A la altura del año 1553, el cardenal Jean du Bellay, antiguo embajador en Roma1 que había perdido su puesto con el advenimiento al poder del monarca Enrique II, hubo de ser restituido en su sitio debido a la necesidad del mismo rey de servirse de un político tan hábil como él, capaz de hacer progresar las negociaciones con el Papa Julio III, imprescindibles en aquellos momentos para los intereses de Francia en su guerra contra Carlos V. El cardenal, propenso a la compañía intelectual, accedió a llevarse a Roma al pariente en abril del 53. De esta manera, el alumno de Dorat veía cumplirse sus sueños de erudito y podía contemplar de primera mano los vestigios de la majestad romana, y filosofar acerca de la grandeza y posterior caída del imperio. Esta es la materia nutricia de su siguiente colección de poemas, las Antigüedades de Roma (1558), compilación de treinta y dos sonetos, seguidos de una Visión en quince sonetos, donde cantó a las ruinas de Roma y se ufanó de ser el primero que lo hacía, aunque ya poetas neolatinos como Jacopo Sannazzaro o Buchanan habían tocado el tema con mayores o menores aciertos.
Enteramente dedicado a Roma, este libro contiene, como su título revela, una descripción general de su gloria y una queja por su destrucción. Es el preludio del tema de las ruinas en la literatura francesa. Du Bellay describe algunas veces su aspecto pintoresco, afila su humanismo ante el imperio todavía sensible de este pueblo de “gigantes”; evoca las sombras del pasado, las etapas de la historia romana. Se aflige de encontrar en Roma solo “montones de piedras” y medita sobre el poderío del destino, sobre la fragilidad de las cosas humanas, con una melancolía inspirada por el espectáculo de las ruinas. Debido a la sinceridad y la profundidad de la emoción, las Antigüedades advierten el lirismo romántico. Ferviente humanista, Du Bellay no pudo abstenerse de imitar a Virgilio, Horacio, Lucano y a los italianos que ya habían cantado a la ciudad eterna. Sin embargo, mezcló alegremente las más diversas fuentes2 e impuso un estilo personal entre pintoresco y vigoroso, pleno de magníficas comparaciones. Estos sonetos son memorables por la justeza expresiva de las comparaciones que nos muestran la grandeza y la brutal caída de Roma y, sobre todo, porque Du Bellay apela al recurso de traducir los sentimientos en el ritmo de sus versos y en la música de las palabras y de las rimas3, una variante completamente inusitada para la época y un anuncio de otros experimentos similares, intentados años después por intentarían Francisco de Quevedo y John Donne en sus respectivos idiomas.
Por ese tiempo compuso, asimismo, un curioso tomito de poesías en latín, titulado Poemata. Con este volumen, Du Bellay volvía a incurrir en el delito de traición a sus propios presupuestos de la Defensa…, máxime si se tiene en cuenta que estos poemas eran, en su mayoría, epigramas, elegías, epitafios y versos de amor4, tan duramente increpados por él en su tratamiento de los géneros. Es interesante destacar, además, que muchos de tales textos constituyen esbozos de las que posteriormente serían sus obras mayores, escritas en francés. Sirva este breve fragmento, perteneciente a la “Elegía latina”, para ejemplificar el comentario anterior:
Felix qui mores multorum vidit et urbes,
Sedibus et potuit consenuisse suis.
Ortus quaeque suos cupiunt, externa placentque
Pauca diu, repetunt et sua lustra ferae.
Quando erit ut notae fumantia culmina villae
Et videam regni jugera pauca mei?
Non septemgemini tangunt mea pectora colles,
Nec retinet sensus Thybridis unda meos.
Non mihi sunt cordi veterum monumenta Quiritum,
Nec statuae, nec me picta tabella juvat:
Non mihi Laurentes nymphae, sylvaeque virentes,
Nec mihi, quae quondam, florida rura placent.5
Antigüedades de Roma
(1558)
Recién llegado, que a Roma en Roma buscas
y ni rastro de Roma en Roma tú percibes,
estos viejos palacios, y estos arcos que ves,
y estas viejas paredes, es lo que Roma nombran.
