Cuando se estudian los Cuadernos de apuntes, y luego seguidamente los que Gonzalo de Quesada denominó Fragmentos, es perceptible en los primeros el proceso de formación de un estilo, los avatares de una escritura con instintos fundacionales, el nacer de un pensamiento, los instantes que acompañan y presiden la eclosión de una mente; mientras que en el segundo abundan mucho más los borradores o intertextos de las numerosas obras que terminó y dio a las prensas —es decir, proyectos de «ideas apresadas al vuelo muchas de las cuales, maduras y vigorosas» conformaron su literatura,[1] cuyos cotejos han dado y seguirán dando, a lo largo del proceso de la presente investigación, frutos palpables— y las ideas de poética o sobre el estilo manifiestan una maduración, una elaboración que hace evidente que dichos Apuntes en hojas sueltas fueron concebidos durante las décadas de 1880 y 1890.[2] Quizá esas razones sean el fundamento que llevó a afirmar a Gonzalo de Quesada en el preámbulo a la edición de los Fragmentos que estos «complementan los cuadernos de apuntes publicados en el volumen 21» de Obras Completas. Pero como quiera que sea, surge al instante en la mente del filólogo, del investigador, la idea de que todo forma parte de un cuerpo único: las notas, reflexiones, citas de libros, iluminaciones súbitas, intensos y breves pasajes autobiográficos no desprovistos de imágenes, y porciones de obras en proceso, que han sido agrupados bajo un concepto definidor: sus apuntes, y que, como tal, se imponía un acercamiento, una reflexión sostenida o generalizadora, después del análisis tanto de los apuntes en cuadernos como los que se recogen en Hojas sueltas.
En nuestro viaje por estas anotaciones también encontramos textos preparatorios de esa gran culminación de su pensamiento poético que son los Versos sencillos y que, a través de observaciones de corte filosófico, resumen el proceder en este poemario: «Después de todos los dolores de la vida —qué asombro causa verla reducida a unas cuantas verdades—, y cómo —después de enmarañados sucesos, cuya significación aislada entendemos absolutamente— vemos salir lenta y confusamente sencillas verdades».[3]
Las verdades de su existir se han convertido aquí en cápsulas de las esencias y de la vida en forma general, en tal sentido, como afirma Fina García Marruz, el tema de la certeza, tan caro al español, será acogido por Martí en este poemario. Ya puede mirar al pasado con cierta perspectiva sentimental y transmitir un pleno respirar del mundo a través de lo cifrado. Otras observaciones, donde comprende que lo analógico es base para comprender esencias de la vida, parecen resúmenes del repertorio de imágenes que sabrá desplegar en el libro publicado en 1891:
¡De veras que hablan los hombres demasiado de peligros! ¡Espántense otros de los riesgos sanos y naturales de la vida: nosotros no nos espantaremos! Nace el guao en el campo del hombre laborioso, y silba la serpiente desde sus agujeros escondidos, y brilla el ojo de la lechuza en los campanarios; pero el Sol sigue alumbrando los ámbitos del cielo, y la verdad continúa incólume su marcha por la tierra.[4]
Pretendemos igualmente recoger aquí un fragmento escrito por Martí a Manuel Mercado, que refiere el envío de Versos sencillos a su gran amigo, una de las personas a las que está dedicado este cuaderno:
Yo apenas había escrito para el público antes de ir a México, fuera de lo que requería el servicio de mi patria, y esto naturalmente había sido muy poco; porque la patria requiere más actos que palabras.
