En el año 2000 la Editorial Ciencias Sociales publicó El bonchismo y el gansterismo en Cubade Raúl Aguiar. El textoaborda un segmento de la vida nacional republicana apenas tratado por la historiografía insular. Raúl Roa fue de los pocos que acusó fuertemente esa lacra que nació en medio de la lucha antimachadista y que luego tomó diversos cauces lindantes con el terrorismo hasta bien entrada la década del cincuenta. Por su parte, la literatura cubana dejó testimonio de esta problemática en una de las novelas de Enrique Serpa, La trampa mientras otros autores se referían al asunto casi siempre como telón de fondo. Para sorpresa quizás de muchos lectores fue Rómulo Gallegos el otro novelista que da testimonio de aquellos sucesos a través de las páginas de su novela Una brizna de paja en el viento.En lo que respecta al cine no fue hasta el segundo cuento de Lucía,El extraño caso de Rachel K y mucho después en La bella de la Alhambra en que vuelven a ser tocados «los muchachos del gatillo alegre» pero solo de forma epidérmica. Hoy en día, este es un momento prácticamente desconocido por la mayoría de los lectores cubanos.
Aguiar deja claro, desde los inicios de su libro, las diferencias entre el bonchismo y el gansterismo. A pesar del hecho de que por sus procederes y fines se tienen muchos puntos afines cada uno marcó territorios diferentes. El primero nació dentro de las aulas universitarias y como resultado de la corrupción de docentes, gobernantes que apoyaron a aquellos jóvenes. Fueron estudiantes en su mayoría, y, otros que merodeaban por el Alma Máter en busca de prebendas pero todos carentes de programas políticos coherentes que tocaran fondo en la realidad del país. Pronto tuvieron el respaldo de los grupos gansteriles que ya operaban fueran de los predios universitarios y que nacieron amparados por los órganos represivos y políticos de turno. Tanto unos como otros llegaron a convertirse en criminales a sueldo bajo la supuesta forma de«revolucionarios». El gansterismo, por su parte, terminó por adueñarse de la política del país.
Quizás uno de los aspectos más interesantes de este libro esté en la manera en la que autor nos advierte acerca de cómo la historia no puede verse en blanco y negro. Hay una diversidad de supuestas posturas políticas detrás de cada uno de estos grupos. Por otro lado, también hubo sujetos que en un momento dado pertenecieron a alguna de esos bandos y luego rectificaron sus conductas. Por eso el autor señala en las páginas iniciales:
Los verdaderos revolucionarios de la generación del treinta y los estudiantes que sucedieron a los bonchistas, a pesar de sus errores y tendencias, emergieron como una fuerza original, orientados hacia los cambios radicales.Es importante tener en cuenta las diferencias que existían entre las denominadas pandillas armadas y las diversas tendencias estudiantiles que existían en el seno de los institutos y en la Colina Universitaria, que aunque estaban penetradas por las primeras, eran integradas en su mayoría por estudiantes con aspiraciones de establecer reformas educacionales y de combatir los gobiernos corruptos.[1]
Las rencillas políticas, el abuso de poder, las amenazas de muerte y el asesinato impune a profesores universitarios, personalidades políticas, líderes obreros y estudiantes fueron algunas de las terribles facetas de esta atmósfera que enturbió la Colina Universitaria, otras instituciones educacionales y sindicatos obreros. Ramiro Valdés Daussá, Aracelio Iglesias, Manuel Castro, Gustavo Adolfo Mejía son hoy solo una pequeña muestra de las víctimas de aquellos grupos criminales. No más revisar con detenimiento Retorno a la alborada y La revolución del 30 se fue a bolina de Roa.
Estos grupos se desbordaron por diferentes partes de la Isla y como señala el autor trataron de tomar la «justicia» por su mano. Es en ciudades como Sagua la Grande o en Manatí donde el historiador devela los oscuros nexos de estos «jóvenes del gatillo alegre» con las fuerzas políticas que estaban fuera de la capital. Entre los sucesos analizados en el libro está el del reparto Orfila que puso mucho más en evidencia los nexos y pugnas entre estas bandas, los agentes policiales y el gobierno. Triste acontecimiento que dejó entre sus muertos a una mujer embarazada. Para algunos, este hecho fue el principio del fin del actuar de las bandas gansteriles. No obstante, los asesinos a sueldo siguieron su actuar desestabilizador en el país.
Este libro es, pues, no solo una invitación a mirar un escenario de la historia republicana apenas conocido, sino también a reflexionar acerca de la historia y de los tensos momentos del nuestro devenir como nación. Es otra cara de la república que muestra
[1]Raúl Aguiar: El bonchismo y el gansterismo en Cuba. Ed. Ciencias Sociales, La Habana, 2000, p. 2.
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