La sirena varada como obra central del teatro de Casona. Aparición de los elementos simbólicos más significativos*
El 17 de marzo de 1934 marca una fecha memorable en el teatro español contemporáneo. Es la fecha del estreno de La sirena varada, de Alejandro Casona. La obra había sido escrita unos años antes cuando, tras haber terminado sus estudios en la Escuela Superior del Magisterio, Casona fue enviado al Valle de Aran. Allí, en el aislamiento de un paisaje de égloga, frente a una «frontera de nieve y abetos», a la que más tarde aludiré en una de sus obras (Romance en tres noches), Casona escribe La sirena varada. Esto fue durante los años 1928 a 1931. Más tarde, en 1933, la obra fue vencedora en el concurso del Premio de Teatro Lope de Vega. Un año más tarde la obra fue representada y constituyo la revelación del autor.
Este hecho es notable en muchos respectos. En primer lugar, Casona sólo había escrito dos obras dramáticas: El otro crimen, obra en un acto en colaboración (1925) y una adaptación de El crimen de Lord Arturo, de Oscar Wilde, que fue estrenada en Zaragoza en 1929 (su primera obra larga estrenada). Esto parecería indicar una falta de madurez en la técnica teatral.
Sin embargo, no es así. Shoemaker ha señalado que la obra está «composed with a sure and sklllful technique».[i] En segundo lugar, en esta obra Casona muestra ya los ingredientes que han de constituir la fórmula que usará en casi todas sus obras posteriores. Como dice Sainz de Robles el teatro de Casona tiene
una fórmula de poesía + humor + humanidad
+ irrealidad posible jamás dosificada por
adie.[ii]
En tercer lugar, en esta obra aparecen ya también lo que serán en adelante las constantes del teatro de Casona, su «mundo» y los principales elementos simbólicos que desarrollará más tarde en el resto de su producción. De este modo se coloca Casona entre los dos o tres autores que hacia los 30 hubieran podido renovar el teatro español. Sainz de Robles habla de tres autores que en aquellos momentos hubieran sido capaces de efectuar esta renovación. Se refiere a Jardiel Poncela, García Lorca y Casona. Claro está que otros grandes escritores estaban intentando o habían intentado dar nuevo sentido y dirección a la escena española. No podemos ignorar los esfuerzos de Unamuno, Valle-Inclán y Azorín, aunque sus intentos fueron en muchos aspectos infecundos desde el punto de vista del «teatro para representar». Dice Sainz de Robles:
La renovación —o la innovación— tomó los tres caminos mejores, los tres caminos de la sorpresa y de la gracia; tres caminos que nacían de la única carretera feliz: la superación de la realidad, el realismo forzado en todas sus posibilidades de reacción y hacia la parte más noble del humanismo: la inconformidad con el puro realismo. Jardiel eligió para su empresa el camino del humor y de la subversión de los cánones escénicos; García Lorca, el camino de la pasión más allá de los límites de la prosa; Casona, el camino de la fantasía poética y del sometimiento al mundo real del mundo irreal posible de efectos lógicos.[iii]
Domingo Perez Minik coincide fundamentalmente con esta opinión si bien descarta a Jardiel Poncela.
