«Despertemos pronto, sacudamos el sopor,
volvamos a la vida del trabajo.»
Estudiar la obra de Fernando Ortiz es ponernos en contacto con una larga vida dedicada a investigar los antecedentes culturales, la complejidad psicológica y los procesos económicos, históricos y sociales del pueblo cubano.
Durante más de medio siglo, Ortiz estudió, analizó y marcó pautas a nuestro pueblo sobre su responsabilidad histórica como heredero de tradiciones seculares y como constructor de su futuro.
Su extensa obra, una de las más respetadas y eruditas en América, es bibliografía obligada para todo aquel que aspire a comprender el fenómeno americano.
Como etnógrafo, jurista, arqueólogo, lingüista e historiador, como hombre público, supo mantener en los períodos más críticos de nuestra historia republicana una actitud de rebeldía y de lucha por salvaguardar lo mejor de las tradiciones culturales cubanas frente a la mediocridad nacional y las influencias extranjeras desintegradoras.
Fernando Ortiz nació en La Habana el 16 de julio de 1881. Recién abolida la esclavitud —luego de cuatro siglos de oprobioso tráfico negrero—, fracasada la Guerra de los Diez Años, los cubanos vivíamos entonces un período de decepción y pesimismo. El sistema despótico colonial mantenido por España se desmoronaba irremisiblemente, a pesar de las medidas reformistas y de la paz transitoria. En este ambiente sombrío nace Ortiz, en San Rafael 148, esquina a Lucena, de padre español y madre criolla.
Al año de nacido marcha con la familia a Menorca, en las Baleares, donde transcurre su niñez y cursa sus primeros estudios. A pesar de la distancia, su madre mantenía vivo en el niño el amor a la patria lejana.
En 1895 se gradúa de bachiller, y ese mismo año publica su primer impreso: Príncipi y prostes, folleto sobre costumbres menorquinas. Meses más tarde regresa a Cuba. En La Habana comienza a estudiar la carrera de Derecho, que termina años después en Barcelona, donde se gradúa de Licenciado, y en Madrid, donde obtiene su Doctorado.
Es precisamente en España donde Fernando Ortiz se enfrenta por vez primera con un aspecto de la vida cubana hasta entonces ignorado por él: el mundo misterioso de los abakuá, esa sociedad secreta importada por los africanos a Cuba. Visitando un museo, descubre atributos, tambores y trajes de «diablitos» (íreme) requisados por las autoridades coloniales en la lejana Antilla y expuestos a la curiosidad española. Era su primer encuentro con una Cuba que ni si quiera imaginaba: la de los esclavos y sus cultos esotéricos.
En 1902 regresa a La Habana e inicia sus investigaciones, con visión criminalista, del hampa afrocubana, término impreciso con el que engloba «la mala vida» y todas las prácticas religiosas y profanas de los negros.
A partir de 1903 sale de Cuba como funcionario del servicio consular, que presta en distintas ciudades europeas. Y en 1906 publica en Madrid su primer libro: Hampa afrocubana. Los negros brujos. Este libro, de capital importancia, marca el inicio en Cuba de los estudios africanistas. Por primera vez se intenta determinar las regiones de procedencia de las distintas «naciones» o «tribus» africanas llegadas durante el tráfico, se describe la terrible travesía de los buques negreros, la vida de los esclavos en las plantaciones y en las ciudades, sus costumbres, fiestas, músicas, y se intenta un estudio serio de los cultos «afrocubanos» (Este término es creado por Fernando Ortiz para designar aquellos aspectos de la cultura cubana en que predominan elementos de antecedentes africaninos).
Los negros brujos es un libro de criminología escrito de acuerdo con las tendencias científicas imperantes en la época (1906), y que refleja ciertos aspectos de la escuela lombrosiana (César Lombroso, el famoso criminalista italiano, escribió el prólogo). Está cargado de todos los prejuicios imperantes a principios de siglo contra los negros y sus culturas. Las teorías sobre las llamadas razas superiores e inferiores, o sobre los pueblos predestinados al crimen o la barbarie, surgidas en Europa como medio de justificar el reparto que las «naciones blancas» se habían hecho del mundo «de color», servían de fundamento a las escuelas científidas en boga. Aún faltaban algunos años para la Primera guerra mundial, que comenzó a echar por tierra la hegemonía del europeo y su etnocentrismo. Sin embargo, a pesar de esos rezagos prejuiciosos, de los que se libraría la obra de Ortiz en forma definitiva a partir de 1920, este libro marca el inicio en nuestra país de los estudios de las culturas traídas por los esclavos y su influencia en la integración de lo cubano. Atrás quedaba la visión superficial y pintoresquista de les costunibristas del siglo XIX.
