Sobre el autor
El poeta, crítico y periodista mexicano Efraín Huerta (Guanajuato, 1914- Ciudad de México, 1982) fue, sin dudas, uno de los escritores de mayor popularidad en su país y uno de los poetas más importantes del siglo XX en América Latina. Su exquisito manejo del arte poética aunado a su vitalidad expresiva lo convirtieron en uno de los epígonos de su generación.
Poeta de fina sensibilidad y acendrada conciencia social, que reflejó en sus poemarios y en sus colaboraciones para la prensa, a través de la pasión por el optimismo amoroso y la redención del hombre.
Fue un poeta de ruptura; inmerso en su transcurrir histórico que empleó las técnicas neo-vanguardistas en forma magistral, creando espacios que no habían sido descubiertos en la expresión poética. En sus últimos años exploró, con notables resultados, el humor lírico a través de brevísimas composiciones que denominó poemínimos y que, por medio de paradojas, ironías y acertados juegos de palabras, ofrecen una visión crítica y a la vez tierna de la realidad.
En el 109 aniversario de su natalicio, compartimos una selección de su obra poética.
Fragmentos de su obra
Absoluto amor
Como una limpia mañana de besos morenos cuando las plumas de la aurora comenzaron a marcar iniciales en el cielo. Como recta caída y amanecer perfecto. Amada inmensa como un violeta de cobalto puro y la palabra clara del deseo. Gota de anís en el crepúsculo te amo con aquella esperanza del suicida poeta que se meció en el mar con la más grande de las perezas románticas. Te miro así como mirarían las violetas una mañana ahogada en un rocío de recuerdos. Es la primera vez que un absoluto amor de oro hace rumbo en mis venas. Así lo creo te amo y un orgullo de plata me corre por el cuerpo.
El amor
El amor viene lento como la tierra negra, como luz de doncella, como el aire del trigo. Se parece a la lluvia lavando viejos árboles, resucitando pájaros. Es blanquísimo y limpio, larguísimo y sereno: veinte sonrisas claras, un chorro de granizo o fría seda educada. Es como el sol, el alba: una espiga muy grande. Yo camino en silencio por donde lloran piedras que quieren ser palomas, o estrellas, o canarios: voy entre campanas. Escucho los sollozos de los cuervos que mueren, de negros perros semejantes a tristes golondrinas. Yo camino buscando tu sonrisa de fiesta, tu azul melancolía, tu garganta morena y esa voz de cuchillo que domina mis nervios. Ignorante de todo, llevo el rumbo del viento, el olor de la niebla, el murmullo del tiempo. Enséñame tu forma de gran lirio salvaje: cómo viven tus brazos, cómo alienta tu pecho, cómo en tus finas piernas siguen latiendo rosas y en tus largos cabellos las dolientes violetas. Yo camino buscando tu sonrisa de nube, tu sonrisa de ala, tu sonrisa de fiebre. Yo voy por el amor, por el heroico vino que revienta los labios. Vengo de la tristeza, de la agria cortesía que enmohece los ojos. Pero el amor es lento, pero el amor es muerte resignada y sombría: el amor es misterio, es una luna parda, larga noche sin crímenes, río de suicidas fríos y pensativos, fea y perfecta maldad hija de una Poesía que todavía rezuma lágrimas y bostezos, oraciones y agua, bendiciones y penas. Te busco por la lluvia creadora de violencias, por la lluvia sonora de laureles y sombras, amada tanto tiempo, tanto tiempo deseada, finalmente destruida por un alba de odio.
Eres, amor, el brazo con heridas…
Eres, amor, el brazo con heridas y la pisada en falso sobre un cielo. Eres el que se duerme, solitario, en el pequeño bosque de mi pecho. Eres, amor, la flor del falso nombre. Eres el viejo llanto y la tristeza, la soledad y el río de la virtud, el brutal aletazo del insomnio y el sacrificio de una noche ciega. Eres, amor, la flor del falso nombre. Eres un frágil nido, recinto de veneno, despiadada piedad, ángel caído, enlutado candor de adolescencia que hubiese transcurrido como un sueño. Eres, amor, la flor del falso nombre. Eres lo que me mata, lo que ahoga el pequeño ideal de ir viviendo. Eres desesperanza, triste estatua de polvo nada más, de envidia sorda. Eres, amor, la flor del falso nombre.