Se puede decir que los dos únicos dramaturgos de la República fueron García Lorca y Alejandro Casona, uno más español y otro más europeo, el primero trabajando sobre la realidad nacional y el segundo sobre sus sueños; uno haciendo de su poesía un instrumento de conocimiento, el otro cuidando de despertar a un pueblo que se afana por salir de su aislamiento. Efectivamente, el autor de La sirena varada inicia su obra dramática trabajando desde dentro de ese orbe impreciso y fascinante de los sueños.[iv]
La misma opinión sustenta Juan R. Castellano cuando establece:
La llamada generación del 36 solo ha producido, en realidad, dos dramaturgos de nota: García Lorca, muerto hace años y ya bien conocido, y Alejandro Casona…[v]
y pasa a indicar la contraposición entre estos dos autores, uno con su andalucismo y el otro con su asturianismo. Así, pues, vamos a estudiar La sirena varada como obra central en la producción dramática de Casona. ¿Por qué? Sencillamente, porque como dice Sainz de Robles, La sirena varada tal vez no sea la mejor obra de Casona pero «en ella están integrados todos los valores de su teatro.[vi]
¿Cuáles son estos supuestos valores? Rodríguez Richart clasifica las obras de Casona en dos grupos: en el primero agrupa las obras que reflejan la personalidad y la visión del mundo de Casona. En el segundo, aquellas obras que se apartan de los rasgos más personales del autor y que en ocasiones pueden ser consideradas incluso como obras de circunstancias. La lista del primer grupo está encabezada por La sirena varada. Para hacer esta clasificación, el autor que citamos sigue tres criterios: tensión entre realidad y fantasía, mensaje espiritual y revelación del mundo interno de Casona. Dice así de este grupo de obras:
En casi todas ellas encontramos el binomio que les sirve de base: mundo de la realidad-mundo de la fantasía; en todas ellas encontramos un sustantivo «mensaje espiritual»; y en ellas creo que Casona pone más plena e intensamente al descubierto su personalidad, sus ideas y sus sentimientos, su mundo interno (y externo en alguna ocasión) llegando hasta a encarnarse probablemente en determinados personajes.[vii]
El simbolismo en La sirena varada ha sido registrado por la mayor parte de los críticos. Unos han señalado el simbolismo de la obra considerada como un todo; otros el carácter simbólico del personaje principal, Sirena; otros, en fin, las resonancias simbólicas esparcidas a lo largo de la obra y en algunos de los personajes.
El carácter simbólico de la obra considerada como un todo ha sido expresado por Angel Valbuena Prat en dos direcciones: la conexión con el pirandellismo de la época, y el hecho de que la época misma en que se escribió presenta el carácter de crisis que incita a la busca de evasión. Así dice:
La sirena varada (1934) marca una fecha esencial en nuestro teatro del Novecientos. Es la época del apogeo en nuestros teatros de Pirandello, el tiempo de la vuelta de Góngora, de la generación del 27, y de las estridencias de un vanguardismo batallador en conferencias y exposiciones de arte. Lo más profundo del «pirandellismo» es el doble plano de realidad y ensueño.[viii]
Pero lo más importante es lo que añade a continuación, el hecho de que este pirandellismo viene a ser como la expresión de una época de crisis en que los espíritus fluctúan entre una realidad dolorosa y la tensión hacia una esperanza salvadora.
No sólo es truco, y los espíritus más inquietos de la época se acercan a ese entrecruce estremecido; mientras los corifeos de la poesía pura hablan sólo de deshumanización, Casona crea una obra original en el doble plano de realidad y poesía, de audacia extravagante que en el fondo siente la angustia del dolor… La mujer sirena, ensueño para el alma del poeta, realidad enfangada y mísera, es todo un símbolo de la época que quiso adormecerse con puras fórmulas y llevaba por dentro la angustia de la insatisfacción.[ix]
El carácter pirandelliano de La sirena varada ha sido registrado y explorado por Charles H. Leighton[x] quien dice que las soluciones que aportan al problema Pirandello y Casona son diferentes. El conflicto del hombre en busca de su propia identidad aparece claramente en las obras de Casona pero el autor evita las dos soluciones más frecuentes: es escapismo y la angustia existencialista. Ha dicho el propio Casona:
No soy un «escapista» que cierra los ojos a la realidad circundante creyendo anularla con el candoroso expediente de no mirarla. Lo que ocurre es, sencillamente, que yo no considero solamente como «realidad» la angustia, la desesperación, la negación y el sexo. Creo que el sueño es otra «realidad» tan «real» como la vigilia.[xi]
Estos razonamientos de Casona han sido recogidos y comentados por Sainz de Robles. No se trata de que Casona haya opuesto dos mundos antagónicos, sino que ha acertado a armonizar dos realidades humanas. Alejandro Casona es uno de los espíritus privilegiados que han logrado crear, armonizarlas en un todo, las dos realidades del hombre: la realidad en cautividad y la realidad extraordinaria libre.[xii]
Este párrafo nos ayuda a comprender la gran deuda que Casona tiene con Calderón. Rodríguez Richart nos dice que Casona leyó La vida es sueño cuando tenía unos diez años, después de su llegada a Gijón desde su pueblecito natal de Besullo.
