Al decir de las palabras de Luis Lorente en la contraportada del poemario Hombre de la honda y de la piedra, la poesía de Manuel García Verdecia estará siempre distinguida por su autenticidad al hacerse visible como un bosque frondoso donde no queda espacio —como si un horror vacui la asustara— para que pueda imponerse la desolación. En estas 100 páginas un aire inquieto no deja de mover la vegetación del bosque. El lector debe compenetrarse y disponerse a nadar en las agua disfrutables de la poesía de García Verdecia.
El autor nació en Holguín en 1953. Ha incursionado en varios géneros. Entre sus títulos aparecen La consagración de los contextos (ensayos, 1986); Odiseo a su regreso (poesía 2001) y Música de viento (cuentos, 2005) entre otros. Ha recibido los premios José Soler Puig de novela, Julián del Casal, poesía y Premio de Poesía La Gaceta de Cuba.
Agrio cereal
mirar al sufrimiento
mirar de frente al sufrimiento
Amos Oz
Venga sentémonos mirémonos a los ojos toda la vida te has propuesto amedrentarme me has seguido infiltrado entre yo y mi sombra siempre filo inminente siempre garra lista a despedazarme por cualquier motivo has intentado con dolores del cuerpo has ensayado con rabias del alma incluso has extendido tus golpes a quienes quiero en mis temores te he evadido y en mi decencia he tratado de ignorarte en mis iras me he impuesto asfixiarte con otros dolores pero sigues como un duro herrero que incesante golpea su fragua y también siguen los días con ellos yo así que es hora de mirarnos de frente ¿sabes? no te temo no me apenas no me quejo sigue conmigo si es tu deseo en fin tus golpes endurecen mi piel y en tu larga insistencia en tu fiera presencia va la memoria de mi entera vocación venga mirémonos de frente serenos como viejos amantes
(1-5-2006)
la sangre
A quien permitieres que se acerque a la sangre,
te dará noticias ciertas
Odisea, «Canto XI»
Quien ha sentido el ardor el dulce vapor de la sangre jamás olvida pone su hierro al rojo en la memoria nos sigue desde el alba del ansia hasta la noche de los actos alza su vaso el día del nacimiento y lo rebosa en la virginal celebración de los cuerpos se borra del cuchillo no de las manos del cuchillero se oculta en el guante de la mentira y tiembla en el martillo de la justicia si te acercas a la sangre oirás la voz verdadera corre un río por debajo del hombre que hilvana todos los derrames y mantiene prendidos los leños del tiempo pudo evadir Ulises el canto de las sirenas pero no el canto de la sangre en la alcoba el sacerdote del teocalli sabía de su fuerza para nutrir el astro que alienta la vida acuden a ella el brujo y el chamán para ayudar al fugitivo al convicto al amante abatido lo que se funde con sangre es oro de ley lo que ella reúne ni el fuego lo rompe nadie escapa a su reclamo nadie anula su presagio la sangre y la verdad van juntas tú que quieres saber ve y palpa sus signos hunde tus manos hasta sacarlas humeantes que cuando vuelvas al hogar lleves quemantes grumos del vientre del destino no vayas al engañoso cristal del estanque ve donde corre este río sufrido acércate a la sangre solo ella te dará noticias ciertas
(23-7-2004)
Un paso y otro paso no
He vuelto a donde empecé
«Vuelta», O. Paz
Un paso y otro paso a la ciega no es andar un paso y otro paso como un tambor alocado una danza de hormigas sin olfato un pie detrás del otro sin tino ni razón forzar los pies uno siguiendo al otro sin cesar para que la sangre no se duerma un día y otro de insensible animación sin importar el sol o la estrella polar pero los pies son la última fase del andar andar es dibujar un destino hilar un sueño sembrar un surco de anhelos cumplir las estaciones de la vida trasladarse sin cosecha no es jornada suceder no resulta en acontecer no es que sepamos el término ni que tengamos fijado el derrotero es la certeza del ser que somos y nitidez del que queremos ser diálogo con el espacio y las horas donde transitamos un paso y otro paso a la ciega no es andar es extenuar las horas el aliento y aproximar la nada a nuestros pies
(9-3-2005)
lápida
nad my large kingdom for a Little grave
a little, little grave, an obscure grave…
«Richard II», W. Shakespeare
una piedra pequeña y tosca una piedra cualquiera quizás pintada por la mano errática de un niño incluso sin nombre ni fechas pero una piedra solo una piedra sobre el polvo que anula los huesos para indicar al caminante que alguien pasó por aquí alguien que solo quiso ser eso piedra desnuda y fija en su fe
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