Ves cuánto orgullo, cuánta ruina: y cómo
aquella que aplastó al mundo con sus leyes,
para amansarlo todo, se amansa incluso ella,
y cae presa del tiempo, que todo lo consume.
Roma de Roma es tan solo el monumento.
A Roma la ha vencido precisamente Roma.
Únicamente el Tíber, que hacia la mar se fuga,
permanece de Roma. ¡Oh, mundana inconstancia!
Aquello que es constante, el tiempo lo destruye,
y lo que es fugitivo, al tiempo se resiste.6
Nouveau venu, qui cherches Rome en Rome
Et rien de Rome en Rome n’aperçois,
Ces vieux palais, ces vieux arcs que tu vois,
Et ces vieux murs, c’est ce que Rome on nomme.
Vois quel orgueil, quelle ruine: et comme
Celle qui mit le monde sous ses lois,
Pour dompter tout, se dompta quelquefois,
Et devint proie au temps, qui tout consomme.
Rome de Rome est le seul monument.
Et Rome Rome a vaincu seulement.
Le Tibre seul, qui vers la mer s’enfuit,
Reste de Rome. Ô mondaine inconstance!
Ce qui est ferme, est par le temps détruit,
Et ce qui fuit, au temps fait résistance.
Tal y como en su carro la madre Berecintia7
coronada de torres y alegre por haber
parido tantos dioses, lo mismo se exhibía,
en sus días más felices, esta ciudad anciana,
esta ciudad que fue, más que la frigia Troya,
en hijos abundante, y de quien la potencia
fue el poderío del mundo, y no se puede ver,
pareja a su grandeza, grandeza cual la suya.
Roma solo podía a Roma parecerse,
Roma solo podía a Roma hacer temblar:
pues no había permitido la ordenanza fatal
que otro poder humano fuese tan atrevido
de presumirse igual a aquella que igualó
su dominio a la tierra y su valor al cielo.
Telle que dans son char la Bérécynthienne,
Couronnée de tours, et joyeuse d’avoir
Enfanté tant de Dieux, telle se faisait voir,
En ses jours plus heureux, cette ville ancienne,
Cette ville qui fut, plus que la Phrygienne,
Foisonnante en enfants, et de qui le pouvoir
Fut le pouvoir du monde, et ne se peut revoir,
Pareille à sa grandeur, grandeur, sinon la sienne.
Rome seule pouvait à Rome ressembler,
Rome seule pouvait à Rome faire trembler:
Aussi n’avait permis l’ordonnance fatale
Qu’autre pouvoir humain, tant fût audacieux,
Se vantât d’égaler celle qui fit égale
Sa puissance à la terre, et son courage aux cieux.
Ni el furor de la llama rabiosa,
ni los cortes del hierro triunfante,
ni el destrozo del fiero soldado,
que asoló tanto, Roma, tu suelo,
ni en mil golpes tu suerte cambiada,
ni el roer envidioso de siglos,
ni el encono de hombres y dioses,
ni tu imperio alineado en tu contra,
ni la furia del viento impulsivo,
ni el desborde de un dios tortuoso
cuya onda tu seno ha cubierto,
han tu orgullo humillado a tal punto,
que el grandor que en la nada han dejado
no haga al mundo aún hoy asombrarse.
Ni la fureur de la flamme enragée,
Ni le tranchant du fer victorieux,
Ni le dégât du soldat furieux,
Qui tant de fois, Rome, t’a saccagée,
Ni coup sur coup ta fortune changée,
Ni le ronger des siècles envieux,
Ni le dépit des hommes et des dieux,
Ni contre toi ta puissance rangée,
Ni l’ébranler des vent impétueux,
Ni le débord de ce dieu tortueux
Qui tant de fois t’a couvert de son onde,
Ont tellement ton orgueil abaissé,
Que la grandeur du rien qu’ils t’ont laissé
Ne fasse encore émerveiller le monde.