Si Casona evita por un lado la salida escapista, según las consideraciones precedentes, tampoco desemboca en el otro extremo de la angustia trágica del existencialismo. Charles Leighton[xiii] nos dice que Casona está en contra de las abstracciones de la ciencia positivista que deshumaniza al hombre; de aquí que sea existencial y muestre interés por los problemas del hombre concreto pero no es existencialista, pues el existencialismo es una reacción negativa a la crisis existencial. Es —dice— la aversión a la abstracción positivista lo que lleva a Casona a su interés por los «fenómenos paranormales», al mundo de los sueños, de las anticipaciones y de los presentimientos, que aplica y desarrolla en obras posteriores —La llave en el desván, Siete gritos en el mar, La casa de los siete balcones—.
Dado el carácter eminentemente poético que Casona crea en sus obras, no es extraño que los críticos descubran carácter simbólico en los elementos de La sirena varada.
During the first act we are presented characters who seem veritable symbols: Ricardo —the Rebel; Daniel— the Avantgarde Painter; etc…[xiv]
aunque estos personajes, a medida que la acción avanza, se van convirtiendo en criaturas reales, llenas de contenido humano.
Este simbolismo aparece incluso en los nombres —Sirena—. En obras posteriores, algunos de los personajes no tienen nombres propios sino más bien alegóricos. La Peregrina (La Dama del Alba), El Caballero de Negro (La barca sin pescador), La Madre, El Abuelo (La Dama del Alba), El Amante Imaginario, La Dama Triste (Prohibido suicidarse en primavera), El Estudiante (Otra vez el Diablo) son sólo algunos ejemplos.
La sirena varada es, pues, sólo el comienzo de esta tendencia simbólica y alegórica, el punto de partida. Es más tarde cuando la tendencia se despliega y desarrolla. Aunque en otro contexto, hablando de que toda la idea de ateísmo es ajena a la mente de Casona y a su mundo, Leighton dice: «Casona´s theater has lately evlnced tovard calderonian allegory.»[xv]
Recordemos que este escrito fue publicado en 1962.
Vemos también claramente el carácter simbólico-alegórico de Casona cuando recordamos la idea de «corporeización» (embodiment) que según Tyndall es un aspecto del simbolismo. Sainz de Robles, hablando de los protagonistas verdaderos de la obra de Casona, indica que hay tres grandes personajes en ella: Dios, la Muerte y el Amor. Pero además «es fácil señalar en las obras de Casona otros protagonistas: la Ilusión, la Verdad, la Bondad, la Poesía.»[xvi]
Concretamente, en La sirena varada
Ricardo odia a Pipo y desprecia a Don Joaquín porque simbolizan negaciones espirituales: aquél, la maldad; éste, la falta de imaginación…[xvii]
…Y en la escena última de la comedia, presentes, invisibles, pero sin mascara, están los dos grandes protagonistas aludidos: el Amor y Dios.[xviii]
Sin detenerse en un análisis detallado de cada uno de los símbolos, Shoemaker reconoce la existencia de valores simbólicos en la obra que comentamos:
Full of overtones and symbolical valúes, elements both intellectual and romantic La Sirena varada reveáis how cióse modern theater can be to anclent allegory.[xix]
Más explícitos son otros autores en cuanto a la conexión de La sirena varada y de la obra dramática de Casona en general con el mundo de los sueños y del psicoanálisis. Ya hemos visto que, según Pérez Minik, Casona trabaja dentro del orbe de los sueltos.
