Si, hasta ahora, la idea esencial que habíamos manejado en el análisis de la mayoría de los poemas pertenecientes al cuaderno había sido la presencia del amor como un sentimiento entronizado que engloba todo y rige al mundo, hay un par de poemas que hacen gala de un razonamiento más profundo, que, sin dejar de corresponderse con la idea anterior, permiten considerar al amor, abiertamente, como centralidad del universo.
Ellos son «Señor, la claridad que te pedía» y «Es rubia. Como el carro del esbelto». En el primero donde el amor llega a ser sinónimo de sol[1] o tan importante como él, y se establece un velado cuestionamiento de la concepción panteísta del mundo desde un inteligente y aparentemente contradictorio tono de plegaria, todo se corresponde —el orden de la naturaleza, el orden humano—, no por derivación unilateral sino por tener una raíz común en el amor:[2]
Señor, la claridad que te pedía,
Que con trémulas manos imploraba,
Se entra a raudales por el alma mía!
Señor, ya no me digas la manera
Con que el mundo florece en primavera:
No me digas, Señor, cómo se enciende
El sol, que en el amor esto se aprende:
Ni saber quiero ya, pues lo sé en ella,
Como esparce su luz la clara estrella.[3]
El amor en este ejemplo engloba ya a la mujer y al astro, estableciéndose un diálogo diferente con otras de sus creaciones anteriores y aquí recogidas, donde es percibida la triada analógica luz (estrella)-alma-amor, pues «Martí no puede concebir que lo amoroso no genere enlace, no cree un encadenamiento distinto, ni que la realidad natural no prefigure una realidad del espíritu»,[4] y el sustantivo «amor» es abiertamente mencionado e inteligentemente usado, recordándonos que el escritor lo ha ubicado en varios lugares estratégicos del poemario, como ya analizamos antes. Este, en apariencia, transicional y olvidado poema prueba que en la concepción martiana el amor rige la vida y debe presidir las relaciones humanas, como bien nos recuerdan González y Schulman, teniendo como fundamento que es, según la psicología clásica, el acto más perfecto y el más gozoso de la voluntad.[5]
El otro poema aquí aludido puede encontrarse en territorio de polémica, a la hora de su clasificación, pues en la edición crítica de la Poesía completa, publicada en el 2007 por el Centro de Estudios Martianos, este aparece recogido como una versión de la primera estrofa del poema XVII de Versos sencillos, conservado en hojas sueltas.[6] Por su parte Luis Álvarez, en la edición que venimos consultando lo clasifica como epigrama, por cierto, bastante innovador, como advierten los estudiosos del Modernismo,[7] pues si esta composición estrófica está conformada por la redondilla, con esquema métrico abba, aquí los versos se escriben en endecasílabos con rima abab. Es decir, que, pese al parecido con el poema aludido de Versos sencillos, que aquí citaremos in extenso, pues está relacionado con el de Polvo… temática y estilísticamente, parece ser fruto de una experimentación independiente, aunque afín, de José Martí:
Es rubia. Como el carro del esbelto
Heclas de Olimpo, fúlgido y sonoro,
Voy desde que la quiero, como envuelto
En una nube de centellas de oro.[8]
En él, el amor es concebido no solo como un sentimiento entronizado que decide el sentido de la vida y los fenómenos, ya sea fructuoso, correspondido o desdichado, sino que la transforma; es una fuerza innovadora o bisagra que une lo divino y lo humano, lo humano y lo natural, comparada con el símbolo de oro, aquí sinónimo de elevación espiritual.[9] Dicha pasión también da satisfacción al yo lírico y lo sumerge no solo en una «embriaguez de belleza, en la exultación amorosa por la que el mundo se hace femenino no solo, sino también, y sobre todo paraíso».[10] El poema XVII de Versos sencillos que, por cierto, dentro del libro inicia una secuencia de textos con el tema del amor,[11] es la composición consagratoria y culminante sobre el tema dentro de su obra poética y en su fuerza transformadora vuelve luminoso todo lo oscuro, redondeando la concepción analógica del mundo del autor, al demostrar que es «el acto creador mismo»,[12] o quien actualiza las virtualidades del ser:
XVII
Es rubia el cabello suelto Da más luz al ojo moro: Voy, desde entonces, envuelto En un torbellino de oro. La abeja estival que zumba Más ágil por la flor nueva, No dice, como antes, «tumba»: «Eva dice: todo es Eva». Bajo, en lo oscuro, al temido Raudal de la catarata: ¡Y brilla el iris tendido Sobre las hojas de plata! Miro, ceñudo, la agreste Pompa del monte irritado: ¡Y en el alma azul celeste Brota un jacinto rosado! Voy, por el bosque, a paseo A la laguna vecina: Y entre las ramas la veo, Y por el agua camina. La serpiente del jardín Silba, escupe, y se resbala Por su agujero el clarín Me tiende, trinando, el ala. ¡Arpa soy, salterio soy Donde vibra el universo: Vengo del sol, y al sol voy: Soy el amor: soy el verso![13]
La centralidad del amor que advertimos en aquel, en este, trascendente, iguala amor y poesía. En el poema de Polvo… hay como el comienzo de un esplendor que llegará a ser fructificante, donde ya lo ha intuido, y ¿por qué no?, descubierto, recordando a Fina García Marruz,[14] como principio de relación en su concepción analógica del mundo, y como esencia permanente de su obra.