Como pasa en verano sin peligro el torrente,
que solía en invierno ser rey de la llanura
y arrasar por los campos, con una fuga altiva,
la ilusión del labriego y la fe del pastor;8
como se ve a cobardes animales vejar
al valiente león que yace sobre el ruedo,
ensangrentar sus dientes y, con audacia vana,
retar al enemigo que no puede vengarse;
como se vio ante Troya jactarse a algunos griegos
medrosos todavía junto al cuerpo de Héctor:9
así, los que solían, con la cabeza baja,
de los triunfos romanos la gloria ayer seguir,10
sobre estas viejas tumbas ejercen hoy su audacia,11
y los vencidos osan al vencedor burlar.12
Comme on passe en été le torrent sans danger,
Qui soulait en hiver être roi de la plaine
Et ravir par les champs, d’une fuite hautaine,
L’espoir du laboureur et l’espoir du berger;
Comme on voit les couards animaux outrager
Le courageux lion gisant dessus l’arène,
Ensanglanter leurs dents et d’une audace vaine
Provoquer l’ennemi qui ne se peut venger;
Et comme devant Troie on vit des Grecs encor
Braver les moins vaillants autour du corps d’Hector:
Ainsi ceux qui jadis soulaient, à tête basse,
Du triomphe romain la gloire accompagner,
Sur ces poudreux tombeaux exercent leur audace,
Et osent les vaincus les vainqueurs dédaigner.
Oh, pálidos espíritus y sombras polvorientas
que, disfrutando toda la claridad del día,
hacen sobresalir esa orgullosa época
de la cual vemos hoy cenicientas reliquias;
espíritus, decid (como las tenebrosas
orillas de la Estigia, sin posible retorno,
ustedes, enlazados con tres tríos de vueltas,13
no guardan para nada vuestros duendes umbríos),
decidme, luego (porque algunos de ustedes
consiguen todavía ocultarse aquí abajo),
¿no soportan ustedes aumentar vuestras penas
cuando, por ocasiones, desde alguna colina,14
contemplan esa obra que fundaran sus manos
no ser hoy otra cosa que un llano polvoriento?
Pâles Esprits, et vous, Ombres poudreuses,
Qui, jouissant de la clarté du jour,
Fîtes sortir cet orgueilleux séjour,
Dont nous voyons les reliques cendreuses;
Dites, Esprits (ainsi les ténébreuses
Rives du Styx non passable au retour,
Vous enlaçant d’un trois fois triple tour,
N’enferment point vos images ombreuses),
Dites—moi donc (car quelqu’une de vous,
Possible encor se cache ici dessous),
Ne sentez—vous augmenter votre peine,
Quand quelquefois de ces coteaux romains
Vous contemplez l’ouvrage de vos mains
N’être plus rien qu’une poudreuse plaine?
Esas pilas de piedras, esos muros que ves
fueron primeramente los cercados campestres:
esos viejos palacios, donde el tiempo es maestro,
morada de pastores han sido alguna vez.
Los pastores tomaron ornamentos de reyes
y el duro labrador de hierro armó su diestra:
luego el poder anual muy grande se entendió
y fue mayor aún el poder de seis meses:
el que, ya perpetuado, creció con tal pujanza
que el águila imperial su nacimiento a él debe:
pero el cielo, oponiéndose a tanto crecimiento
puso el poder en manos del sucesor de Pedro,
quien llamado pastor, algo fatal aquí,
nos enseña que todo regresa a sus orígenes.
Ces grands monceaux pierreux, ces vieux murs que tu vois
Furent premièrement le clos d’un lieu champêtre:
Et ces braves palais, dont le temps s’est fait maître,
Cassines de pasteurs ont été quelquefois.