Esta palabra, «sueños», en el contexto en donde aparece, está usada en el sentido de ensueño, deseo de evasión. Pero otros autores la toman en una acepción concretamente sicológica y han señalado la marcada influencia y preocupación de Casona por el subconsciente. Así, Wallace Woolsey comienza por decir que: «There is a definite and strong psychological note to be found in Casona’s works…»[xx]; y refiriéndose a La sirena varada y otras obras registra en ellas cierto elemento surrealista: Prohibido suicidarse en primavera and La sirena varada unfold in a surrealistic modern world.[xxi]
En la misma línea de pensamiento, Rodríguez Richart, al final de su análisis de La sirena varada hace un interesante comentario:
Por último, quiero hacer mención de un extremo que juzgo interesante en la presente obra: el psicoanálisis.[xxii]
Después de indicar que el problema lo explora más profundamente Casona en su obra La llave en el desván, añade que la preocupación de Casona por el subconsciente aparece ya clara en ciertas actitudes del personaje Sirena. Sirena ve ojos grandes en las personas buenas y ojos pequeños en las personas malas, con lo que los ojos de la gente llegan a adquirir nivel simbólico.
Los ojos llegan a ser la preocupación central del mundo psíquico de Sirena… Su mundo anterior ha quedado simbolizado en su subconsciente en esos ojos pequeños (los de Pipo) de los que ahora huye aterrada en busca de la bondad y la esperanza, en busca de la salvación que ve cifrada en unos ojos grandes.[xxiii]
Los testimonios que hemos aducido parecen indicar que La sirena varada puede ser considerada como el centro de la producción dramática de Casona. En ella aparecen ya los temas fundamentales —lo que Pablo A. Cobos ha llamado las «constantes en el teatro de Alejandro Casona»—, cada uno de ellos expresados por o rodeados de elementos simbólicos. Tanto los temas como los símbolos encontrarán ulterior desarrollo en obras posteriores.
De manera sintética expresa Perez Minik que la personalidad dramática de Casona quedó configurada ya en La sirena varada y que el resto de su producción ha sido el aprovechamiento y desarrollo de los descubrimientos que en aquella obra había hecho.
Este estar dentro de la crisis (se refiere a la crisis entre la realidad trágica de la vida y el sueño como evasión) que ya vimos en el estreno de La sirena varada lo ha mantenido Casona a lo largo de toda su producción de manera muy difícil… Todos los descubrimientos que realizó en aquel momento auroral, que son exactamente los que configuran una personalidad dramática los ha seguido aprovechando nuestro dramaturgo con la mayor largueza en la emigración.[xxiv]
Podríamos intentar una lista de estos temas que, iniciados en La sirena varada, se desarrollan en obras posteriores y, junto a ellos, una lista de símbolos, alegorías o imágenes simbólicas que se presentan también a lo largo de toda su producción dramática. Debemos recordar que, según dijimos más arriba al citar a Welleck and Warren, todo elemento de contenido simbólico presenta un carácter de persistencia.
Así, el tema de la muerte. Sirena (María) trata de suicidarse arrojándose al mar. Ricardo la considera muerta al principio de la obra. El desenlace del drama consiste realmente en el hecho de que Sirena «muere», y nace en su lugar María.
Hay como un nuevo nacimiento en la aceptación de la realidad por parte de Sirena. El hecho central que provoca este renacimiento simbólico es el hijo que Sirena-María lleva en sus entrabas. La corporeización de la muerte en esta obra está representada por el Fantasma de una manera humorística. Este tema de la muerte es desarrollado por Casona más tarde en Prohibido suicidarse en primavera y, sobre todo, en La Dama del Alba. Otras obras en que la muerte está «presente» de alguna manera son: Otra vez el Diablo (el Estudiante mata al Diablo dentro de sí mismo); El Crimen de Lord Arturo; la muerte del perro y el homicidio de Susana en La llave en el desván; el destino hacia la muerte que tienen todos los personajes en Siete gritos en el mar; la aparición de La Madre y El Abuelo muertos que dialogan con Uriel en La casa de los siete balcones; la supuesta muerte de Gustavo Ferrán en Las tres perfectas casadas y del Nieto en Los árboles mueren de pie; la muerte de Peter en La barca sin pescador; la de Inés en Corona de amor y muerte, etc.
