Como si hiciera falta corroborar que lo bueno no pasa, meses atrás la televisión cubana repuso la novela de Dora Alonso que lleva por título Sol de batey, una producción que hizo época años atrás, reveladora de que para Dora Alonso todos los medios estaban a su alcance, la radio y la televisión incluidas, puesto que ciertamente se trató de una autora todoterreno que además incursionó en la poesía para los pequeños y el teatro.
Para los más jóvenes, que tampoco ya lo son tanto y bastantes canas peinan, Dora fue la autora de una colección de relatos desgranados en cuentos y novelas para niños y adolescentes (Aventuras de Guille, El cochero azul, La flauta de chocolate, El valle de la pájara pinta…) que nutrieron la imaginación e incentivaron el hábito de la lectura. Y es que tuvo ella la capacidad, el don, de narrar con prodigiosa amenidad y de tejer los argumentos con el filo hilo de la sencillez.
Dora tuvo una vida larga (22 diciembre 1910 – 21 marzo 2001) y fecunda, como su obra. Recibió relevantes reconocimientos: el Premio Nacional de Literatura en 1989, otorgado por la obra de toda una vida; la Medalla Alejo Carpentier y la Orden Félix Varela de Primer Grado, que confiere el Consejo de Estado de la República de Cuba. Fue ella, además, merecedora del Premio Casa de las Américas y del Premio Internacional de Literatura Infantil José Martí, entregado por la Fundación Iberoamericana de Creación Infantil, con sede en Costa Rica.
Pero no pensemos en ella como una escritora de buró, ni como una periodista lectora de cables junto a una máquina de escribir. “La vida es hermosa y debemos vivirla, porque es lo único que realmente tenemos”.
Y para demostrarlo, Dora fue una andariega, una incansable buscadora de impresiones vivas que halló en los campos y las montañas del país. Nada sorprendente es que cubriera, con más de 50 años, los sucesos de la invasión por Playa Girón en 1961.
Con estos antecedentes es bastante probable que el lector esté ya preparado para disfrutar de esta anécdota, narrada por ella misma, que transcurre a inicios de los cincuenta.
“Allá por las serranías de Viñales, he disfrutado muchas temporadas recorriendo a pie caseríos y trillos olvidados; y confieso que mi indumentaria para esas caminatas interminables no sigue ni de lejos los dictados de Patou o de Dior.
“En la ocasión que voy a referir, vestía yo unos slacks bastante deteriorados, una chamarra suelta y en la cabeza llevaba un casco de explorador concienzudamente abollado, que un amable conocido (dueño de librerías por más señas), siempre deja a mi disposición en el hotel, como herencia funcional, momentánea y devolutiva, junto con un nudoso y rústico bastón de puño curvo que ayuda mucho en las fatigosas jornadas de montaña y cueverío.
“Pues bueno, una vez, así disfrazada, tras recorrer varios kilómetros en un sofocante día de agosto, llegué muerta de sed a un bohío escondido en las estribaciones de la sierra. Junto a la vivienda, un guajiro viejo. Se me obsequia el agua solicitada y se entabla la charla. A poco advierto, sobre la mesita de la sala, un radio de pila. Y aquí nace mi deseo personal de conocer si este abuelo montuno ha oído algunas de mis novelas criollas. Me responde que sí, que las conoce, que las espera siempre, que las quiere. Me sentí orgullosa y emocionada.
“- Pues mire, viejo, qué casualidad, yo soy Dora Alonso.
“Quedó suspenso, mirándome fijo; después, lentamente, se sacó el cabo de tabaco que fumaba, escupió a un lado. Y fulminó su respuesta:
“ – Conque Dora Alonso, ¿no? ¡Qué más quisiera usté!
“Cuando me repuse, inquirí:
“- ¿Por qué no lo cree? ¿Por este disfraz que luzco?
“- Por eso solo no; es que pa mí, sin desdorar lo presente, Dora Alonso tiene que ser distinta a las demás mujeres.
“Me entregué con armas y bagajes, sin perder segundo.
“- Ha sido una broma mía, pero me descubrió: ¡Yo no soy esa señora!
“Desde entonces me pregunto cómo me imaginará aquel criollo viejo. Y me asusta pensar la pobre medida de mí misma que le ofrecí. Pero, sin duda, fue el más bello homenaje que como escritora he recibido.
“Y además, mi anécdota favorita”.
Tienen pues nuestros lectores un elemento más para conocer acerca de Dora Alonso, una guajira que jugó maravillosamente con las letras y las historias capaces de hacer soñar a los jóvenes.
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