Aunque con decir Enrique y mencionar Quemado de Güines, en la provincia de Villa Clara, creemos suficiente para su identificación, completemos el nombre de este ilustre y admirado periodista: Núñez Rodríguez.
Conversador muy ameno, autor cubanísimo y prolífico, Enrique fue un escritor de swing completo: todo estaba en el perfil de sus intereses: la radio, la televisión, el teatro, el periodismo, la narrativa. Su anecdotario es tan simpático como ilustrativo de una época de competitividad e ingenio.
Fue además Premio Nacional del Humorismo, y también Premio Nacional de Periodismo José Martí y Premio Nacional de la Radio. Lo ganó todo, lo mereció todo. Y su club de lectores en las páginas del periódico Juventud Rebelde, fue la mejor prueba de ello. ¿Qué es eso de que ya no se lee? Enrique lo desmintió con su prosa sabichosa, simpática y para todas las edades. Es lo que definimos con una palabra: se trató de un comunicador natural en cuanto medio incursionó.
Aun cuando su producción literaria y periodística se ha difundido y publicado en libros que constituyeron en su momento best sellers, quedan algunas anécdotas que vale la pena recordar, releer y disfrutar.
Enrique con sus veintitantos años, cabello oscuro, mirada vivaz, ingenio despierto ya andaba sembrando historias como esta, cuya originalidad la hace inolvidable:
Decidió Enrique, libretista radial por entonces, pasar un fin de semana en Miami. Cuál no sería su sorpresa cuando al llegar al aeropuerto se encontró con su coterráneo, Ángel Pintado, que embarcaba en el mismo vuelo y con el mismo destino.
Entonces Enrique confesó:
— Yo nunca pensé que en Miami se pudiesen reunir dos hijos de Quemado de Güines. ¡Esto es inconcebible!
A lo que el otro respondió:
— Te apuesto veinte pedazos de billetes, a buena cara, a que en Miami nos encontramos a otro de nuestro pueblo.
— Va la apuesta —contestó rápidamente el humorista, seguro de que ya tenía en su bolsillo las diez fracciones.
Se agotaba el tiempo en Miami y el otro vecino de Quemado no había aparecido por parte alguna, por lo que era cuestión de escaso tiempo para que Enrique ganara la apuesta. Entonces le decía a su compañero:
— Los billetes que me compres quiero que tengan el terminal 25.
A última hora salieron a hacer compras ligeras y tan pronto entraron a un establecimiento, se encontraron allí con el compositor Osvaldo Farrés, autor de boleros tan populares como Quizás, quizás, quizás, Acércate más, Toda una vida, Mis cinco hijos:
— ¿Qué hubo, Farrés?— exclamó Enrique.
Fue entonces que Pintado intervino:
— Enrique, tienes que pagarme los billetes.
— ¿Por qué?
— ¿Ya no te acuerdas que Osvaldo Farrés es de Quemado de Güines?
—¡Ahhh!
Y perdió la apuesta, porque efectivamente Farrés era natural del citado pueblito.
Si encuentra en librerías de segunda mano, o mejor aún en bibliotecas, alguno de los libros (Sube, Felipe, sube, Yo vendí mi bicicleta, Oyee como lo cogieron, Gente que yo quise…, A guasa a garsín,…) de Enrique Núñez Rodríguez (1923-2002), no pierda la oportunidad de pasar muy agradables momentos de lectura.
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