La muerte como tema va acompañada de símbolos: el Fantasma, La Peregrina, el grito de Estela (La barca sin pescador), la explosión (Siete gritos en el mar), la aparición de Ineis y otros muchos […].
Un segundo tema es el de la reconciliación o armonía de los diversos mundos por medio del amor. Su símbolo —que ya aparece en La sirena varada también— es el número tres. El tres representa, como veremos más adelante, la armonía de los mundos opuestos, cuya contradicción esta simbolizada por el número dos. Armonía —el tres— es la superación de una oposición. Este símbolo aparece en los títulos de varias de las obras en su forma numérica: Las tres perfectas casadas, La tercera palabra, Romance en tres noches, Tres diamantes y una mujer.
El tercer tema es el poder de la vida y su complejidad; sus conflictos y sus ciclos que se resuelven siempre en un orden. De aquí un gran tema de Casona: la esperanza. Casona nunca es realmente trágico porque todo conflicto tendrá un desenlace que desembocará en un nuevo orden. Esta idea de la existencia de un orden viene simbolizada en el número siete, que también aparece en La sirena varada. (En esta obra hay siete hombres, como opuestos a una sola mujer). Que Casona tiene consciencia del carácter simbólico del número siete […], viene indicado por el hecho de que dos de sus obras llevan este número en sus títulos: Siete gritos en el mar y La casa de los siete balcones, y por el detalle revelador de que en Tres diamantes y una mujer habla del siete refiriéndose a él como el «número mágico».
La vida, el poder, la esperanza, el ensueño quedarán también expresados en La sirena varada por medio de un símbolo que aparece aquí pero que cobra importancia más adelante en otras obras. Es, probablemente, el más relevante y multiforme de los símbolos de Casona: el árbol. El árbol aparece en La sirena varada de una forma originalísima —como no existente, como algo que los personajes entregados a la evasión tratan de «ver» en el centro de la casa- y más tarde adquiere tal desarrollo que podemos decir que se convierte en un símbolo central en casi todas las obras posteriores. Limitémonos a recordar por ahora Los árboles mueren de pie, la posición central que tiene la imagen del ombú en La casa de los siete balcones, la frontera de abetos en Romance en tres noches y el árbol de Navidad en Siete gritos en el mar.
Otro elemento simbólico aparece en La sirena varada: el agua. Como veremos más adelante, el agua aquí es símbolo de muerte (Sirena intenta suicidarse arrojándose al mar), del pasado (de donde viene Sirena y al que al final de la obra no quiere volver), del subconsciente, especialmente el mundo de la locura en el que Sirena vive hasta que despierta a la verdad al convertirse en María.
Pero el símbolo esencial en La sirena varada, que en cierta forma puede ser el símbolo de toda la obra de Casona, es la sirena misma. La sirena simboliza la ambivalencia de los dos mundos en que se mueve el autor: Realidad y Fantasía. Comienza viviendo en un mundo puramente imaginario y acaba aceptando la realidad cotidiana. Viene del mar pero al final de la obra desea vivir en una casa en la montaña, entre los árboles. Así se armonizan el mundo mostrenco de le vida rutinaria y el mundo creativo elaborado por les potencias más eminentes del hombre. Le mujer-sirena, el irrumpir en el mundo artificial creado por Ricardo, viene como a completar este universo de fantasía. Pero, paradójicamente, trae con ella todo el barro del mundo real recogido en su vida pasada y lo hace «presente» a los personajes que buscaban evasión. Porque eso simboliza Sirena también: el doble plano de vida y evasión o para decirlo con palabras de Goethe, de «poesía y verdad».
La mujer sirena, según Valbuena Prat, simboliza mucho más como ya hemos visto: la tensión de toda una época llena de angustia que trata de encontrar caminos de evasión.