Yo no conozco hombre alguno mejor que Ud., ni mérito más cierto, aunque no sea pomposo ni de generosidad más natural e infatigable, ni mente y corazón más abierto a toda bondad y hermosura. Ud. a la escondida, salva honras, ampara caídos. Yo tengo orgullo en poner, frente a este bello libro de caridad, el nombre de Ud. —¿Cómo he de olvidar yo que por Ud. tiene sepultura mi hermana, y que por Ud. hallé trabajo a las pocas horas de llegar a México, mísero y desconocido?—.[5]
En él reconoce que su poemario es un libro de amor y corrobora que está dedicado a su mejor amigo. Como en los Cuadernos de apuntes, encontramos aquí también un manuscrito de Versos sencillos, —escrito al dorso del poema «[El pensamiento indignado]»[6] curiosamente concebido en estrofas de cuatro versos octosílabos— correspondiente al poema «XXI»:
Sobre las hebras de paja
Le cruza el manto a los lados
Lo mismo que una mortaja.Esa es la hermosa mujer
Que me robó el corazón
En el soberbio salón
De los pintores de ayer.[7]
Encontramos allí también otro conformado tan solo por una estrofa, evidentemente, relacionada con el poema «XVII» de Versos sencillos, diríamos que es un antetexto, o una composición en resonancia con él, pero nunca afirmaríamos, como lo hace la Edición Crítica de sus Obras Completas, publicada en el 2007, que es una versión de la primera sección de la obra aludida, perteneciente al poemario publicado en 1891, conservada en Hojas sueltas:
Es rubia. Como el carro del esbelto
Heclas de Olimpo, fúlgido y sonoro,
Voy desde que la quiero, como envuelto
En una nube de centellas de oro.[8]
Está escrita en versos endecasílabos. Su inclusión como parte del poemario «Polvo de alas de mariposa» en la Edición Crítica de la Poesía, publicada en 1985 por el Centro de Estudios Martianos, es otra respetable suposición de los estudiosos. Al someter a análisis todos estos poemas no publicados por Martí, y en deuda con sus unidades poéticas terminadas, me inclino mejor a pensar en la naturaleza híbrida de los textos entre la poética de un libro y la del otro, con una verdad o legitimidad que el poeta se llevó a la tumba. Pues la suavidad serena de Versos sencillos se hombrea en el manuscrito en cuestión con la altivez peleadora, la soberbia en el sentimiento fértil de los Versos libres, según ha afirmado Luis Álvarez. Pero ese insondable universo interior aparece en voluntaria fragmentación estilizada, en el ardor de una literatura que, en efecto, es literatura caliente.[9]
De estos contactos reminiscentes entre una creación y otra siguen dando pruebas los Apuntes en hojas sueltas, donde encontramos más de un texto en los que el poeta se personifica como muerto,[10] «emerge de sí como un amigo muerto —aquí sinónimo de ser contrito por la pena— que canta [escribe versos] (…) Hay indudable presencia de la queja del corazón, del requiebro amoroso —donde se evidencian algunas alusiones autobiográficas— que desaparece ante el despliegue de una inteligente lógica»,[11] igual que en el poema «VIII» de Versos sencillos:
Versos
Mi amigo ha muerto. Lo mataron de un engaño. Su único error de previsión lo pagó con la vida. Creyó en un amor; en quien no debió creer, y dicen que vive, pero tan desfigurado y fuera de su serenidad venturosa, que ni a sí propio se conoce, y no responde por su nombre a sus amigos. Dicen que por dentro, cuando al descuido se mira el corazón, da pena verlo. Yo cumplo con su encargo y de modo que nadie sepa que es él, cuelgo sus versos al viento.No supe si tenía relaciones, porque era un muerto mi amigo, y vivía tan solitario que ni ambición ni tpo. tenía para hacerlo. Son notas fugaces, y revueltas parecíales carta la primera forma. —«Tú, me decía él, tu despreciarás conmigo estas poesías incompletas. Tú haces tus versos bárbaros, sin miedo y sin rima, y no me puedes perdonar estos entretenimientos, ni estas ideas sueltas—». «Yo también peco, le decía yo; cuando el dolor canta o susurra el amor, podrán salir en consonantes los versos: los de penas o los de amoríos; ¡el lamento sabe que sale sin rima! Y ¡publícalos!, ¡me decía él! Después de los tuyos».[12]
