
La historia de la Bibliotecología —como la de cualquier campo del saber—, se materializa por medio del pensamiento y las acciones de las personalidades que la ejercen; por ello, es vital estudiar sus figuras notables, una tarea que por difícil no deja de ser imprescindible.
Domingo Figarola Caneda, historiador, periodista, bibliófilo y el primer director de la Biblioteca Nacional de Cuba, un intelectual multifacético, nació en La Habana el 17 de enero de 1852 y fue bautizado con el nombre de Domingo José Joaquín Antonio Abad.
Sus padres fueron Domingo Figarola y del Castillo y Carmen Caneda y Garay. Tuvo un hermano, Joaquín, quien murió —según Juan M. Dihigo[1]— en la reconcentración de Weyler.
En 1869, después de cursar los niveles elementales en los mejores colegios, pasó a estudiar en el Instituto de La Habana donde recibió el título de Bachiller en Artes. En 1870, en respuesta al deseo de sus padres, ingresó en la Facultad de Medicina de la Universidad de La Habana y es allí, según sus propias palabras, «donde empiezan una serie de contradicciones en mi vida». Y es que los intereses de Domingo estaban en otras direcciones: «Sentía vocación por las letras; la historia de mi país y en especial, su literatura». (Autobiografía y diarios de viaje de Domingo Figarola Caneda, Expediente del fondo de la Academia de la Historia de Cuba, Archivo Nacional de Cuba).
Los sucesos del 27 de noviembre de 1871 constituyeron un momento crucial para el joven estudiante. Él y sus compañeros de cuarto año fueron detenidos por los voluntarios españoles en el Hospital San Dionisio desde las tres de la tarde hasta las ocho de la noche, hora en que fueron apresados los estudiantes de primer curso, entre los que se encontraban aquellos que más tarde fueron fusilados. En un gesto de compañerismo, Caneda avisó a las familias de algunos compañeros que aún estaban presos y les llevó víveres y ropa en alguna ocasión. Según el propio Caneda: «Así empecé a practicar el verdadero compañerismo con mis paisanos».[2] (Autobiografía y diarios de viaje de Domingo Figarola Caneda, Expediente del fondo de la Academia de la Historia de Cuba, Archivo Nacional de Cuba).
Después del fusilamiento de los ocho jóvenes, el hospital permaneció cerrado por un tiempo y Figarola viajó a Pinar del Río, donde vivían sus parientes. Para aquel entonces, andaba siempre acompañado por un libro y, según él mismo, fue por estos años que conoció la obra de Heredia, Plácido, Milanés, Mendive y muchos otros escritores cubanos de todas las épocas.
Al regresar a La Habana, Figarola Caneda continuó sus estudios, pero lo ocurrido con sus compañeros le impulsó para decidirse a dejar la carrera y dedicarse por entero a su verdadera vocación: el mundo de las letras y de los libros.
En 1874, Domingo se enamoró de María Teresa Ferrer, joven criolla de buena posición, hija de un comerciante, con la cual se casó al año siguiente. De esa unión nació, el 22 de septiembre de 1876, su único hijo, Herminio Mauricio. Tiempo después este matrimonio se disolvió y Domingo se casó con Emilia Boxhorn, quien lo acompañó hasta el final de su vida.
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Sobre las autoras
Aimeé Silva Crespo: Licenciada en Bibliotecología y Ciencia de la Información.
MsC. Zoia Rivera: Máster en Comunicación. Profesora Auxiliar. Graduada de Bibliotecología y Ciencia de la Información, Facultad de Comunicación de la Universidad de La Habana.
[1] Dihigo y Mestre J.M.: Elogio del Sr. Domingo Figarola-Caneda, individuo de número, La Habana, Academia de la Historia, 1928.
[2] El artículo completo puede consultarse en la Revista Científica Scielo
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