Este doble universo, esta tensión, se hacen plásticamente presentes por la aparición de la mujer sirena en la escena, llevando inmediatamente al espectador a la intuición de que allí se están conjugando dos mundos diferentes. La conjugación de estos dos mundos será siempre un motivo fundamental en Casona. A veces Fantasía y Realidad se unen por contraste.
La Realidad irrumpe brutalmente en un universo elaborado por el autor (La sirena varada). Otras veces se conjugan ambos como las escalas armónicas de que hablan los músicos, con movimientos independientes, pero esencialmente ligados en la unidad del acorde (modelos: La Dama del Alba, Los árboles mueren de pie. Prohibido suicidarse en primavera); Otras, en fin, se funden creando un mundo único donde la separación de los elementos es imposible y que solo puede ser escindido en dos según lo consideremos desde dentro de la locura o desde fuera de la locura. (Recordemos La casa de los siete balcones y la distancia fundamental que hay entre Sirena y Genoveva).
Esta ambivalencia, repetimos, encuentra su expresión simbólica en la sirena. La sirena es mitad pez y mitad mujer; vive en el agua y en la tierra; su voz es encantamiento y muerte. En La sirena varada el único personaje femenino se llama Sirena y María; es blanca y azul; vive la vida brutal del circo y la vida poética del bíblico Cantar de los Cantares.
Se siente a sí misma sirena, con una añoranza permanente del mar, pero acaba soñando con una casa en la montaña. De una vez para siempre queda así encarnado en un símbolo plástico todo el mundo poético de Casona. Ciertamente, en el resto de la obra de Casona no aparece de nuevo la sirena. Solo hay algunas alusiones, por ejemplo, en Tres diamantes y una mujer y en La tercera palabra. En esta última obra se mencionan la sirena y el centauro, pero el pasaje no parece encerrar intención simbólica sino simplemente humorística. Cirlot, en su Diccionario de Símbolos, al hablar de la sirena de dos colas —una de las muchas clases de sirenas de las que existen en las mitologías—, dice:
They may well be representation of the inferior forces in woman, or of woman as the inferior, as in the case of lamias; or they could also be symbolic of the corrupted imagination enticed tovard base end or towards the primitive strata of life; or of the torment of desire leading to self-destruction… It seems that they are largely symbols of the ‘temptations’ scattered along the paths of life (or of symbolic navigation) impeding evolution of the spirit by bewitchment…[xxv]
Esta significación general de la sirena y su sentido simbólico en los mitos no parece haber existido en la intención de Casona. Más bien parece que el autor ha querido encarnar en ella el conflicto y el contraste entre el universo poético y el universo real. En otra interpretación, el mismo Cirlot escribe refiriéndose a la sirena de dos colas:
…pertaining to the sea, must express a duality (or conflict) within the watery depths. Wirth maintains that the siren is quite simply a symbol of woman…[xxvi]
Algunas de estas dimensiones en el simbolismo de la sirena están recogidas en la obra de Casona. Así, en sentido de dualidad de que se hace mención en la cita que antecede y también el sentido de feminidad. La mujer-sirena de esta obra se presenta con algunos de los caracteres más típicos de la mujer: debilidad, poder de encantamiento, fecundidad. La debilidad está representada por los episodios de la forzada sujeción a Pipo, agravada aquí por la inocente locura de la muchacha que no llega a tener clara conciencia del abuso y sólo experimenta ante el un sentimiento de terror. El encantamiento está expresado admirablemente en el final del primer acto cuando Sirena recita a Ricardo el Cantar de los Cantares con las imágenes pastoriles convertidas en imágenes marinas y el rendimiento de Ricardo a la voz de Sirena. Finalmente, la fecundidad, que es la fuerza mayor de la mujer, cuando el doctor descubre que Sirena va a tener un hijo. Esta fuerza —la maternidad— está más allá de la debilidad y el encantamiento.
Es ella la que hace a los dos protagonistas renunciar a la vida de Imaginación y aceptar la Realidad, a abandonar el mar para vivir en una casa en la montaña, entre los árboles, a destruir para siempre el paraíso artificial creado por Ricardo.