Lors prirent les bergers les ornements des rois,
Et le dur laboureur de fer arma sa dextre :
Puis l’annuel pouvoir le plus grand se vit être,
Et fut encor plus grand le pouvoir de six mois :
Qui, fait perpétuel, crut en telle puissance,
Que l’aigle impérial de lui prit sa naissance :
Mais le Ciel, s’opposant à tel accroissement,
Mit ce pouvoir ès mains du successeur de Pierre,
Qui sous nom de pasteur, fatal à cette terre,
Montre que tout retourne à son commencement.
Toda la perfección con que nos honra el cielo,
toda la imperfección que bajo el cielo nace,
todo aquello que pastan nuestros ojos y espíritus,
y todo aquello que devora el placer nuestro:
toda la mala suerte que nuestra edad desdora,
toda la dicha de los siglos más arcaicos,
Roma desde los tiempos de sus antecesores
los tenía encerrados, al igual que Pandora.
Sin embargo el destino, desenredando el caos,
donde todo lo bueno y lo malo se guarda,
ha logrado después que la virtud divina
al volar hacia el cielo dejara los pecados,
que hasta el momento aquí se conservan ocultos
bajo el cúmulo de estas antiguas ruinas.
Tout le parfait dont le ciel nous honore,
Tout l’imparfait qui naît dessous le cieux,
Tout ce qui paît nos esprits et nos yeux,
Et tout cela qui nos plaisir dévore :
Tout le malheur qui notre âge dédore,
Tout le bonheur des siècles le plus vieux,
Rome du temps de ses premiers aïeux
Le tenait clos, ainsi qu’une Pandore.
Mais le destin, débrouillant ce chaos,
Où tout le bien et le mal fut enclos,
A fait depuis que les vertus divines
Volant au ciel ont laissé les péchés,
Qui jusqu’ici se sont tenus cachés
Sous les monceaux de ces vieilles ruines.
No de un modo distinto del que se ve a la nube
del vapor de la tierra en el aire elevarse,
luego curvarse en arco, con el fin de abrevar,
sumergirse en el seno de la canosa Tetis,
y ascendiendo otra vez al sitio del cual vino,
bajo un gran vientre oscuro todo el mundo incubar,
tanto que finalmente se la vea que estalla,
ya sea en lluvia, ya en nieve, ya en granizo menudo:
esta villa que fue la creación de un pastor,
se elevó poco a poco, y creció a tal altura
que reina ella se vio de la tierra y del cielo:
tanto que no podía tal peso sostener,
su poder disipado repartió por el mundo,
mostrándonos que todo en nada muta un día.
Non autrement qu’on voit la pluvieuse nue
Des vapeurs de la terre en l’air se soulever,
Puis se courbant en arc, afin de s’abreuver,
Se plonger dans le sein de Téthys la chenue,
Et montant derechef d’ou elle était venue,
Sous un grand ventre obscur tout le monde couver,
Tant que finalement on la voit se crever,
Or en pluie, or en neige, or en grêle menue :
Cette ville qui fut l’ouvrage d’un pasteur,
S’élevant peu à peu, crut en telle hauteur
Que reine elle se vit de la terre et de l’onde :
Tant que ne pouvant plus si grand faix soutenir,
Son pouvoir dissipé s’écarta par le monde,
Montrant que tout en rien doit un jour devenir.
Quién ha visto una vez un magno roble seco,15
que para su ornamento algún trofeo soporta,16
levantar aún al cielo su vieja copa muerta,
cuyo pie no está hincado en tierra firmemente,
y aunque encima del campo, más que medio caído,
muestra desnudos brazos y una corva raíz,
y, sin hojas umbrosas, en su peso se afirma
sobre un tronco nudoso en cien sitios podado,
y, aunque al viento primero él le deba su ruina
y más de un joven haya enraizado a su extremo,
del popular devoto será el reverenciado:
pues este roble ha visto, y todavía imagina
como, entre las ciudades que ahora más florecen,
el más honrado es este honor polvoriento.
