Don Felipe Poey nació en La Habana el 26 de mayo de 1799, por lo que en mayo pasado se cumplieron 225 años de su natalicio. Mas como nunca es tarde para rendir homenaje a una de las lumbreras científicas cubanas del siglo XIX, ahora lo hacemos.
Nuestro compatriota mereció el calificativo de sabio y en verdad lo fue. Su obra monumental, Ictiología Cubana, le dio renombre universal como naturalista.
En vida, aún ganó fama y respeto. Dedicado a la investigación de las ciencias naturales, tal vez algunos desconozcan que incursionó en la poesía, en los estudios humanísticos y hasta en el humor, una arista que tiene su mejor momento en esta narración que a continuación le transcribimos. Se titula «El gato pensador», y es una joya de la literatura gatuna de cualquier época:
Érase un espejo accidentalmente puesto en el suelo, inclinado sobre la pared. Érase un gato travieso y juguetón, que al recorrer la casa, como la tenía de costumbre, vio su imagen en dicho espejo. Ver y acudir a reconocer, fue todo uno. El gato no quería solamente mirar, sino tocar, en lo cual halló un obstáculo imprevisto. ¿Quién eres tú —decía— que imitas todos mis gestos? Saltas, si yo salto; te agachas, si me agacho. Ahora lo veremos. Y da vueltas al espejo. ¿Qué vio? Nada. ¡Qué listo anda ese tunante!, seguía diciendo el gato; pero yo lo cogeré entre dos garras y di que se escape.
En efecto, se coloca en el canto del espejo, una pata de un lado, otra de otro. Mira bien por delante del mueble, para cerciorarse de que allí está el consabido; y de repente echa la zarpa, y coge… nada.
Sin haber estudiado lógica, repitió, varió y amplió sus experimentos; hasta que al fin, viendo que a nada conducían, se retiró pausadamente, hablando a sus barbas, diciendo: «Estas son cosas que superan la inteligencia de los gatos; no nos ocupemos: esto entra en lo incognoscible». No dijera más Heriberto Spencer.
Del extenso currículo académico de Poey ofrecemos algunos datos: Fue miembro fundador de la Academia de Ciencias Médicas, Físicas y Naturales y presidente de la Sociedad de Antropología, ambas en La Habana, socio de mérito de la Sociedad Económica de Amigos del País y corresponsal en la capital cubana de asociaciones científicas radicadas en Madrid, Barcelona y Berlín.
Figura entre los fundadores —el más joven— en 1832, de la Sociedad Entomológica de Francia. Fue también miembro de la Sociedad Zoológica de Londres y de la Academia de Ciencias Naturales de Filadelfia, Boston y Buffalo. En Cuba fundó el Museo de Historia Natural.
Por su trato sencillo, prolongada carrera profesoral y muy activa vida, se le conoció más allá del ámbito académico. Entre los pescadores se hizo muy popular y querido, al punto que cuanta especie desconocida sacaban estos del agua la llevaban para que Don Felipe le echara un vistazo y comprobara si la tenía ya en su catálogo.
Siempre jovial, Felipe Poey vivió más de 90 años, cifra inimaginable en un chico con una parálisis del lado derecho que le aquejó de por vida y afectó un tanto su locomoción, pero no lo privó de ser útil, desarrollar su talento y amor por el estudio de la naturaleza. Murió el 28 de enero de 1891.
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