En medio del disgusto de la burguesía gobernante, con sus ansias de europeización y de olvidar todo lo que recordara la Colonia y «el atraso africano», Ortiz continuó sus investigaciones.
Frente al estancamiento cultural
En 1913 publica Entre cubanos. Psicología tropical, donde enfila sus armas contra el estancamiento cultural de la nación y sugiere soluciones que coloquen a nuestro pueblo en el camino de los países civilizados.
El trabajo produce siempre ruido, al menos, y esto es lo más necesita hoy el pueblo criollo, ruido que lo despierte a la vida moderna, que es la vida del trabajo y la libertad. ¡Despertemos! ¡Laboremos!
El estudio consciente, el trabajo sistemático y productivo, son las únicas soluciones para los cubanos merecedores de la patria forjada por los mambises.
[…] sépase asimismo que, en sociedades sembradas de democracia como la nuestra, donde por causas varias la aristocracia mental es escasa y débil, no podrá germinar la cultura sin que todos, así los grandes del pensamiento y de la acción, como los pequeños y humildes laborantes, nos brindemos a la tarea regeneradora, nos consagremos al trabajo para roturar el virginal terruño de nuestra psicología, abrir surcos en él con firme constancia pedagógica, esparcir a todos los vientos las ideas de la vida moderna que habrán de ser siembra de esperanzas si las regamos no con el llanto estéril de los desesperados, sino con el sudor fecundante del trabajo […].
Este libro, recopilación de diversos artículos publicados con anterioridad en revistas y periódicos, define la postura ideológica de Ortiz frente al estancamiento cultural y político de la recién inaugurada República, frustrada por el intervencionismo norteamericano.
Los negros esclavos
En 1916 aparece el estudio sociológico y de derecho público, Hampa afrocubana. Los negros esclavos, posiblemente uno de los trabajos de investigación más completos realizados en América sobre la vida de los africanos esclavizados. Con un derroche de erudición y utilizando una documentación seria y exhaustiva, Ortiz expone los horrores del régimen esclavista y sus nefastas consecuencias en la sociedad cubana.
Cincuenta años después de su publicación, este libro se conserva como el más importante y vigente de los escritos por Ortiz en las primeras décadas del siglo.
Ortiz, criminalista
Al mismo tiempo que hurgaba en el pasado colonial y los bajos fondos afrocubanos, don Fernando aportaba el resultado de sus experiencias y estudios a la Criminología, publicando libros sobre la identificación dactiloscópica, sobre filosofía penal o sobre su proyecto de código que le ganaron gran prestigio internacional. De su Proyecto oficial de código criminal cubano (1930), Enrique Ferri, el famoso criminalista italiano, llegó a afirmar que era más perfecto y con mayor unidad positivista que el vigente en Italia.
Ortiz, creador de instituciones
Pero este estudioso cubano no limitaba sus energías a la investigación y a la publicación de libros, folletos y artículos, ni a desempeñar su cargo de representante a la Cámara (1917-1927) o de profesor universitario, sino que impaciente por colaborar en el desarrollo efectivo de la cultura nacional, se rodeó de un grupo de intelectuales y se convirtió en fundador, promotor y revitalizador de instituciones.
Por muchos años fue presidente de la Sociedad Económica de Amigos del País. Fundó la Sociedad del Folklore Cubano (1924), la Institución Hispanocubana de Cultura (1926), la Sociedad de Estudios Afrocubanos (1937) y muchas otras, dedicadas a divulgar los logros intelectuales de la civilización contemporánea en nuestro país y a revalorizar nuestro acervo cultural.
Todo movimiento, toda inquietud científica o artística de importancia encontró siempre en Ortiz un defensor y un colaborador, y las páginas de las revistas fundadas o dirigidas por él (Archivos del Folklore (1924), Ultra (1936), Estudios Afrocubanos (1937), Revista Bimestre) estaban abiertas a cualquier colaboración seria en el intento de despertar a los cubanos a la «vida fecunda del trabajo y del estudio».
