Cuando en 1967 se publicó por vez primera Diario de un ama de casa desquiciada de Sue Kaufman en Estados Unidos hacía solo un año del suicidio de Marylin Monroe. El impacto de la muerte de la actriz todavía hoy toca la sensibilidad de un mundo marcado por las crisis sucesivas en todas las esferas de la vida. ¿Por qué el teléfono descolgado al lado de su cadáver? ¿Qué última llamada no pudo hacer? ¿Qué le urgía decir y a quién? Esas y muchas otras preguntas quedaron en el aire como índices acusatorios de la muerte de esta mujer—que demostró ser más allá de un símbolo sexual— de apenas treinta y seis años. En esos primeros años de la década del sesenta comenzaba la escalada bélica norteamericana en Viet Nam del Sur. El apogeo de la lucha por los derechos civiles de los negros aglutinados alrededor de la figura de Martin Luther King asesinado en 1968. Y la aparición de otros movimientos como los Panteras negras y figuras como Angela Davis a la par de todo el movimiento hippie mantenían en jaque a la sociedad nortaemericana y a la opinión pública internacional.
Otros acontecimientos sociales y culturales marcaron aquel tiempo histórico, entre ellos, la revitalización de los movimientos feministas que desde diversos ángulos hicieron suyos los reclamos civiles de los afroamericanos. Una nueva oleada feminista fue respaldada por figuras como Betty Friedan y su libro El feminismo místico que en 1963 que tuvo una repercusión muy fuerte en la organización y consolidación de la lucha de las mujeres por sus derechos. A tal punto, que ese mismo año el presidente norteamericano J.F. Kennedy se vio obligado a constituir un grupo de trabajo que investigara la verdadera situación de la mujer en su país. Todos estos hechos actuaron con un carácter de contracultura que puso en tela de juicio todos los valores de la sociedad norteamericana.
¿Quién era Sue Kaufman (1926-1977) y la por qué la repercusión de su libro? La autora era una graduada universitaria que nunca ejerció profesionalmente y que un día, como el personaje de la obra, se decide a escribir. Diario de un ama de casa desquiciada, su primer libro. Este texto no puede ceñirse a los marcos de una simple novela porque en él coincide también el testimonio de las mujeres de clase media norteamericana. Por tanto, ficción y testimonio son aquí el motor impulsor para la reflexión no solo sobre la mujer, sino también acerca de los parámetros culturales e históricos que habían condicionado su vida a lo largo de los años.
A través de las páginas de este libro Kaufman muestra el angustioso drama de Tina Balser mujer de clase media acomodada que ha renunciado a su propia vida para llevar a cabo las tareas de la casa y la familia. Todo es en apariencia perfecto. La carrera exitosa del marido y las dos hijas que se educan en uno de los mejores colegios de Manhattan. Hasta que un día salen a flote todas sus insatisfacciones y decide dejar testimonio de las mismas.