En este indudable paratexto del poema «VIII» el yo se desdobla en dos seres donde uno describe, juzga al otro, y son el pretexto para caracterizar las dos maneras en que nacen sus versos: rimados o blancos. Rimados y octosílabos, y con el tema del muerto, e incluso resonancias del poema «XLV» de Versos sencillos, se recogen en los Apuntes en hojas sueltas los correspondientes a «[Cuando en la calle anchurosa]», que exhibe rasgos románticos, pero que ya lleva el tono existencial y desgarrado del texto referido:
¿Quién saluda a un muerto? [tachado en el original]
Cuando en la calle anchurosa Pasa un cadáver, del mudo Cortejo, jefes, con alma piadosa, Sonrío, canto y saludo. Pero al muerto que tendido En mitad del alma llevo Sin dejar que entre el olvido Ni que nazca un amor nuevo, —Con su corte de violetas Y rosas blancas marchitas ¿Quién sonreirá? ¿Qué poetas Dirán mis cuitas? Quien en la dura agonía De un alma que amor no espera Cantará en la noche fría Palabras de primavera.[13]
Comprobamos así el largo ejercicio de un gesto culminante y la bien ganada condición de taller que atesoran los Apuntes en hojas sueltas de Martí. Lo que se une en varias ocasiones al hecho de ser Versos sencillos un compendio de los sucesos más entrañables de su vida, por eso algunos pasajes en los que da fe de los mismos en dichos apuntes hacen referencia abierta a las que luego en el poemario serán representaciones de episodios lejanos. Veamos el caso del conocido poema «XXX»,[14] y una serie de anotaciones personales reconocidas allí que le sirven de paratexto:
¿Y los negros? ¿Quién que ha visto azotar a un negro no se considera para siempre su deudor? Yo lo vi, lo vi cuando era niño, y todavía no se me ha apagado en las mejillas la vergüenza. Para los espíritus supremos, que han recusado como innecesarios los honores, estas ansias de justicia son caso de hidalguía. Yo lo vi, y me juré desde entonces a su defensa [Y continúa fundamentando sus ideales de libertad e independencia respecto a ellos, que sin duda tributan a su proyecto emancipador]; no aquella que consiste en halagarlos con declaraciones bellas cuando se necesita de su simpatía para ganarse fama o posición, o echar de su fama algún rival, sino la que consiste en irlos levantando con amor, en irlos salvando de sí mismos, en los yerros naturales a que los expone su pena acumulada, e irlos defendiendo de las exaltaciones de sus propias pasiones o de las que encienda en ellos esa raza criminal de aduladores de las turbas, seta venenosa que le nace siempre a la virtud, caricatura a veces admirable de la gloria. ¡Como si bastase invocar la virtud para poseerla! Los que la poseen, rara vez hablan de ella. ¿Necesita el Sol privilegio de su fuego o certificado de su luz?
¿Qué yo vi en los albores de mi vida? Aún recuerdo aquellas primerísimas impresiones: mi padre en la Calle del Refugio: Porque a mí no me extrañaría verte defendiendo mañana las libertades de tu tierra […]
—La boca abajo en el campo, en la Hanábana.[15]
En este proceso, donde contemplamos al eslabón dentro de su tejido, también somos capaces de apreciar lo íntimamente vinculados que se hallan en dichos apuntes los conceptos de inspiración y trabajo, donde una representa una especie de presencia sobrenatural o dictado del inconsciente, y el otro la actividad material y casi de relojería que construye con palabras pequeños objetos para adorno de las inteligencias sutiles o la creación absoluta en que las exigencias y las vicisitudes del trabajo son el único creador de la obra de arte.[16]
[1]Manuel Isidro Méndez citado por Maritza Carrillo en «Los Cuadernos de apuntes de José Martí: guía para investigadores jóvenes», Revista Universidad de la Habana, n. 245, La Habana, p. 179.