Qui a vu quelquefois un grand chêne asséché,
Qui pour son ornement quelque trophée porte,
Lever encore au ciel sa vieille tête morte,
Dont le pied fermement n’est en terre fiché,
Mais qui, dessus le champ plus qu’à demi penché,
Montre ses bras tout nus et sa racine torte,
Et, sans feuille ombrageux, de son poids se supporte
Sur un tronc nouailleux en cent lieux ébranché,
Et, bien qu’au premier vent il doive sa ruine
Et maint jeune à l’entour ait ferme la racine,
Du dévot populaire être seul révéré:
Qui tel chêne a pu voir, qu’il imagine encore
Comme entre les cités qui plus florissent ore
Ce vieil honneur poudreux est le plus honoré.
Como el campo sembrado en el verdor abunda,
y del verdor se alza cual tallo verdecido,
y del tallo en espiga floreciente se eriza,
y de la espiga en grano que madura el estío;
y como en la estación el rústico cosecha
los ondeantes cabellos del enrubiado surco,
los ordena en gavillas y del trigo amarillo
sobre el campo desnudo mil haces organiza:
así, poquito a poco, creció el romano imperio,
hasta que fue asolado por la bárbara mano,
que no deja de él más que huellas antiguas
que cada cual saquea, como el espigador
camina paso a paso y recoge los restos
de lo que va cayendo del segador detrás.
Comme le champ semé en verdure foisonne,
De verdure se hausse en tuyau verdissant,
Du tuyau se hérisse en épi florissant,
D’épi jaunit en grain, que le chaud assaisonne;
Et comme en la saison le rustique moisonne
Les ondoyants cheveux du sillon blondissant,
Les met d’ordre en javelle, et du blé jaunissant
Sur le champ dépouillé mille gerbes façonne:
Ainsi de peu à peu crût l’empire romain,
Tant qu’il fut dépouillé par la barbare main,
Qui ne laissa de lui que ces marques antiques
Que chacun va pillant, comme on voit le glaneur,
Cheminant pas à pas, recueillir les reliques
De ce qui va tombant après le moissonneur.
Una loba yo vi de un peñasco en la gruta17
lactar a dos gemelos: y yo vi con su ubre
mansamente jugar a este par de mellizos,
mientras les lamía ella, con el cuello estirado.18
La vi fuera de allí su alimento buscar
y correr por los campos, con un nuevo furor
ensangrentar el diente y la zarpa brutales
sobre el dócil rebaño para apagar su sed.
Vi miles de monteros bajar de las montañas
que bordean de un costado las lombardas campiñas,
y cientos de venablos vi acertarle en el flanco.
Yo la vi a todo largo sobre el llano tendida,
lanzando mil sollozos, revolcarse en su sangre,
y sobre un viejo tronco vi el pellejo colgado.
Une louve je vis sous l’antre d’un rocher
Allaitant deux bessons: je vis à sa mamelle
Mignardement jouer cette couple jumelle,
Et d’un col allongé la louve les lécher.
Je la vis hors de là sa pâture chercher,
Et, courant par les champs, d’une fureur nouvelle
Ensanglanter la dent et la patte cruelle
Sur les menus troupeaux pour sa soif étancher.
Je vis mille veneurs descendre des montagnes
Qui bordent d’un côté les lombardes campagnes,
Et vis de cent épieux lui donner dans le flanc.
Je la vis de son long sur la plaine étendue,
Poussant mille sanglots, se vautrer en son sang,
Et dessus un vieux tronc la dépouille pendue.
Notas.
1.Durante ese período, el cardenal se hizo acompañar en Roma nada menos que por François Rabelais, quien a la sazón se desempeñaba como médico del prelado.
