Su larga existencia que le acercó a un siglo de vida, la jocosidad de su ingenio, la tan intensa vida que llevó dentro del contexto sociocultural cubano, y su cultura, una cultura universal y abrumadora, hicieron de José Zacarías Tallet una personalidad y al mismo tiempo un personaje casi novelesco, cuya impronta pervive más allá del tiempo.
Periodista, poeta, profesor, amante de la historia, Tallet se inserta dentro de una década, la del ‘20 del pasado siglo, de una riqueza intelectual extraordinaria con intereses ciudadanos que se ramifican en la política y la sociedad cubana. Es la década de irrupción en unos casos, de afianzamiento en otros, de autores emblemáticos: Rubén Martínez Villena, Jorge Mañach, Alejo Carpentier, Enrique Serpa, Juan Marinello, José Antonio Fernández de Castro…
Si de historia de Cuba hablamos, pues la firma de José Zacarías aparece en la Protesta de los Trece y en las reuniones fundacionales del Grupo Minorista, fue miembro de la Liga Antimperialista y uno de los impulsores de la Universidad Popular José Martí.
También impartió clases en la Escuela Profesional de Periodismo Manuel Márquez Sterling. Sin embargo, Tallet publicó un solo poemario, La semilla estéril, en 1951. Con los años ampliaría su bibliografía con libros de otros géneros, entre ellos, Curiosidades de la Historia y Evitemos gazapos y gazapitos, en dos tomos, aparecido en 1985, cuando su autor contaba 92 años. Tallet recibió el Premio Nacional de Literatura en 1984 y la Universidad de La Habana le concedió el doctorado Honoris Causa.
Menos conocida es la faceta de Tallet como traductor, acerca de la cual trata esta historia poco divulgada. La narra su protagonista, o sea, Tallet. Y gracias a ella estamos en condiciones de saber a quién agradecer el nombre por el cual hoy —los cubanos en particular— conocemos a un célebre ratón que ha sobrevivido en la memoria de numerosas generaciones de pequeños que disfrutaron sus cartoons o historietas tanto impresas como fílmicas.
Transcurrían las fechas que anteceden a la caída del dictador Gerardo Machado (1933) y Tallet trabajaba de periodista en el diario El Mundo, donde también estuvo al frente del Departamento de Producciones.
En ese tiempo, por un contrato, se iban a publicar en Cuba las historietas de Mickey Mouse, que llegaban de Estados Unidos. Aquí se traducirían los textos que correspondían ir en los globos y después se imprimirían. De allá nos llegaba la matriz en colores. Entonces por primera vez se iban a publicar en Cuba las historietas de Mickey Mouse, que tan buena acogida habían tenido en el vecino país del Norte.
Cuando me vi ante el hecho de traducir Mickey, pues solo cabía Miguelito, como quedó traducido después en todos los demás países hispanoamericanos, pero me pareció que no pegaría, y entonces preferí hacer una traducción semifonética, es decir, de Mickey, pues Miquito. Y este nombre pegó. Y es en Cuba el único país donde se le llama así al ratón de Walt Disney: Miquito; pues, en los restantes, como ya dije, es Miguelito.
Aclaremos aquí que Tallet había cursado algunos estudios en Nueva York y manejaba el idioma inglés con perfecta soltura. Esta historia es reveladora de cuán creativo puede resultar el trabajo del traductor ando le acompañan las dotes del escritor y, sobre todo, el empeño por entregar un trabajo con sello propio.
Visitas: 87
Deja un comentario