[1] El sol es un símbolo moral asociado con la libertad y la tierra redimida. Véase Ivan Schulman. Símbolo y color en la obra de José Martí. Editorial Gredos, Madrid, 1970, p. 53.
[2] Ver Fina García Marruz. El amor como energía revolucionaria en José Martí. Centro de Estudios Martianos, La Habana, 2003, p. 304. El panteísmo es el sistema de creencia de quienes sostienen que la totalidad del universo es el único Dios. Esta cosmovisión y doctrina filosófica afirma que el universo entero, la naturaleza y Dios son lo mismo. En otras palabras, la existencia (todo lo que fue, es y será) puede ser representada a través de la noción teológica de Dios. El panteísmo, en un sentido, puede considerar que la realidad divina es la única existente. El universo entero, por lo tanto, es una manifestación o una emanación de Dios. En otro sentido, el panteísmo puede entender que el mundo es la única realidad verdadera: Dios, en este caso, queda reducido al mundo y se convierte en autoconciencia del universo o en el principio orgánico de lo natural.
[3] José Martí. Polvo de alas de mariposa. Ediciones Artex, La Habana, 1994, p. 46. El subrayado es mío. En la obra de Martí hay varios usos del sustantivo sol como sinónimo de «amor»: «De odio y de amor, y de más odio que amor, están hechos los pueblos, solo que el amor, como sol que es, todo lo abrasa y funde; y lo que por siglos enteros van la codicia y el privilegio acumulando, de una sacudida lo echa abajo, con su séquito natural, de almas oprimidas, la indignación de un alma piadosa». Obras Completas, T. 13, p. 139. «Amor, en quien la paz y luz residen/ Amor, sol de la vida». «[De tanto haber vivido]», Obras Completas, Edición Crítica, Poesía I, t. 14, Centro de Estudios Martianos, La Habana, 2007, p. 178. Cuando en «Astro puro» evoca la magnificencia avasallante del amor, la define con un verso: «Espíritu, pureza, luz, ternura». Ob. Cit, Poesía II, t. 15, p. 174.
[4] Fina García Marruz. «Los versos de Martí» en Temas martianos, 1ra serie, Biblioteca nacional, Instituto Cubano del Libro, 1969, La Habana, pp. 257 y 259.
[5] Manuel Pedro González e Ivan Schulman. José Martí, Esquema Ideológico, p. 427.Dicha idea es la que subyace en el siguiente razonamiento intuitivo de Rubén Darío sobre Martí: «Si no fue un gran enamorado, fue un vibrante amoroso». Ver Eugenio Florit. «Versos» Antología Crítica de José Martí, Editorial Cultura, México D. F, 1960, p. 308 Véase asimismo Carlos Javier Morales. La poética de José Martí y su contexto, Editorial Verbum, 1994, p. 45.
[6] José Martí, Obras completas, Edición Crítica, Poesía I, t. 14, p. 356.
