Sagacidad y penetración son dotes que esta poeta, que arriba este año a su sesenta aniversario, posee como naturales. Su poesía es telúrica, como una vez hace tiempo dije, que va al tuétano como único sostén. Con la razón como emblema se consigue como tramo la prisión, el ostracismo, la impotencia. Quizá por ello sea la sequedad la virtud con que se despliega o se resume la poética de la autora, que en la sustancia de la esencia hace suya la economía de la verdad.
En sus nuevos poemas, como en buena parte de los ya publicados se respira una materialidad que interroga a una cotidianidad, incluso a lo doméstico, de espaldas a la ilusión. Es una poesía que avanza desde la materialidad en la que incluso, y con la que, incluso, metaforiza, urdiendo encajes de desconfianza, vacío y frustración. Aquí se habla de entereza femenina, pero desde el ninguneo social que envuelve demoledoramente a esta virtud, con la sorna de lo que se puede, y a la vez no se puede soportar.
Y en esta tesitura nos preguntamos: ¿en qué estado queda el cuerpo femenino, cuando traspasa por él toda la posible e imposible domesticidad? ¿El cuerpo de la madre, que a manera de gladiador avanza en la contienda? Única elección que la salvará como ser humano, en la que son envueltos los pecados y violencias de los hijos, del marido, incluso hasta del padre.
Uno de los aspectos que más me complace de su último libro es el dominio de la autora sobre su expresión —proceso que se ha intensificado de un libro a otro― que aún, y ahora más que nunca, siendo fiel en sentido literal e inverso a un tiempo al desgarramiento, adopta versos contenidos, firmes, secos, fuertes, y pequeñas ataduras entre verbo y complemento, entre sujeto y verbo, una construcción urdida de sustantivo y verbo trasmite un acontecimiento cortante, una verdad seca, un suceso inercial, clamor de verbo y sustantivo donde se aspira que un suceso pueda ser descrito por una palabra.
En la sustancia de la esencia hace suya la economía de la verdad, como ya dijimos, teniendo como fundamento la eficacia expresiva con que se asoma a un paisaje avieso interior y exterior, el verso menudo sobre el papel, como parte del símbolo de todo un abismo o tragedia. El uso de la minúscula ejerce un «desprecio» sobre lo dicho, un rebajamiento que considera indigno de lo humano este dolor, este desgarramiento, y la ausencia de signos de puntuación le da relevancia al verso, como amasijo esencial y lema del traspaso del vivir.
La economía expresiva hace más acendrado el fundamento telúrico de esta poesía «que va al tuétano como único sostén» En tal sentido podemos encontrar una historia de amor contada con desdén e ironía, incluso frialdad. Y nos preguntamos con la poeta: ¿llega a ser inútil el conocimiento en el dolor? Aquí se prueba, como dice Cioran, que la expresión es alivio, venganza indirecta de quien no pudiendo digerir una afrenta se revela en palabras contra sus semejantes y contra sí mismo. La indignación es menos un estado moral que un estado literario, es, incluso, el resorte de la inspiración.
Leyla Leyva Lima (03/08/1964) es poeta, periodista y crítica literaria. Graduada de Licenciatura en Periodismo en la Universidad de La Habana. Es miembro de la Asociación de Escritores y Artistas de Cuba (UNEAC). Ha publicado los poemarios: Piélagos (Editorial Letras Cubanas, 2000), ganador del Concurso «Lourdes Casal», en su primera convocatoria internacional; Ejercicios carnales (Editorial Letras Cubanas, 2009), y Estado de espera (Editorial UNION, 2012) y mataremos al hijo, (Editorial Letras Cubanas. 2023).
Su poesía ha sido incluida, además, en las Antologías: Hombres necios que acusáis…, estudio sobre el discurso femenino de la décima en Cuba (Editorial Oriente, 2001), Esta cárcel de aire puro, panorama de la décima cubana en el Siglo XX (Casa Editora Abril, 2010) y Catedral sumergida, compilación de poesía cubana escrita por mujeres entre el siglo XX y el XXI (Editorial Letras Cubanas, 2014). Ha realizado durante más de quince años la crítica literaria en las páginas culturales del diario Granma. Poemas suyos también aparecen recogidos en la revistas La Gaceta de Cuba, Amnios y La Letra del Escriba.
El tragadero
¿Qué quieres? ¿Qué supones que yo quiera,
sintiendo el hervidero, la sinrazón? Cinco puertas
cuento. Tú tres. Son muchas para ingresar al caos.
El caos es el tragadero, un hocico, la laringe pidiendo.
Haz una madriguera en mí. Convídame a ser la hija
o el producto, no origen o medianía de un fin
ya impedido. Hazlo antes de que el drama del arco
en el suelo sea invaluable. Apiádate de la criatura
de boca negra. Tutela la visión que sucede a la ceguera
cuando el rostro es un rostro que nunca tuvo rostro.
Víveme esos íntimos detalles de ascensión al obstáculo.
/Rasguño de veinte centímetros exactos sobre el pubis
collado/. No valen los sofismas, entenderlos, saber
por qué avanza y arde en el riesgo el animal pequeño.
Hay un tiempo que apura a la guasasa; un instante
difícil en la hormiga. Niebla conurbana que vienes por
mí. Cierras después de mí las puertas de los baños.
Te sientas sobre aguas a completar las horas,
las imágenes mudas que privan de salud.
Husmeas en el yogurt, la leche, los panes
remordidos; la peladura fresca, desafiante en los ejes,
que con violencia obliga a ceder o seguir.
mataremos al hijo
en esa otra
película
que vivimos
por el tiempo que
no vimos irse
pero se fue
y nos despide
nos dice
despídanse
ustedes
que se han querido
tanto
a pesar de lo que hubo
porque hubo.
Celébrense
en la cura
como los santos
como asunto
zanjado.
Todo
y nada
se ha dicho
con el hacha casi.
Dulce vida, Lorine!
Algo en el agua/como una flor/devorará/el agua/la flor.
L. Niedecker
Sumada a la aridez del plano, bajo el árbol guardián, en medio del calor de la noche, se puede hallar la sabiduría de una grosella en el plato de col o en el vino derramado sobre el mismo plato. Se puede hallar y una no saber de qué van a servirte ese y otros conocimientos: abedul/cactus/ la cabeza caída sobre la arena. Y nadas dípticas. Sordas. Ciegas, que piden espacio, al largo día desde anoche.
práctica del desdén
iba de entero a mediano
prosperando
pero la historia privada no tendría piedad
y agarró el tope
en algún momento de encono
justo en el treinta con cincuenta
azul como una naranja
fue mi pensamiento
abiertamente usurpador
pero el órgano
que venía descorazonado
entró por el difuso
y bandeó de puro goce
o desconcierto
acción-reacción-transformación-sumisión
todo a un tiempo
de epopeya.
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