Samuel Barclay Beckett, dramaturgo, novelista, crítico y poeta irlandés, fue uno de los más importantes representantes del experimentalismo literario del siglo XX, dentro del modernismo anglosajón. Es considerado, igualmente, una figura clave del llamado teatro del absurdo y, como tal, uno de los escritores más influyentes de su tiempo. Escribió sus libros en inglés y francés, y fue asistente y discípulo del novelista James Joyce. Fue galardonado con el Premio Nobel de Literatura en 1969 «por su escritura, que, renovando las formas de la novela y el drama, adquiere su grandeza a partir de la indigencia moral del hombre moderno». En 1961 había recibido asimismo el «Premio Formentor» otorgado por el Congreso Internacional de Editores, junto a Jorge Luis Borges.
Samuel Beckett escribió a finales de los años 40 Esperando a Godot, a veces subtitulada Tragicomedia en 2 actos y la publica en 1952 por Éditions de Minuit. La obra fue escrita originalmente en francés, su segunda lengua. La traducción al inglés fue realizada por el mismo Beckett y publicada en 1955.
La trama de la obra intencionadamente no tiene ningún hecho relevante y es altamente repetitiva. Esta estructura simboliza el tedio y la carencia de sentido de la vida humana, tema recurrente del existencialismo, y en especial en el teatro del absurdo. Una interpretación extendida del misteriosamente ausente Godot es que representa a Dios (en inglés: God), aunque Beckett siempre negó esto. Como nombre propio, Godot puede ser un derivado de diferentes verbos franceses. Beckett afirmó que derivaba de godillot, que en jerga francesa significa bota. El título podría entonces sugerir que los personajes están «esperando a la bota».
Fin de partida, junto con Esperando a Godot es la obra de teatro más importante de Samuel Beckett, se representó por primera vez en 1957. Inspirada en el Rey Lear y el Libro de Job, el autor irlandés exhibe en ella su don magistral para escenificar la ceremonia trágica de la condición humana. Lear y Job conviven bajo los harapos milenarios que recubren a ese patético rey, ciego y paralítico, eternamente sentado en un trono absurdo y rodeado de un mundo «que apesta a cadáver». Hamm y Clov, amo y esclavo, personajes aniquilados y unidos en lo peor como el alma al cuerpo, no disponen, para matar la espera, sino de gestos vanos y del rumor inútil de sus palabras, en un universo que, como definió E. M. Cioran, «es quizás un infierno, pero un infierno milagroso, puesto que en él uno se libera de la doble tarea de vivir y de morir».
Con la invitación a la lectura de este importante dramaturgo Cubaliteraria rinde homenaje a este autor al cumplirse aniversario de su muerte.
Ver también Diciembre en las tablas I y Diciembre en las tablas II
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