En cuanto he llegado a casa, he cerrado esta puerta con llave…No me gusta este silencio. He abierto el cajón de en medio y sacado la libreta de debajo de un montón de combinaciones de nailon. Es una estupenda libreta, gruesa, de ciento treinta y dos páginas. Al deslizarse por la primera página tan nueva y tan blanca, mi mano deja unas marcas de humedad, hinchadas y arrugadas que hacen que la tinta se corra cuando intento escribir encima. Compré la libreta ayer, en la tienda de todo a cinco centavos. Llevé a las niñas allí como premio por haberse portado bien […] Mientras buscaban y elegían, yo me quedé a su lado mirando, deseando que el tic de mi ojo derecho se detuviese y rezando para que el nudo de mi garganta no empeorase, y entonces me fijé en el montón de libretas y se me ocurrió la idea. Así de sencillo. Las vi y supe que era lo que necesitaba, lo que había estado buscando todo este tiempo, sin saber que las necesitaba ni que estuviera buscándolas. No sé si me explico. También supe que era una buena idea, sensata, porque mientras estaba allí de pie, mirando las libretas, el tic del ojo se detuvo de repente y el nudo de la garganta desapareció. Una señal. Así pues, cogí cuatro libretas y me las puse debajo del brazo.[1]
A partir de ese momento comienza a derrumbarse como castillo de naipes el aparente mundo de equilibrio y perfección hogareña. La violencia doméstica se hace patente en la voz imperativa e insultante de un marido que la subestima intelectualmente. La violencia no solo es física, sino también verbal que suele ser en ocasiones peor. Tina Balser tiene que acomodarse a los moldes patriarcales sin posibilidad de diálogo y con una absoluta dependencia, incluida la económica. Descubre que sus hijas la tratan a partir del modelo de conducta del padre en relación con ella. Tina/Sue se compara entonces con el famoso personaje de Tabitha-Twitchit creado por la escritora inglesa Beatriz Potter. El mismo representaba a una gata que no era otra cosa que una madre sufrida y maltratada por sus tres hijos. Los intentos de Kauffman por quebrar tantas amarras la desestabiliza sicológicamente y la arrastran a una relación extramarital. Al final, el marido reconoce su incapacidad para sostener el equilibrio del mundo familiar. Su conducta irreflexiva, egoísta y corrupta queda al desnudo en el momento justo en que Sue/Tina se sintió culpable por última vez en aquella relación.
Se ha acabado, me dije. Realmente se ha acabado. Ya puedes recoger los pedazos y volver a empezar. Pero no sentí nada, nada de nada, ninguna euforia, ninguna emoción, solo los calambres y el calor del sol en la cabeza y en la espalda. ¿Ya podía recoger los pedazos para empezar qué exactamente? No lo sabía. George había dicho que una vez que decidiese qué era lo que quería, todo iría bien. Pero ¿qué era lo que quería? No lo sabía, no lo sabía, así que finalmente me levanté y volvía a casa y me puse a escribir. Y ahora que he escrito hasta aquí, sé finalmente lo que quiero y quién voy a ser. ¿Quién? ¿De quién se trata? Pues de Tabitha-Twitchit-Danvers, naturalmente. La señora con el delantal. Y la lista de tareas. Y las llaves. Soy yo. Ah, soy muy yo, y no puedo entender de ninguna manera por qué no me he dado cuenta antes. Supongo que por un lado, Jonathan no me dejaba. Eso no encaja con la imagen de lo que debe ser la esposa de un hombre del Renacimiento. Pues bien, he intentado ser la imagen que él quería, he intentado ser muchas cosas, pero ahora ya lo sé. Esa es la persona que voy a ser, y si a Jonathan no le gusta, que se aguante. Tabitha- Twitchit- Danvers-Yo.[2]
El personaje anuncia un giro en su vida personal y familiar. La mujer se mira al espejo y su imagen se visualiza fragmentada y rota. No basta pedir la palabra y hablar, sino que las escuchen. Los problemas de este tipo tienen causas más hondas que van desde la sicología individual de la mujer, los imaginarios sociales hasta las estructuras socioeconómicas de las sociedades de siempre. El feminismo tiene que ir más allá de consignas y repeticiones de derechos. Necesita de un cuerpo teórico que tenga un enorme espectro multidisciplinario. Porque de lo contrario se queda en la mera superficie del problema. Esto es una urgencia hoy para los estudiosos de estos temas. El mundo de la mujer está todavía por abordar con mayor hondura en nuestro país. Muchos son los problemas sin solucionar y aunque la realidad de esta mujer norteamericana es diferente a la nuestra hay problemáticas comunes. Ojalá un día circule en nuestras redes este libro que sirve para la reflexión no solo sobre la mujer, sino también de una difícil época como los sesenta aun no lo suficientemente estudiados en la Isla.
Notas
[1] Sue Kaufman: Diario de un ama de casa desquiciada. Traducción de Milena Busquets., e-Pub con estilo, Colección Mezqui, enero de 2010, pp. 2-3.
[2] Ibíd., pp. 586-587.
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