Guillermo Federico Hegel, reconstructor de la Lógica de Aristóteles, consideró que:
con frecuencia, la dialéctica no es otra cosa que un juego subjetivo de ir y venir de raciocinios, donde falta el contenido, y la desnudez está disfrazada con la sutileza de aquel modo de razonar. En su carácter peculiar, la dialéctica es, por el contrario, la propia y verdadera naturaleza de las determinaciones intelectuales de las cosas y de lo finito en general… La dialéctica forma, pues, el alma motriz del progreso científico, y es el principio, por el cual, solamente la conexión inmanente y la necesidad entran en el contenido de la ciencia; así como en ella, sobre todo, está la verdadera, y no exterior, elevación sobre lo finito.
Filosofía de la lógica y de la naturaleza, de Enciclopedia de las Ciencias Filosóficas, Editorial Claridad, Buenos Aires, 1969
Alfred de Musset
Una visión retrospectiva de la historia del romanticismo de Francia resultaría incompleta sino incluye al poeta Louis-Charles-Alfred de Musset (1810-1857), pero no solo por la producción literaria, que no es gran cosa, por lo demás, sino porque encarnó al prototipo del escritor romántico del siglo XIX, que ya no es el icono de la poesía romántica de nuestros días. La confesión de un hijo del siglo reflejó la vida del poeta de Musset, que dejó el estudio de la medicina y el derecho, para seguir una ruta de alcoholismo, galantería, inestabilidad psíquica, desenfreno erótico, protagonismo mundano, que, en sus momentos de lucidez infrecuente, sin embargo, desarrolló poemas, narraciones, teatro. Al cabo de sus años de vida nada fuera de lo común, Musset tal vez comprendió que su rol, su tácita misión, era representar al estilo de la existencia de los escritores llamados románticos, como Thomas de Quincey, Charles Baudelaire, Alfred de Vigny, Gerard de Nerval. Si tuvo amores fue con George Sand, devoradora de poetas, músicos, políticos; si bebió alcohol fue para arribar a la frontera del delirium tremens; si participó en orgías sexuales, reales o inventadas por su desorden psicopatológico, fue para plasmarlos como testimonio indeliberado de aquellos desórdenes escabrosos en la novela Gamiani, clásico del erotismo finisecular que revive las perversidades de una duquesa, hermanada con el Marqués de Sade.
Es posible que Baudelaire tuviera en cuenta a Musset, además de él mismo y Quincey, cuando describió el delirio del opio:
Este señor visible de la naturaleza visible (me refiero al hombre) ha querido, pues, crear el paraíso por medio de la farmacia con las bebidas fermentadas semejante a un maníaco que reemplazase sólidos muebles y verdaderos jardines por decorados pintados en tela y montados sobre bastidores. En esa depravación del sentido del infinito está, según creo, la razón de todos los excesos culpables desde la embriaguez solitaria y reconcentrada del literato que, obligado a buscar en el opio un alivio para el dolor físico y habiendo descubierto de esta manera un manantial de goces morbosos, ha hecho de él, poco a poco, su única higiene, y como el sol de su vida espiritual, hasta la borrachera más repugnante de los arrabales que, con el cerebro lleno de luz y de gloria, se revuelca ridículamente en las basuras de la calle.
Baudelaire, Ch., Los paraísos artificiales. El spleen de París, Tomo II, Editorial Letras Vivas, México
La producción literaria de Musset comprendió los Contes d’Espagne et d’Italie (1830), la narración erótica Gamiani, dos noches de pasión (1833), Rolla (1833) Noches (1835-1837), La confesión de un hijo del siglo (1836), Pierre et Camille (1844), Poésies Nouvelles (1850). Intentó el teatro de aliento shakesperiano, pero su primera pieza fue silbada, según Thibaudet: «El teatro en verso de Musset no tiene importancia alguna dramática»
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Las descripciones de los rasgos esquizofrénicos de Musset tal vez pudieron interesar más a Sigmund Freud que a André Breton.
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Fragmento del texto Dialéctica de la poesía, tomado de Centro Virtual Cervantes.
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