En las páginas de ese laureado texto, el lector podrá descubrir los valores éticos, patrióticos, humanos y espirituales que identificaran hasta el último hálito de vida del Guerrillero del Tiempo.
La trama de la obra gira alrededor de aquellos tristes días en que el expresidente de la República de Cuba se vio en la penosa necesidad, por acuciosos motivos de salud, de traspasarle el poder a su hermano, el General de Ejército Raúl Castro Ruz.
A partir de ese momento, comienza a desarrollarse la acción dramática de la novela, en cuyas páginas el autor libera la imaginación y la fantasía que signan su fructífera labor intelectual en el campo de las letras insulares y de mucho más allá de nuestras fronteras geográficas para mostrarle al lector a un Fidel nada esquemático, sino un ser humano libre como el viento y el vuelo de las aves, con concepciones filosóficas y cosmogónicas que no caben en ningún rígido esquema ideológico, alejado años luz del culto a la personalidad de que —aun en contra de su voluntad— ha sido y es objeto, una persona de la tercera edad a punto de emprender viaje hacia la inmortalidad.
Según el crítico literario Jacobo Machover, Ahmel Echevarría escribía:
Durante ese periodo los Cuadernos de Altahabana, una especie de diario donde se iban mezclando los sueños, los amores, los acontecimientos históricos y las conversaciones con sus dobles, particularmente con su kodama, en una alusión borgiana personal y transparente (…)
Con sus dobles, con sus amigos y con Fidel, el narrador sostiene largas charlas, esencialmente literarias. Al exgobernante cubano le ha dado por querer reencarnarse en escritor, y sigue para ello los consejos de su amigo, el escritor y periodista Gabriel García Márquez (1927-2014), Premio Nobel de Literatura. En consecuencia, le pide, le exige a quien llama chiquito, un bolígrafo, seguramente para poder reescribir su propia historia, esta vez sin mayúscula, lejos de la que él mismo creó, de irse hacia el más allá (…) La novela lo vuelve finalmente un poco más humano, más frágil (…)
Días de entrenamiento es —sin duda— una obra de carácter fantástico por excelencia. Sin embargo, podría reflejar —desde una óptica eminentemente objetivo-subjetiva— la realidad cubana actual. Las reapariciones inesperadas del Comandante Fidel Castro Ruz solo desempeñan la función de coordenadas temporales que, en esta novela, signan el proceso de elaboración del diario que llevara Ahmel Echevarría.
La voz del narrador es infinitamente más creativa. La narrativa que, hoy por hoy, se escribe en la mayor isla de las Antillas está recobrando, a través de este y otros volúmenes, una vitalidad íntima que —hasta ahora— había sido invisibilizada.
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