Estuario
Opresora. Todo lo aprisionas
con tu lengua y pasos de giganta,
¡oh! desconocida ¡oh! luminosa
hija de Arpios hecha de jade y miel.
Cárcel doy a tu pálida
presencia, gacela ojos de tigre,
cárcel me doy de amor,
mordedura, paciente fuego, ala
y marea, faro en la mar abierta.
Desciendes y derribas
la muralla del ansia. Das tregua
a la cosecha secreta del alba,
cuando los ojos cierra el puerto
al verano y la espuma.
Todo aprisionas con fría garra
deleitosa y madura,
opresora, dientes y lengua de giganta,
dormido espectro, oleaje
de apasionada mansedumbre
muerto de miedo y libertad.
Meditación de la rosa
Supón, mi amor, que trazamos la hora con una rosa
y que el agua es la medida de todas las rosas.
Piensa, azucena, en un becqueriano batir de alas
presente a nuestro paso, inmerso en nuestro tiempo.
Siempre hay alguien desnudo en lo que va del cielo
a esta tierra de duros y salobres pensamientos.
Yo te miro decir y escucho tu silencio
cuando lloro los días que fueron pavorosos.
Una balada es un poco de tibia espuma
es un sereno atardecer salido de la nada.
Supón entonces, amor mío, que hay un espejo
al que sonríes por las verdades ya dichas.
La luna acaba de ser amada, dijo un poeta
que simplemente se llamaba Juan punto y aparte.
Sabes bien que habrá una invasión de misterios
bien soñados tal vez o dulcemente pensados.
Andamos y desandamos mil y un caminos
como sombritas de fieras sin salida posible.
El hombre es la más bella conquista del aire
insistió aquel poeta que se llamaba nada más Juan.
Un miedo de singulares perfiles nos abruma
mientras morimos gritando ¡amor! ¡amor!…
Hemos vivido más o menos como ángeles en pena
navegando en lo que llamamos un desierto ardiente.
Amando hasta nunca decir basta de amar
y oído y visto guerras de infinito terror.
La bondad nos quedaba estrictamente prohibida
porque ya no había espacio ni necesaria era.
Apostamos la vida a un albur de silencio
cuando el amor no era sino una niña espina.
Alguien nunca esperado se acerca paso a paso
y pretende quebrar este amor de la rosa de hielo.
Hoy debemos cerrar las puertas, las ventanas
y no dejar entrar la niebla y su veneno.
Pues te repito que tendremos los agrios pensamientos
que suelen suceder al sudor amoroso.
Ahora supón, oh descarnada rosa bienamada
que nos fatiga el encierro y salimos a una calle.
¿Por qué no hay aquí una calle nombrada Góngora
con los campos de plumas tan urgentes?
Ignoro si ganamos o perdimos la batalla
contra los días que fueron y los días que vendrán.
No estoy ni estuve para decir cuáles penas
nos afligieron ni para descubrir lo que somos.
Sólo sé que no sé nada sino amarte
como se ama a la rosa paridamente fresca.
Te contaré mis ciclos de histeria y de neurosis
como si fueran sólo el alma de mi siglo.
Todo parece primitivo todo insomne
todo parece mar parece dientes parece lejos.
Ámame por desdicha por descanso porque sí
o porque no o porque nada o por mero desvelo
Después de todo soy una constante rebelión
sofocada como adivinarás a pura sangre.
Vamos tú y yo y aquella rosa recién llegada
por una oscuridad parecida a un reino quietísimo.
Hemos vivido y viviremos en la memoria de aquel hombre
que pasa como un árbol que no tiene descanso.
No pienses ya nada ni nada supongas
porque las fronteras son irremediables
y yo sobrevivo tú sobrevives todos sobrevivimos
para que el amor sea el gemido de siempre
y la piel no parezca un campo incendiado
y la dicha recorra tu cuerpo como una caricia mía.
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