[7] Ver en «Pro Captu Lectoris: Los versos mínimos de José Martí», ensayo de Luis Álvarez, el análisis que este estudioso lleva a cabo sobre la alusión al poemario en Tomás Navarro Tomás. Métrica española. Reseña histórica y descriptiva. La Habana, Edición Revolucionaria, y el cultivo del epigrama en el mismo, p. 37. Dicho ensayo está recogido en Conversar con el otro, Ediciones Unión, 1990, La Habana
[8] José Martí. Polvo de alas de mariposa, Ediciones Artex, 1994, La Habana, p. 88.
[9] Ver Ivan Schulman. Ob. Cit, pp. 418 – 420. «Los seres de la naturaleza poseen, para Martí, un significado abstracto y moral». Ob. Cit, p. 214. Del amor en Martí dice Ángel Rama «que está ligado, como se ve de inmediato, a la concepción martiana del hombre y de la dignidad de su conducta. De este sentimiento depende la idea de libertad, encarada en un sentido superior al del mero planteo sociológico». Véase «Luz y sombra en la poesía de José Martí» en Revista Asir, marzo-abril, 1953, números 30-31, Montevideo, p. 48.
[10] Francisco de Oraá. «El corcel que galopa hacia la estrella» en Persona, lugar y tiempo. Ensayos sobre poesía, Ediciones Unión, La Habana, 2011, p. 21.
[11] Dicha secuencia está integrada por los siguientes poemas: XVII «Es rubia: el cabello suelto», XVII «El alfiler de Eva loca», XIX «Por tus ojos encendidos», XX «Mi amor del aire se azora», y XXI «Ayer la vi en el salón».
[12] Fina García Marruz. El amor como energía revolucionaria en José Martí, Centro de Estudios Martianos, La Habana, 2003, p. 27. Véase también Diccionario de símbolos, Editorial Herder, Barcelona, 1988, p.91 Por eso afirma que el amor renueva (O. C., t. 21, p. 145, Cuaderno de apuntes 4), que «amar no es más que el modo de crecer» (O.C, T. 5, p. 87), que «solo el amor construye» (O.C, t. 5, p. 211), que «el amor es el lazo de los hombres, el modo de enseñar y el centro del mundo», O.C, t. 3, p. 188, por eso lo llega a llamar «el déspota altanero, señor de nuestras vidas […] Morada vívida» (O.C, Edición Crítica, Poesía II, pp. 205, 206 y 207, respectivamente), «acabado artista». Obras Completas, Edición Crítica, Poesía I, Centro de Estudios Martianos, La Habana, 2007, p. 201.) Por eso exclama:
—no se vierta
Más sangre que la propia! No se bata
Sino al que odie el amor. ¡Únjanse prestos
soldados del amor los hombres todos!:
¡La tierra entera marcha a la conquista
de este rey y señor, que guarda el cielo!
«Canto de Otoño», Obras Completas, Edición Crítica, Poesía I, t. 14, La Habana, 2007, p. 116.
«Solo el amor, engendra melodías». «Crin Hirsuta», Obras Completas, Edición Crítica, Poesía I, t. 14, La Habana, 2007, p. 185.
[13] José Martí. Obras completas, Edición crítica, Poesía I, Centro de Estudios Martianos, La Habana, t. 14, 2007, p. 322. Hay un poema que exhibe una idea muy parecida a esta de venir del sol y al sol ir, y ser uno y lo mismo el amor y la poesía, que puede erigirse como su antecedente:
Tiene el alma de poeta
Extrañeza singular:
Si en su paso encuentra al hombre
El poeta da en llorar,
Con la voz de un niño tiembla,
Es de amor, y al amor va
Un amor que no se estrecha
En un límite carnal.
«Tiene el alma de poeta», Obras completas, Edición crítica, Poesía III, La Habana, 2007, t. 16, p. 49.
[14] Fina García Marruz. El amor como energía revolucionaria en José Martí, Centro de Estudios Martianos, La Habana, 2003, pp. 308 y 315. Sobre la trascendencia de este poema dentro del tema del amor en Martí véase Francisco de Oraá. «De la fuente con dos ramas» en Persona, lugar y tiempo. Ensayos sobre poesía. Ediciones Unión, La Habana, 2011, p. 23.
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