El 1º de enero de 2012 falleció en La Habana, víctima de un agresivo cáncer de páncreas, el poeta, narrador y activista cultural Alberto Acosta-Pérez, cuya ausencia ya por diez años ha sido sentida por la poesía, género literario en el que se destacó como uno de los mejores poetas cubanos de su hora. Ya iba alcanzando renombre incluso fuera de Cuba, con obras publicadas en España, premiadas allí, Italia, Brasil y presencia visible en Ecuador. Por veintidós años fue el Director de Relaciones Públicas, Promoción e Imagen del Gran Teatro de La Habana, donde alcanzó un reconocimiento bastante amplio en las esferas culturales de la capital de Cuba. A la sazón de su muerte, la Embajada de España publicó, como homenaje, un cuaderno con sus ensayos sobre poesía española, la Catedral de La Habana le consagró una misa especial, y la Feria Internacional del Libro de La Habana de 2012 ofreció una sesión de homenaje a su obra poética. Aún no se había publicado su novela Juan Jacobo. Una biografía, y unos años (2020) después se colocó en el Gran Teatro una tarja en su memoria.
Todo ello podría quedarse del lado del olvido si no hubiese sido que toda la prensa cubana de aquella hora no hubiese publicado la noticia de su deceso y reseñas acerca de su labor literaria y cultural, pues Alberto había sido una persona querida y respetada, y no era pobre sino intensa su labor en versos. El año antes de su salida de la vida había sido publicada por la editorial de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba su antología personal Experiencia de amor correspondido (2011), que tuvo en manos solo veinte días antes de su muerte. Es su libro más representativo hasta que logremos editar su poesía completa.
Alberto Acosta-Pérez no es un nombre menor de la literatura cubana de entre siglos, su notoriedad perdurará por esa obra poética y narrativa que nos legó, recordarlo no solo es un deber, sino un bien que le hacemos a la cultura cubana. A diez años de su fallecimiento, todavía vibra, todavía da placer cultural con la lectura de sus obras, sigue siendo un autor que merece y necesita una exégesis consumada. Está ligado a la historia del Gran Teatro de La Habana en una veintena de años de su existencia, pero sobre todo es esa obra suya valiosa y aún por estudiar a fondo, la que salvará su presencia en la memoria. Lo que hizo, lo hizo bien, lo que escribió, también, gala y honor en su recuerdo por su vida útil e intensa.
En 1988 se dio a conocer por vez primera con su cuaderno poético Como el cristal quemado, editado casi por medios propios pero bajo la promoción de la Asociación Hermanos Saíz, al año siguiente quedó como finalista del Premio 13 de Marzo de la Universidad de La Habana con su libro de poemas El ángel y la memoria, que no obtuvo premio por haberse dejado desierto, debido al desacuerdo de los tres miembros del jurado en decidirse por un solo poemario, pero en ese mismo concurso obtuvo mención de Cuento con su libro Con Claudia este verano, que ha quedado casi todo inédito hasta hoy. En 1989 y con el mismo libro con que quedara finalista en el mencionado concurso cubano, obtuvo el Premio Gerardo Diego de Poesía para jóvenes escritores en Soria, España, entre más de quinientos cuadernos concursantes de todas las áreas de la legua española. Alberto asistió a la entrega del premio y a la edición española de El ángel y la memoria, nunca editado íntegramente en Cuba.
Era un buen inicio como escritor, y a la largo de las dos décadas siguientes seguiría escribiendo, publicando, dejando textos sin publicar (que se editaron póstumamente), y destacándose como un promotor cultural de amplio reconocimiento. La sucesión de sus libros y cuadernos de poemas en la década de 1990 fue la siguiente: Todos los días de este mundo (Extramuros, 1990), La noche de Paolo (Ministerio de Cultura, 1991), Éramos tan puros… (Editorial Letras Cubanas, 1992), Alabanza del sueño (Editorial Letras Cubanas, 1994), Diario di Sabbia (Trieste, Italia, Sociedad de Amistad Italia-Cuba, 1995), Testimone Fidato (Udine, Italia, Correspondence Editore, 1995), Monedas al aire (Editorial Letras Cubanas, 1996, Premio Pinos Nuevos), Música vaga (Editorial Letras Cubanas, 2002, Premio de la Crítica).
Buena parte de esta década estuvo dedicado a la escritura de su novela ya mencionada, que fuera en 1996 Mención del Premio Italo Calvino, promovido por la Embajada de Italia en Cuba y que saliera por fin publicada veinte años después (2016), ya de manera póstuma. También trabajó intensamente en la traducción de un libro antológico de poemas rumanos (Canción de flauta: Eminescu, Arghezi, Blaga), que por motivos de las carencias del llamado período especial alcanzó a ser editado en forma de tres folletos por la Editorial Arte y Literatura, en 1991. Su labor en el Gran Teatro de La Habana habíase consolidado no solo en las funciones de la Sala García Lorca sino en las más pequeñas de la institución como la Sala Alejo Carpentier, el Teatro Arena, la Sala de Música y la Lezama Lima de conferencias, prácticamente era el organizador ejecutivo de los festivales anuales La Huella de España y laboraba con las asociaciones españolas en la Isla, las cuales le entregaron Distinción Miguel de Cervantes y Saavedra, de la Federación de Sociedades Españolas de Cuba en 2006. En el año anterior, 2005, había recibido merecidamente la Distinción por la Cultura Nacional.
En la primera década del siglo xxi, Alberto tuvo una vida tan intensa como en los años anteriores, vivía en continuo estrés por sus disímiles responsabilidades y por las actividades que generaba o en las que participaba. Entonces publicó Fotos de la memoria (Editorial Letras Cubanas, 2009, Finalista Premio de la Crítica), ganó el Premio de Narrativa Breve de 2006 Alberto Lista, en Sevilla, España, con su obra «Pronóstico reservado», luego incluida por Emmanuel Tornés Reyes en su Antología del cuento en Cuba (2008) y, finalmente, incorporada al volumen de cuentos Tú serás reina (Extramuros, 2015, edición póstuma). También póstumamente se editó su último libro de poemas: Calas (Letras Cubanas, 2013) y en Brasil su antología lírica Ilha (Porto Alegre, Editora Aty, 2013), con traducción y prólogo, del poeta José Eduardo Degrazia. Ediciones Unión de la Uneac conserva sin editar desde 2019 la Poesía completa de Alberto Acosta-Pérez, con votos para que alguna vez pueda ver con justicia la luz ese conjunto que figura entre lo mejor de la poesía cubana entre siglos.
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