[2]Según los estudios hasta el momento realizados por el Equipo de la Edición Crítica de las Obras de Martí existe la hipótesis de que algunos fragmentos de apuntes pertenecen a la década de 1870.
[3] José Martí. Obras Completas, T. 22, Otros Fragmentos, Fragmento 6, p. 311.
[4] José Martí. Obras Completas, T 22, Fragmento 81, p. 52. El énfasis es mío.
[5] José Martí. Ídem, Fragmento 259, p. 158.
[6] Este texto como el poema «[Entre las flores del sueño]» parecen ser formas borrosas o de tránsito hacia Versos sencillos, por sus características métricas y estróficas, y el tratamiento del plano ideotemático, donde se exponen aspectos muy vinculados al acto creativo, al sufrimiento y al destierro, estrechamente vinculados a fenómenos de la naturaleza física. Véase este último poema en la obra anteriormente citada, p. 203.
[7] José Martí. Obras Completas, Edición Crítica, T. 14, Centro de Estudios Martianos, 2007, p. 356.
[8] José Martí. Ver [Versos sencillos en hojas sueltas] en Obras Completas. Edición Crítica, T. 14, Centro de Estudios Martianos, 2007, p. 356.
[9] Véase Luis Álvarez. Prólogo a Polvo de alas de mariposa, La Habana, Centro de Estudios Martianos y Artex, 1994, p. 16.
[10] «Martí siente muerto en él lo que constituía la existencia común de los hombres, hablaba siempre de sí como un muerto». Cintio Vitier. «Los hombres en Martí» en Temas Martianos, 1ra. serie, Biblioteca Nacional José Martí, La Habana, 1969, p. 119.
[11] Caridad Atencio. «El tratamiento de la muerte en dos poemas martianos» en Revista República de las Letras, Madrid, n. 45, 2do trimestre de 1995, p. 89 – 93.
[12] José Martí. Obras Completas, Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 1975, T. 22, Fragmento 246, p. 148. El énfasis es mío (C.A.). Se reproduce el poema «VIII» in extenso para que puedan ser verificadas las similitudes:
Yo tengo un amigo muerto Que suele venir a ver: Mi amigo se sienta, y canta, Canta en voz que ha de doler. En un ave de dos alas Bogo por el cielo azul: Un ala del ave es negra, Otra de oro Caribú. El corazón es un loco Que no sabe de un color: O es su amor de dos colores, O dice que no es amor. Hay una loca más fiera Que el corazón infeliz: La que le chupó la sangre Y luego se echó a reír. Corazón que lleva rota El ancla fiel del hogar, Va como barca perdida, Que no sabe a dónde va. En cuanto llega a esta angustia Rompe el muerto a maldecir Le amanso el cráneo: lo acuesto Acuesto el muerto a dormir.
José Martí. Obras Completas, Edición Crítica, T. 14, CEM, 2007, P. 311.
[13] José Martí. Ídem, T. 16, p. 193.
[14]Poema «XXX» de Versos sencillos
El rayo surca, sangriento, El lóbrego nubarrón: Echa el barco, ciento a ciento, Los negros por el portón. El viento, fiero, quebraba Los almácigos copudos: Andaba la hilera, andaba, De los esclavos desnudos. El temporal sacudía Los barracones henchidos: Una madre con su cría Pasaba, dando alaridos. Rojo, como en el desierto, Salió el sol al horizonte: Y alumbró a un esclavo muerto, Colgado a un seibo del monte. Un niño lo vio: tembló De pasión por los que gimen: Y, al pie del muerto, juró ¡Lavar con su vida el crimen!
José Martí. Ídem, T. 14, p. 335.
[15] José Martí. Ídem, p. 189 y 250, respectivamente.
[16] Ver Joao Cabral de Melo Neto. «Poesía y composición. La inspiración y el trabajo en el arte». Revista Poesía y Poética, Verano de 1993, n. 13, p. 40.
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