2.Siempre que ha sido posible, he querido acotar, en notas al pie de los poemas, las fuentes de procedencia, más como un juego posmoderno para demostrar la pertinacia de la intertextualidad que como una pedantería pirotécnica para enseñar mi erudición.
3.He optado por mantener el ritmo y la fidelidad al espíritu del poeta.
4.Los más memorables, entre estos últimos, fueron en los que describió, a imitación de Catulo, su violenta pasión por una joven romana que ha llegado hasta nosotros bajo los sobrenombres de Faustina o Columba.
5.Compárese mi versión en prosa de este texto latino del autor con las ideas expresadas en el poema “Feliz quien como Ulises…”, que aparecerá en el próximo comentario:
Feliz quien ha visto las costumbres y las ciudades de muchos pueblos, y ha podido envejecer en su propio hogar. Todos los seres desean retornar a su fuente, y entre las cosas extranjeras, es poco el tiempo que se complacen: incluso las bestias salvajes recuperan su cubil. ¿Cuándo veré de nuevo el techo humeante de mi casa familiar y los varios acres que son mi reino? Las siete colinas no tocan mi corazón, y la onda del Tíber no retiene mis sentidos. Los monumentos de los antiguos romanos me dejan indiferente; ni las estatuas ni los cuadros me encantan. Ni las ninfas de Laurente [villa del Lacio], ni los bosques verdecidos, ni las campiñas floridas me placen como otras veces.
6.Este soneto tiene una versión posterior muy conocida, perteneciente a Francisco de Quevedo, la cual, por sus virtudes literarias, me gustaría transcribir aquí:
Buscas en Roma a Roma, ¡oh, peregrino!,/ y en Roma misma a Roma no la hallas:/ cadáver son las que ostentó murallas,/ y tumba de sí propio el Aventino./ Yace donde reinaba el Palatino;/ y limadas del tiempo, las medallas/ más se muestran destrozo a las batallas/ de las edades que blasón latino./ Solo el Tíber quedó, cuya corriente,/ si ciudad la regó, ya, sepultura,/ la llora con funesto son doliente./ ¡Oh, Roma!, en tu grandeza, en tu hermosura,/ huyó lo que era firme, y solamente/ lo fugitivo permanece y dura.
Sería interesante consultar, para más información, el texto “Lo fugitivo permanece y dura”, de Augusto Monterroso, en Fabulaciones y ensayos, Casa de las Américas, Ciudad de La Habana, 2000, pp. 200-203.
7.Cibeles, madre de Júpiter, Juno, Neptuno y otros dioses, adorada en el monte Berecinto, en Frigia. Este poema esta inspirado en Virgilio. Ver Eneida. VI, 781-787:
En hujus, nate, auspiciis illa inclita Roma/ Imperium terris, animos aequabit Olympo,/ Septemque una sibi muro circumdabit arces,/ Felix prole virum: qualis Berecyntia mater/ Invehitur curru Phrygias turrita per urbes,/ Laeta deum partu, centum complexa nepotes,/ Omnes caelicolas, omnes supera alta tenentes.
(…Bajo los auspicios de este, hijo, la noble Roma igualará su imperio a las tierras y su espíritu al Olimpo y encerrará juntas dentro de sí con un solo muro, siete ciudadelas, fecunda en descendencia de héroes: como la madre Berecintia coronada de torres se traslada en su carro por las ciudades frigias, feliz por haber dado a luz a los dioses y abrazando a sus cien nietos, todos ellos habitantes del Olimpo y todos ellos señores de las alturas del cielo…). Esta traducción es de María D.N. Estefanía Álvarez: Eneida. Ed. Arte y Literatura. Ciudad de La Habana, 1982. p.103.