Los personajes han de aceptarse a sí mismos como lo que son, con su pasado, con sus limitaciones. Sirena ya no será más Sirena sino María. La dualidad sobre la que estaba construida la obra ya no existirá más. En adelante habrá un solo mundo: el mundo de la realidad. Daniel volverá a vivir la verdad de su ceguera, no habrá más árbol imaginario en el centro de la escena, y el Fantasma se convertirá en el bueno de Don Joaquín, un hombre sencillo a quien le gusta cultivar berzas. El simbolismo de la sirena no será necesario. Así Sirena muere (desaparece) para dar nacimiento a la nueva mujer: María. Lo único que permanece aquí es lo femenino. Pensemos que María es otro nombre cargado de simbolismo y que representa al mismo tiempo maternidad y virginidad.
***
*Este texto es el Capítulo II de «El Simbolismo en el Teatro de Alejandro Casona» (1970). Tesis de Maestría, de José P. Soler, Western Michigan University. Disponible en: https://scholarworks.wmich.edu/cgi/viewcontent.cgi?article=4027&context=masters_theses
[i] Casona, Alejandro, Nuestra Natacha. Edited by William H. Shoemaker. New York: Appleton Century Crofts, Inc., 1947, p. xxi. 2S
[ii] Sainz de Robles, F. C., Prólogo a las Obras Completas de Alejandro Casona, Vol. I, 18.
[iii] Sainz de Robles, Prólogo…p. 13
[iv] Perez Minik, Domingo, Teatro europeo contemporáneo. Madrid: Ediciones Guadarrama, 1961, p. 292.
[v] Juan R. Castellano, “Casona y Asturias”, en Hispania, numero 35 (nov. 1952), p. 392.
[vi] Sainz de Robles, Prólogo…p. 40.
[vii] Rodríguez Richart, J., Vida y teatro de Alejandro Casona. Oviedo: Instituto de Estudios Asturianos, 1963, p. 39.
[viii] Valbuena Prat, Angel, Historia del teatro español. Barcelona: Editorial Noguer, S. A., 1956, p. 653.
[ix] ibid.
[x] Leighton, Charles H., “Alejandro Casona’s ‘Pirandellism”‘, Hispania, XL (1957), p. 212.
[xi] J. L. C. (José Luis Cano), “Charla con Alejandro Casona”, en Insula, número 191, p. 5.
[xii] Sainz de Robles, Prólogo…p. 22.
[xiii] Leighton, Charles H., “Alejandro Casona and the Revolt Against ‘Reason'”, Modern Language Journal, XLVI (1962), pp. 56-61.
[xiv] Leighton, Charles H., “Alejandro Casona’s ‘Pirandellism’ Hispania, XL (1957), p. 208.
[xv] Leighton, Charles H., “Alejandro Casona and the Revolt Against ‘Reason’”, Modern Language Journal, XLVI (1962), p. 56.
[xvi] Sainz de Robles, Prólogo…p. 34.
[xvii] Sainz de Robles, F. C., Prólogo a las Obras Completas de Casona, p. 41.
[xviii] loc. cit., p. 42.
[xix] Casona, Alejandro, Nuestra Natacha. Edited by William H. Shoemaker. New York: Appleton Century Crofts, Inc., 1947, p. xxi.
[xx] Woolsey, A. Wallace, “Illusion versus Reality in Some of the Plays of Alejandro Casona, Modern Language Journal, XXXVIII (1954), p. 80.
[xxi] ibid.
[xxii] Rodríguez Richart, Vida y teatro de Alejandro Casona, p. 48.
[xxiii] Rodríguez Richart, Vida y teatro de Alejandro Casona, p. 50.
[xxiv] Pérez Minik, Teatro europeo contemporáneo, p. 495.
[xxv] Cirlot, J. E., A Dictionary of Symbols. Translated from the Spanish by Jack Sage. New York: Philosophical Library, 1962, p. 284.
[xxvi] ibid.
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