
Escucho la radio. Teresita Fernández musicaliza el Ismaelillo. Habla a los niños una maestra genuina. La cantautora les cuenta de los Maestros ambulantes martianos. Comenta a los pequeños sobre el Decálogo del artista, de Gabriela Mistral ¡Lean a Gabriela Mistral!, les dice. Suena la música y yo no hago más que confiar en las sincronicidades capaces de juntar tantas maravillas.
Gabriela nació en abril, justo el séptimo día del mes, de 1889 en Chile. Pienso en un libro que nuestra editorial espera tener listo este año sobre la siempre maestra Teresita, la maestra que canta. Y así llego a Decálogo del artista… De la radio, a la música, a Martí y a la Mistral. «Amarás la belleza, que es la sombra de Dios sobre el universo», escribe la poeta. Mientras Martí nos asegura que «hay un cúmulo de verdades esenciales que caben en el ala de un colibrí (…) Los hombres necesitan quien les mueva a menudo la compasión en el pecho, y las lágrimas en los ojos, y les haga el supremo bien de sentirse generosos».
Los maestros han de llevar por los campos la ternura, que hace tanta falta y tanto bien a los hombres, parafraseo a Martí y busco en Gabriela, «Tu belleza se llamará también misericordia, y consolará el corazón de los hombres». Se me ocurre que desde la ternura y la generosidad la vida regala mejores seres humanos. Desde la ternura y la compasión para y hacia los semejantes, la vida es otra cosa.
Regreso a Martí como regresa una niña con los ojos limpios de mesquindades: «Es necesario hacer de cada hombre una antorcha». Y para hacer de cada hombre luz, que es decir, si se quiere, belleza, dice Mistral «Subirá de tu corazón a tu canto y te habrá purificado a ti el primero». Todo empieza y acaba en uno mismo, en mí que encontré la manera de conectar a Martí con Gabriela Mistral, con Teresita e incluso con la radio. Conectar, vale decirlo, a cuatro maestros, maestros del sonido, de las letras y la poesía.
Quiero pensar que saben dialogar sin límite de épocas o distancias geográficas, sin parcelar las manifestaciones artísticas. Escribo y acaba el concierto de Teresita Fernández en la radio. Me resuena una idea de Mistral «No darás la belleza como cebo para los sentidos, sino como el natural alimento del alma». Y alimentar el alma es encontrar en la vida cotidiana, la belleza.
Lo confieso, cuando empecé este texto no sabía hasta dónde me llevaría. Los caminos se hacen al andar y en eso cifré mi esperanza. Ahora termino de escribir con la seguridad de que hay un hilo invisible que une estos fragmentos en apariencia inconexos: conmover es la clave.
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