
Está de moda negar los '70.
Para muchos, nada de lo que se hizo en el arte de
esa época tiene valor. Los críticos oficiales acusan de artistas oficiales
a los de esa generación por no haber descubierto (a destiempo) el
posmodernismo. Lo que no pueden criticar, lo ignoran y ese ha sido el
triste destino de la revista Cuba Internacional de esa época. La calidad
de sus fotos y textos y, sobre todo, la audacia del diseño gráfico aún
asombra y no ha sido sobrepasada después. Héctor Villaverde, entonces
director artístico, convocó a una serie de jóvenes fotógrafos e
ilustradores y, cosa rara, supo utilizar el estilo y talento de cada cual.
Cuba era una revista fotográfica con reportajes a base de diez y más
páginas donde experimentábamos continuamente. Había una fusión ideal entre
los textos casi poéticos de los periodistas, las fotos y el emplane, que
realizábamos, muchas veces de conjunto, con criterios que iban mucho más
allá de lo meramente informativo. Villaverde, con rigor y paciencia de
chino, estructuraba reportajes, descubría interrelaciones entre
fotografías, las distribuía y combinaba con acierto con los titulares:
creaba y respetaba.
Supo evitar la tentación de
recomponer la imagen creada en el terreno. Buena parte de la fotografía
cubana posterior nació en las páginas de Cuba … y creó escuela, quizá
demasiada. Las modas, como las nubes, pasan: un buen día alguien revisará
los ya amarillentos ejemplares de Cuba Internacional, descubrirá su
calidad e indudable importancia dentro de la plástica cubana. El papel que
en esos logros desempeño Héctor Villaverde será apreciado en toda su
dimensión. Mientras, vaya mi modesto reconocimiento a quien tanto, y tan
bien, comprendió la fotografía y supo destacarla. Y un mensaje: "Chino,
nunca trabajé mejor ni con más gusto".
Enrique de la Uz
Fotógrafo |

Los fervorosos años sesenta
dejaron una impronta en la cultura cubana que los tropiezos que les
sucedieron no alcanzaron a eclipsar. No contábamos con muchos recursos,
pero sí con gran voluntad. En mi caso, será inolvidable una aventura
editorial sin precedentes. Fue como buscarle al revés una victoria, a
pesar de circunstancias nada amables cuando la vieja revista bilingüe
Pueblo y Cultura se transformó en la bilingüe Revolution et/and Culture.
Las causas, nada gratas, engendraron un equipo de trabajo febril. Junto a
mí, que ocupé la jefatura de dirección, tuve al recurrente suizo Luc
Chessex, que hacía click hasta dormido y que nos permitió tener un archivo
cultural que ojalá no hayan dilapidado; y a un gordito afanoso, avispado,
ansioso de probar fuerzas y de comerse el mundo, un diseñador entonces
cachorro, llamado a ocupar un sitio que nadie le regaló en nuestras
ediciones, Héctor Villaverde. Tres mosqueteros que nos batimos fuertemente
para dejar algunas páginas que hoy se evocan con nostalgia, números
monográficos de aspectos de la cultura cubana que no se repetirían. Cuando
veo las actuales "plantillas" colmadas, me asombro de nuestro atrevimiento
de entonces. A mis locos atrevidos los recuerdo siempre, pues yo también
era un intruso en aquellas lides. Luego vino el diluvio.
Reynaldo González
Escritor |

Si algo caracteriza la
actividad del diseñador gráfico, al menos en Cuba, es el
relativo distanciamiento que se establece entre éste y su obra en relación
con su conocimiento por parte del público receptor. Tanto es así, que
hasta para los especialistas, a veces, la obra de un diseñador gráfico se
les desdibuja, y no la asocia con momentos realmente significativos de la
cultura nacional. Esto es lo que sucede, entre otras muchas obras
gráficas, con la de Héctor Villaverde. Iniciado en la vida profesional en
esa escuela que fue, para muchos diseñadores gráficos cubanos, la
publicidad, la suya configura un espectro representativo del ámbito
gráfico nacional, no solo por su nivel técnico y evolución estilística,
sino también por la variedad de medios visuales que abordó, entre los que
se destacan el diseño de libros, revistas y carteles, y su trabajo como
ilustrador de libros para niños.Cuántas veces hemos sostenido en nuestras
manos un libro editado, por ejemplo, por la UNEAC, sin reparar que el
primer acto que nos movió a seleccionarlo en una librería fue su diseño de
cubierta. Y que éste, como muchos otros editados por esta entidad en el
período comprendido de 1964 a 1967, y luego de 1977 a 1999, fue diseño de
Héctor Villaverde.