Ortiz, arqueólogo
Don Fernando, deseoso de aclarar las incógnitas del pasado cubano, no podía permanecer indiferente a los estudios indigenistas, que ocuparon largos años de su vida.
A partir de su libro Historia de la arqueología indocubana, publicado en 1922, no cesa de analizar con visión sagaz y objetiva los numerosos restos líticos y las pictografías descubiertas en diversas regiones de Cuba, tratando de desentrañar el simbolismo de los mismos, haciendo estudios comparativos con los hallazgos aborígenes realizados en las otras Antillas y llegando a conclusiones innovadoras, como el establecer la posibilidad de la existencia de cuatro culturas precolombinas en Cuba o la identificación de representaciones del dios Huracán.
Durante varios años fue presidente de la Junta Nacional de Arqueología y Etnografía. Su obra fundamental en esta disciplina la constituye El huracán, su mitología y sus símbolos, editada en 1947. En este libro, de nuevo don Femando hace despliegue de su erudición y del dominio de la metodología científica. Para descifrar ciertas figurillas indocubanas y su significación dentro del complejo religioso, se remite al estudio comparativo de símbolos similares hallados en mitologías del Viejo y del Nuevo Mundo. Las representaciones de los vientos, trombas, tornados, etcétera, utilizadas en la Antigua China, en Grecia, Egipto, Nueva Zelandia o Guinea, son analizadas para hallar las constantes empleadas por todos los hombres en todos los tiempos en la creación de los símbolos, como «[…] procesos simples del pensamiento humano, como fáciles y lógicas respuestas a estímulos ambientales y particularmente a los meteóricos y cósmicos».
Este libro sería suficiente por sí solo para colocar a Ortiz como uno de los investigadores más serios y metódicos de América.
Ortiz, historiador y etnógrafo
Sería demasiado arduo intentar citar los libros, folletos y artículos que escribió don Fernando, durante sus setenta años de fecunda labor, sobre la historia y la etnografía cubanas. Es de todos conocida su obra en estos campos. Nadie como él estudió las músicas, las danzas, las tradiciones religiosas, las instituciones sociales llegadas a Cuba desde las costas africanas. Nadie como él hizo tanto por salvar los valores primordiales de la cultura nacional. Puede asegurarse que no existe aspecto alguno —económico, social, religioso— de importancia en el proceso de integración de la cubanía que no haya sido estudiado y juzgado en sus obras […].
Homenaje a Ortiz
En 1955 se organizó un homenaje internacional a Fernando Ortiz para celebrar los sesenta años de su primer impreso Principi y prostes. Los más importantes científicos e intelectuales de América y de Europa le manifestaron su respeto y admiración publicando los tres volúmenes de la Miscelánea, recopilación de estudios dedicados al viejo maestro por su obra y su vida consagradas al mejoramiento de las relaciones humanas entre todos los pueblos y todas las «razas». Su amor a la cultura y al hombre le hicieron merecedor de que se le propusiera en esa ocasión para el Premio Nobel de la Paz.
Han transcurrido más de veinte años desde ese homenaje. En julio, don Fernando celebraría un nuevo aniversario, rodeado del cariño del pueblo cubano, para quien rescató muchas de sus mejores tradiciones y en quien siempre tuvo confianza ilimitada, pero el 10 de abril de 1969 emprendió «el largo viaje a Guinea…».
No, no perdamos la fe en el porvenir patrio, en sus estudiantes, mujeres, intelectuales, obreros y campesinos. Con el impulso unido de esas positivas fuerzas cubanas, será posible que la nación se reconquiste a sí misma, recupere estos pasados lustros perdidos en desvaríos y locuras y haga revivir el mortecino ideal de los libertadores, terminando aquella revolución nacional que hace un cuarto de siglo fue interrumpida, la de las conciencias, para restaurar el respeto a la justicia, consolidar la prosperidad y la riqueza nuestra y fortificarnos con todas las armas de la cultura, mediante el único programa capaz de renovar a Cuba y darle una nueva virilidad de gloria, abriendo cárceles para el pasado, carreteras para el presente y escuelas para el porvenir.
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Texto aparecido en el libro de Rogelio Martínez Furé, Diálogos imaginarios, La Habana, Editorial Arte y Literatura, 1979, pp. 244-253
Tomado de: Archivo Cubano
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