit, p. 67, también ejemplo de la dicotomía sombra – luz.
[vi][vi] -«Poesía con resonancia de la vida religiosa (visiones civilizatorias, tratamientos teológicos, pasajes de libros sagrados, emblemas abundantes, inscripciones profundas).» Roberto Manzano. «Participación de la palabra» (Prólogo) en Jesús Lozada. Hablar la noche, p. 11
[vii] – Véase «La tierra es un eco», p. 200
[viii] – Este texto recuerda mucho los poemas de Versos libres en su carga existencial, o los patrióticos de José María Heredia:
¿QUIÉN SOY
Si no el discípulo
Y la nube que me anuncia
Qué si no la aridez?
Vivo la muerte que me toca
Vacío el pozo de palabras
Estoy yerto
Amargo a las puertas del domingo
El frío me corrompe
Tengo un hambre de siglos
Y una ciudad clavada en el costado
Cómo duele el verde de las palmas
Tan solitarias y erectas
Despeinadas
Señalando el destino de mi pueblo
Herido por las palmas
Me proclamo
¡Qué música
Qué énfasis en el dolor
Tiene el sonido de las palmas!
Ob. cit, Los ojos quebrados, pp. 113 – 114.
[ix] – Algunos ejemplos entre múltiples:» Entre el riesgo de quebrar las sombras y la mesura/ Media la fe que celebra la noche / Y dueño de la luz resplandezco.» (p. 25); «La noche será para conservar luz», (p. 32); «¿Acaso estar iluminado / No pregona el fin?». (p. 46)
[x] – Verso de la poeta norteamericana Rachel Wetzteon.
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