Más de 300 libros diseñó
Villaverde para la UNEAC, destacándose entre otros, los relacionados con
las ediciones Manjuarí, Premio David y Premio UNEAC. En estas ediciones,
se puso de manifiesto una forma de abordar el diseño de cubierta del libro
por parte de Villaverde, caracterizado por el uso del símbolo más o menos
abstracto o figurativo sobre fondos monocromáticos, y el manejo novedoso
de una tipografía de fuerte valor expresivo, que homologó sus propuestas
visuales con lo que, en otros medios y por otros diseñadores, se venía
haciendo en favor de la consecución del nuevo código de vanguardia de la
gráfica cubana.
Asimismo, Villaverde
simultaneó su trabajo de diseñador con el de director artístico de
revistas emblemáticas como Cuba (edición en español y ruso: 1968-1978),
Pueblo y Cultura y Revolución y Cultura, sin obviar otras igualmente
importantes como Prisma (1974-1978) y Unión. En esta última revista, es de
recordar su diseño de cubierta para el número dedicado a la literatura
checa, donde crea una trama visual de ascendencia op, a partir de la
reiteración del diseño de la bandera de este país. Mientras que su
actividad cartelística se relaciona con su temprano ingreso al Consejo
Nacional de Cultura (1963-1967), para el cual diseñó más de cincuenta
carteles, algunos ya de referencia obligada para cualquier estudio o
exposición que aborde el cartel cubano de vanguardia de los 60.
Verbigracia, los carteles que promocionaron las obras de teatro La
señorita Julia (CNC, 1967) y La ópera de tres centavos (CNC, 1967), así
como Blancanieves y los siete enanitos, impreso por la técnica
litográfica, donde se pone de manifiesto la impronta de su trabajo como
ilustrador infantil. En 1967, interrumpe temporalmente su trabajo
profesional, para asistir a un curso de diseño gráfico en la Academia
Superior de Bellas Artes de Varsovia, Polonia, con los profesores Henryk
Tomasewski y Tadeusz Jodlowski.
Su trayectoria profesional
será el aval principal para que, desde 1987 hasta 1997, sea profesor de
Diseño Editorial y Tipografía en el Instituto Superior de Diseño
Industrial de La Habana. Como toda actividad docente asumida desde la
experiencia y la vocación, la suya devino complemento de su actividad
profesional, permitiéndole relacionarse con las nuevas generaciones de
diseñadores gráficos, que desde los ´90 revitalizaron los códigos de la
gráfica cubana, en particular, los de su cartelismo, en correspondencia
con los cambios sociales, estéticos y tecnológicos ocurridos en el país y
en el mundo. Es con motivo de estos cambios y, en particular, con la
asunción de la computación en el ámbito gráfico cubano a partir de los 90,
que el diseño de Villaverde, sin dejar de ser continuación del hecho en
décadas anteriores, adecuará sus rasgos estilísticos más destacables, como
el manejo tipográfico de alto valor expresivo y su racional contención
compositiva, a un cromatismo más rico y gestual en la representación de
sus ideas visuales. De esta línea, es su diseño de libro para el Premio
UNEAC de 1998, que se corresponde con su ingreso como diseñador gráfico en
el Centro Pablo de la Torriente Brau. Allí se destacarán sus diseños para
el boletín Memoria y los relacionados con la imagen de identidad de dicho
Centro; particularmente, el símbolo- logotipo para el Salón Nacional de
Arte Digital, que tiene lugar en el mismo, en el cual se apropia del
monograma del pintor y gráfico alemán, Alberto Durero para hacer
corresponder sus letras con el nombre del Salón pero pixeladas. Este
diseño, conceptualmente, se corresponde con la tendencia de la pintura
cubana de los ´90, que se ha dado en llamar posmedieval.
Por último, debe de
mencionarse, aunque sea al paso, el trabajo que como activista de la
cultura visual cubana y, en particular, de su gráfica, ha realizado Héctor
Villaverde en organismos y entidades culturales. Por todo ello,
enhorabuena, Villaverde.
Jorge R. Bermúdez |