8.Recuérdese a Ariosto: Orlando furioso XXXVII, 110: Así como el torrente que hinchado por las lluvias o por el deshielo, emprende una marcha destructora, y precipitándose desde las montañas, va arrastrando en su impetuoso curso los árboles, los peñascos, las cosechas y las casas, pero inclinando al fin su orgullosa frente, se debilita tanto, que una mujer, o un niño, lo pueden atravesar por todas partes, y muchas veces a pie enjuto… (Traducción de Manuel Aranda. Orlando furioso. Ed. Iberia S. A., Barcelona, 1958).
9.Ver Ilíada. XXII, 369-375: Acudieron presurosos los demás aqueos, admiraron todos el continente y la arrogante figura de Héctor y ninguno dejó de herirle. Y hubo quien, contemplándole, habló así a su vecino: “¡Oh dioses! Héctor es ahora mucho más blando en dejarse palpar que cuando incendió las naves con el ardiente fuego”. Algunos así hablaban, y acercándose le herían. (Traducción de Luis Segalá y Estatella. Ilíada. Editorial Arte y Literatura, La Habana, 1976).
10.En las ceremonias de los triunfos, los vencidos, encadenados, acompañaban al Capitolio al general vencedor.
11.Para Du Bellay, las ruinas de Roma son grandiosas, pero son ruinas, y se duele de ver cómo los vencidos de ayer —franceses, españoles, austríacos— codician hoy los despojos de la grandeza romana.
12.Ya Sannazzaro había dicho: Del vero vincitor si gloria il vinto: Del vencedor real triunfa el vencido. (Versión mía).
13.Du Bellay alude a las nueve (en realidad, la mitología habla de siete) veces que el río rodeaba al Infierno, hasta formar la laguna homónima.
14.Se refiere a las siete colinas romanas (Capitolina, Quirinal, Viminal, Esquilina, Celia, Aventina y Palatina) que rodeaban a la antigua comunidad. Sobre una de ellas, según la tradición, fue fundada la ciudad.
15.En una soberbia comparación, Lucano había expresado el respeto de los romanos por Pompeya, cargada de gloria pero ya declinante. En este soneto, Du Bellay retoma esta comparación y modifica el orden y la relación entre los términos, ajustando unos y encontrando otros para traducir al francés las excelencias del modelo latino. Para una mejor comprensión del poema, transcribo aquí el pasaje de Lucano (Farsalia, I, 136—143):
Qualis frugifero quercus sublimis in agro,/ Exuvias veteris populi sacrataque gestans/ Dona ducum, nec jam validis radicibus haerens,/ Pondere fixa suo est; nudosque per aera ramos/ Effundens, trunco, non frondibus, efficit umbram;/ Et quamvis primo nutet casura sub Euro,/ Tot circum silvae firmo se robore tollant,/ Sola tamen colitur.
(…Tal, en un campo fértil, un roble alzado portando los trofeos de un pueblo antiguo y las ofrendas consagradas de los jefes; él no tiene más que sus sólidas raíces: es su propio peso quien le sostiene; extendiendo por los aires sus ramas desnudas, él hace la sombra con su tronco, no con su follaje; y aunque en los alrededores se elevan bosques de maderas fuertes es, sin embargo, a él solo a quien se reverencia…). La traducción de este fragmento es mía.
16.Los romanos acostumbraban a colgar de las ramas de los árboles (preferiblemente de los robles), ofrendas como recuerdo de sus victorias militares.
17.El primer libro de las Antigüedades está seguido de un Sueño o visión, en quince sonetos, donde el autor describe una serie de símbolos de la grandeza de Roma y de su caída brutal. Estas visiones se le aparecen a Du Bellay en las orillas del Tíber.
18.Ver Virgilio: Eneida, VIII, 630—634: …había cincelado también, tendida en la verde gruta de Marte, a una loba recién parida y, jugando en torno a ella, a los dos niños gemelos, pendientes de sus ubres, y lamiendo impávidos a su madre, y a ésta con su redondo cuello inclinado acariciando ora al uno, ora al otro, y moldeando sus cuerpos con su lengua… (Traducción citada).
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