Fragmentos de la entrevista realizada a la poetisa María Elena Walsh por el escritor y periodista argentino Mempo Giardinelli en la casa de la escritora en Palermo el 30 de septiembre de 1987, incluida en el libro de Giardinelli Así se escribe un cuento.
Es casi inevitable pensar que el origen de tus cuentos viene de cierta vocación nacida en tu infancia. ¿Es así?
Yo me crié, en cierto modo, con el cuento en verso. Y todavía tengo bastante debilidad por la poesía narrativa. No me importa si es buena o mala como poesía; la juzgo como narrativa porque posiblemente fue lo primero que absorbí, en las nursery rhymes (versos para niños) que cantábamos en la escuela. En una cuarteta te contaban un cuentito, una historia. Tenía principio, medio y un final, que a veces era dudoso, generalmente dramático. Versificado, tenía estructura de cuento. Y yo me familiaricé con el cuentito en verso.
Vos empezaste como poeta en los años cincuenta. Por aquel entonces, ¿tenías alguna fantasía, o vocación inconsciente, para convertirte en narradora? ¿Querías contar?
No. E incluso no he escrito demasiado. Y últimamente, que me he puesto a escribir, me doy cuenta de que extraño mucho la poesía. La síntesis, los rápidos desenlaces. Sean para chicos o no. Extraño mucho esa forma. Siento algo muy raro, como que es una pérdida de tiempo muy extraña seguir los hilos de un relato.
¿Leíste mucho cuento? ¿Cuál fue tu formación?
Bueno, habría que acotar esa pregunta, porque uno ha leído tanto… Diría que desde muy temprano, me fascinaron mucho los cuentos de Las mil y una noches. Algo maravilloso, entre lo primero que leí y que aprecié. Y también Perrault, ¿no? Yo sigo pensando que los cuentos clásicos de Perrault, pasada su época de anatema de parte de los psicólogos, son bastante insuperables. Y después descubrí los folklóricos, esos que dan la vuelta al mundo, que florecen en todas partes con ligeros cambios de personajes y situaciones.
Conociendo tu obra para niños, uno se pregunta qué te pasó con los hermanos Grimm, con Andersen, con Monteiro Lobato…
Bueno, los junto un poco con Perrault. Son cuentos de una época de la vida en que se los lee conjuntamente.
Vos hablas de poesía narrativa, y en tu caso creo que es muy evidente que hay un paso de la poética a lo narrativo, una traslación que se observa en tus canciones, que son versos, pero también son cuentos. ¿Cómo se dio eso; de modo inconsciente o fue una elección?
Me cuesta precisarlo. Creo que es algo que se fue dando; la necesidad y la ilusión de escribir cuentos, y cuentos breves, y de mucha acción. Algo que creo que todavía no he conseguido; es un género muy difícil. Estoy pensando, claro, en cuentos específicamente para chicos. Tengo algunos, pero me salieron —los que parece que están mejores— cuentos largos, casi nouvelles para chicos; los que están en mi libro Chaucha y palitos. Son cuentos quizá un poco barrocos en materia de lenguaje.
En tus canciones hay una clara estructura narrativa, cuentística, pienso en Osiris, en Manuelita, entre tus clásicas. ¿Cómo los trabajaste? ¿Como cuento versificado?
Salían espontáneamente. Hay un mecanismo muy mágico, que es el de la rima. La rima es la que te lleva a una determinada historia. Va ordenando el ritmo narrativo.
En tus trabajos hay mucha presencia del folklore, del costumbrismo, del regionalismo. ¿De dónde viene eso, de viajes, de investigaciones?
No, fue algo precoz. Creo que eso lo absorbí y lo incorporé en mi juventud. Cuando me empezó a interesar el folklore y comencé a observarlo —no sólo el nuestro, sino también lo que había heredado en inglés―, y fui sintetizándolo. Yo he viajado muy poco, pero es evidente que el lenguaje y las tradiciones del interior de nuestro país están emparentados con otras, tanto de España como del resto de América.
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