
La vasta cultura que poseía Figarola Caneda se reflejaba en sus obras, principalmente de corte bibliográfico, esfera que él, indudablemente, admiraba y sobre la cual acuñó la frase La «Bibliographie est le vestibule de la science» («La Bibliografía es la antesala de la ciencia»).[1]
En 1870, en el Boletín Comercia, Caneda publicó su primer estudio al respecto, Catálogo de la Librería Española y Extranjera de J. M. Abraido. En 1881, en El Almendares, salieron a la luz su Guía oficial de la exposición de Matanzas y la bibliografía de Andrés Bello.
Durante su estancia en París, Caneda, entre otras cosas, estudió la organización de la Biblioteca Nacional de ese país y realizó algunas anotaciones que evidencian su interés por la bibliografía. En sus archivos, aparecen numerosos apuntes y recortes con fragmentos de libros y artículos sobre el tema, tanto en español como en francés.
Dichas notas también incluyen indicaciones sobre cómo confeccionar fichas catalográficas, paso por paso, con hincapié en los incunables, donde señala que su descripción bibliográfica debe ser extensa. Indica, además, la obligación del bibliotecario de realizar inventarios que especifiquen todas las particularidades de los ejemplares descritos.
Otro importante catálogo que confeccionó, en este caso a pedido de Gonzalo de Quesada y Aróstegui, fue Cuba, Exposition Universelle Informationnelle de 1900 à Paris, donde se describían todas las obras que la Isla había llevado a dicha exposición. En 1910, apareció la segunda edición de la Cartografía cubana del British Museum, importante catálogo corregido y tomado del trabajo que, en 1901, publicó Caneda en la Bibliografía cubana del British Museum.
Trabajó en las Memorias inéditas de la Avellaneda, en conmemoración a su centenario en 1914, mas esta obra no se concluyó hasta 1929, año en que su viuda Emilia logró publicarla en Madrid bajo el título Gertrudis Gómez de Avellaneda, con su biografía, bibliografía, iconografía, cartas, etcétera. Lo mismo ocurrió con la Bibliografía de la Condesa de Merlín, que la Sra. Boxhorn consiguió publicar post mortem, después de numerosos esfuerzos, en la ciudad de París.
Otras de las conocidas bibliografías, compiladas por Caneda, fueron dedicadas a las figuras de sus amigos, entre ellas sobresalen las de José de la Luz y Caballero y de Enrique Piñeyro. Tanto estas, como otras, de eminentes figuras de la cultura cubana presentan un alto valor histórico, al igual que el Diccionario de seudónimos, obra de gran ayuda para los historiógrafos e historiadores, en la que Figarola recoge los seudónimos de reconocidas personalidades y brinda, además, datos precisos de sus vidas. Los trabajos de Figarola Caneda siempre fueron prestigiados por la precisión de su información, por no contener datos dudosos o no comprobados.
Las bibliografías de Caneda son de gran calidad porque recorren no sólo la obra literaria de la figura en cuestión, sino también otros aspectos como sus registros gráficos, documentos que complementan la bibliografía de la personalidad e, incluso, literatura pasiva, siempre en dependencia del alcance del estudio planteado por su autor. Para este intelectual cubano, la confección de bibliografías era un trabajo de una entrega total.
Debido a su consagración al tema bibliográfico y lo acertado de su trabajo, las bibliografías de Figarola Caneda tuvieron gran aceptación entre los intelectuales y conocedores del particular. Así, Francisco González del Valle habló del trabajo desinteresado de Figarola y la importancia de su obra desde el punto de vista histórico, y aseguró que la exactitud técnica del trabajo de Caneda generó como resultado que sus bibliografías fueran las más perfectas publicadas hasta entonces. Tal vez, por esa dedicación y perfección en el trabajo fue que Enrique Piñeyro se inspiró para confeccionar su propia bibliografía, claro está, con la ayuda de Caneda. Para ilustrar el estilo de trabajo de Caneda en sus compilaciones bibliográficas, se muestra a continuación la estructura capitular de estas dos obras con breves comentarios del autor.
En el caso de la Bibliografía de Luz y Caballero, Figarola Caneda planteaba en su prefacio:
Ya decimos que en nuestro coleccionar no procedió propósito más determinado que el de recoger para librar de la desaparición, conservándolo todo entre los papeles de nuestra biblioteca, hasta este día que, aumentando considerablemente el conjunto y sometido luego al método más adecuado a la naturaleza de aquél, lo presentamos bajo el plan que a continuación exponemos:
Bibliografía, o sea, el inventario clasificado por orden cronológico y alfabético, de la única o de la primera publicación de cada uno de los escritos de Luz y Caballero, incluyendo respectivamente las ediciones posteriores de los mismos.
Iconografía, o sea la relación de los retratos y demás documentos gráficos, como son bustos, mascarillas, estatuas, sepulcro, medallas y otros objetos.
Referencias, o sea la mención de los libros, folletos, hojas sueltas, folletines y noticias de periódicos, así como discursos, conferencias, elogios, cartas, poesías, anécdotas, y de cuanto más de alguna manera o en algún sentido hace referencia a Luz y Caballero.[2]
La segunda obra, Bibliografía de Enrique Piñeyro, apareció, por primera vez, en los Anales de la Academia de la Historia (1919 –1920, tomos I-II).
Figarola dejó un legado muy valioso para los investigadores, principalmente los que se dedican a las cuestiones históricas. Como dijera Isaías Mesa Rodríguez:
En Figarola Caneda lo admirable de su producción está sobre todo en la pulcritud y acuciosidad de las notas al pie de página. Su prodigiosa memoria y sus grandes conocimientos de los personajes, sucesos y las obras publicadas le permitían explicaciones tan firmes y amplias, que hoy son un valioso auxiliar para los que nos dedicamos a la investigación.[3]
Figarola Caneda gozó de gran prestigio en el mundo de las letras y, en 1891, fue nombrado miembro de una comisión para escoger y enviar producciones de literatos cubanos a la Real Academia Española con destino a la Antología de poetas hispano–americanos, que compilaba Menéndez Pelayo.
[1] Carta firmada por el director de la Biblioteca Nacional y dirigida a diferentes personas. 1901-1919. Expediente del fondo de la Academia de la Historia de Cuba, Archivo Nacional de Cuba.
[2] Ídem.
[3] Mesa Rodríguez I.: Don Domingo Figarola Caneda (1852-1952), Academia de la Historia de Cuba, La Habana, 1952. Discurso leído en sesión solemne celebrada el 16 de enero de 1952 para conmemorar el centenario del nacimiento del ilustre bibliógrafo cubano.
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